/ miércoles 9 de septiembre de 2020

Peso político

El proceso electoral 2021 inició ya. Los actores políticos empiezan a ejecutar jugadas, maniobras, eventos y labores con el objetivo de mostrarse, volverse visibles y elegibles por los partidos políticos en primera etapa y después por los electores en general. La crisis sanitaria que padecemos afectara sin duda el desarrollo de las campañas electorales y será un factor importante en la orientación del voto ciudadano.

En vísperas de los procesos internos para la selección de candidatos, las múltiples opciones partidistas –aún con la negación del registro a 6 solicitantes que impugnaran en el TRIFE- presentaran un mercado electoral de oferta y demanda, donde quienes representen liderazgo, convoquen electores, posean cualidades, atributos, capacidades o talento serán invitados, cortejados, quizá seducidos y hasta disputados por más de una opción. Hoy la competencia inicia disputando a los mejores propectos para abanderar, ya que ni los partidos gobernantes en cada orden tienen en sus filas contendientes tan fuertes para cada cargo en disputa ni pueden evitar la posibilidad de triunfo de los demás competidores.

La gran cantidad de cargos de elección popular en disputa abrirán oportunidades a miles de mexicanos que podrán figurar como candidatos. Para obtener cada triunfo electoral, será necesario recorrer un camino inédito en la vida nacional, donde las reglas cambiaron, los votos duros se licuaron, el pragmatismo impera y las alianzas antes fantásticas e improbables construirán más capítulos del realismo mágico mexicano.

Los partidos políticos realizan ya la busqueda de aliados y candidatos entre los activistas sociales, los académicos, los personajes destacados del empresariado, los industriales, los dirigentes gremiales, las comunidades religiosas, los líderes de opinión, influencers y personalidades deportivas, artísticas, culturales y del espectáculo para combinar con sus militantes y dirigentes, intentando encontrar la mezcla atractiva para interesar a los electores en su decisión ante la urna.

Se busca dar preferencia y viabilidad a quienes tengan mayor peso político, voz en el argot que cuantifica capacidad, talento, tamaño, fuerza, posibilidad y hándicaps de los actores de la clase política. Se trata de comparar, de asignar a cada competidor un valor, como a las piezas de un ajedrez, acorde a su importancia, utilidad y estrategia para intentar ganar las elecciones. El peso político sirve como raíz de la estrategia personal, grupal, partidista y colectiva. Sirve para la toma de decisiones y es fundamental para postular a los mejores candidatos.

De cada candidato se deben medir sus niveles de posicionamiento, recordación, asociación positiva o negativa; su calificación y observaciones a su desempeño como representante popular o funcionario público; su posición y nivel de influencia dentro del grupo político al que pertenece; su formación académica, trayectoria laboral, trayectoria política, situación patrimonial, capacidad de convocatoria, estructuras de apoyo, presencia, aceptación y desenvolvimiento en medios de comunicación masiva e influencia en redes sociales.

Los indicadores personales deben ser graficados y cruzados con una matriz FODA, cruzar y proyectar escenarios de competición virtual entre varias alternativas, pronosticar efectos de alianzas electorales, declinación de candidatos, valor de las alianzas y mapeo de riesgos, así como hacer que quien tenga el poder de decidir en la selección de personajes, lo haga con un margen de error mínimo, orientado a la victoria electoral.

El voto duro ha pasado a ser solo una especulación estadística, mientras que el peso político es el factor más confiable para identificar candidatos ganadores, ante una elección donde nadie puede cantar victoria antes de la votación.

@carlosanguianoz en Twitter

El proceso electoral 2021 inició ya. Los actores políticos empiezan a ejecutar jugadas, maniobras, eventos y labores con el objetivo de mostrarse, volverse visibles y elegibles por los partidos políticos en primera etapa y después por los electores en general. La crisis sanitaria que padecemos afectara sin duda el desarrollo de las campañas electorales y será un factor importante en la orientación del voto ciudadano.

En vísperas de los procesos internos para la selección de candidatos, las múltiples opciones partidistas –aún con la negación del registro a 6 solicitantes que impugnaran en el TRIFE- presentaran un mercado electoral de oferta y demanda, donde quienes representen liderazgo, convoquen electores, posean cualidades, atributos, capacidades o talento serán invitados, cortejados, quizá seducidos y hasta disputados por más de una opción. Hoy la competencia inicia disputando a los mejores propectos para abanderar, ya que ni los partidos gobernantes en cada orden tienen en sus filas contendientes tan fuertes para cada cargo en disputa ni pueden evitar la posibilidad de triunfo de los demás competidores.

La gran cantidad de cargos de elección popular en disputa abrirán oportunidades a miles de mexicanos que podrán figurar como candidatos. Para obtener cada triunfo electoral, será necesario recorrer un camino inédito en la vida nacional, donde las reglas cambiaron, los votos duros se licuaron, el pragmatismo impera y las alianzas antes fantásticas e improbables construirán más capítulos del realismo mágico mexicano.

Los partidos políticos realizan ya la busqueda de aliados y candidatos entre los activistas sociales, los académicos, los personajes destacados del empresariado, los industriales, los dirigentes gremiales, las comunidades religiosas, los líderes de opinión, influencers y personalidades deportivas, artísticas, culturales y del espectáculo para combinar con sus militantes y dirigentes, intentando encontrar la mezcla atractiva para interesar a los electores en su decisión ante la urna.

Se busca dar preferencia y viabilidad a quienes tengan mayor peso político, voz en el argot que cuantifica capacidad, talento, tamaño, fuerza, posibilidad y hándicaps de los actores de la clase política. Se trata de comparar, de asignar a cada competidor un valor, como a las piezas de un ajedrez, acorde a su importancia, utilidad y estrategia para intentar ganar las elecciones. El peso político sirve como raíz de la estrategia personal, grupal, partidista y colectiva. Sirve para la toma de decisiones y es fundamental para postular a los mejores candidatos.

De cada candidato se deben medir sus niveles de posicionamiento, recordación, asociación positiva o negativa; su calificación y observaciones a su desempeño como representante popular o funcionario público; su posición y nivel de influencia dentro del grupo político al que pertenece; su formación académica, trayectoria laboral, trayectoria política, situación patrimonial, capacidad de convocatoria, estructuras de apoyo, presencia, aceptación y desenvolvimiento en medios de comunicación masiva e influencia en redes sociales.

Los indicadores personales deben ser graficados y cruzados con una matriz FODA, cruzar y proyectar escenarios de competición virtual entre varias alternativas, pronosticar efectos de alianzas electorales, declinación de candidatos, valor de las alianzas y mapeo de riesgos, así como hacer que quien tenga el poder de decidir en la selección de personajes, lo haga con un margen de error mínimo, orientado a la victoria electoral.

El voto duro ha pasado a ser solo una especulación estadística, mientras que el peso político es el factor más confiable para identificar candidatos ganadores, ante una elección donde nadie puede cantar victoria antes de la votación.

@carlosanguianoz en Twitter