/ martes 9 de abril de 2024

Este, el anterior, los anteriores

www.youtube.com/c/carlosanguianoz


Pasó ya el primer debate presidencial y los resultados del mismo fueron decepcionantes: mal el formato, mal la producción, candidatas y candidato, nerviosos, el tiempo, insuficiente y distribuido en pequeños lapsos insuficientes como para abordar profundamente cualquiera de los temas discutidos.

Al concluir las exposiciones, queda claro que acusaciones entre los contendientes las hay, aunque no son contundentes. También queda claro que por primera vez, México será gobernado por una mujer, pues el varón no aquilato la oportunidad y la brecha que lo separa de las punteras se abrió aún más. Entre candidatas, ninguna sobrevivió sin mancharse tras los ataques. La simple y llana negación de las acusaciones no significa que los actos y omisiones denunciados no hubieran ocurrido y las consecuencias de sus actos queden fuera del severo juicio popular.

Sin poder alcanzar con su desempeño a la expectativa de sus respectivos correligionarios, los debatientes no lograron diferenciarse de manera clara ni opacar a sus contrincantes. El ejercicio del debate es una práctica democrática que debe de seguir implementándose, mejorando cada vez más para que sea útil para los ciudadanos. Para el elector que creía que si veía el debate, obtendría elementos de juicio definitivos sobre los atributos y cualidades de los debatientes, no fue suficiente esta participación. El tiempo entrecortado y la cantidad de preguntas del público a través de las redes sociales, ocupó el espacio y consumió el tiempo.

Una lección del debate lo es que al buscar echarle la culpa a los anteriores, se golpea al adversario y se ofrece mejoría si se hoy por quien lo utiliza. Ayer fue claro que Claudia Scheinbaum no batalló para defender al presidente en turno, sino más bien en defenderse ella misma. Los ataques directos al gobierno actual no aparecieron. Veladamente en forma de estadísticas, viajaron, con cierto rubor en las mejillas del temeroso candidato que se atrevió a articular alguna frase en el sentido de que bien hecho ni el actual gobierno, ni el anterior ni el anterior del anterior. Y tiene razón: cada gobierno sexenal ha entregado peores números y cuentas a los mexicanos que el que le antecedía.

El gran debate nacional debería de ser sobre cómo contener al crimen organizado, castigar los abusos, los excesos y la corrupción de quienes nos gobiernan, como educar y darles herramientas de apoyo a las nuevas generaciones de mexicanos que enfrentarán un mundo competitivo, global, donde hay humanos con mejor preparación y oportunidad que las que se les están brindando en México y que ensamblan la brecha de desigualdad con otros países, incluso de menor tamaño y peor economía que en México.

Es lamentable que cada vez estamos peor en impunidad, en salud, en seguridad, en educación, en justicia, en combate a la desigualdad. Los números no mienten, las estadísticas así lo revelan y lo debates no han sido la llave para corregir o ayudar a corregir los grandes problemas que nos afectan a la mayoría de los mexicanos.

Habrá que ponernos a trabajar, porque los políticos han sido y son incapaces de transformar nuestra realidad, más allá de los discursos emotivos, ensayados y de cumplimiento improbable.

www.youtube.com/c/carlosanguianoz


Pasó ya el primer debate presidencial y los resultados del mismo fueron decepcionantes: mal el formato, mal la producción, candidatas y candidato, nerviosos, el tiempo, insuficiente y distribuido en pequeños lapsos insuficientes como para abordar profundamente cualquiera de los temas discutidos.

Al concluir las exposiciones, queda claro que acusaciones entre los contendientes las hay, aunque no son contundentes. También queda claro que por primera vez, México será gobernado por una mujer, pues el varón no aquilato la oportunidad y la brecha que lo separa de las punteras se abrió aún más. Entre candidatas, ninguna sobrevivió sin mancharse tras los ataques. La simple y llana negación de las acusaciones no significa que los actos y omisiones denunciados no hubieran ocurrido y las consecuencias de sus actos queden fuera del severo juicio popular.

Sin poder alcanzar con su desempeño a la expectativa de sus respectivos correligionarios, los debatientes no lograron diferenciarse de manera clara ni opacar a sus contrincantes. El ejercicio del debate es una práctica democrática que debe de seguir implementándose, mejorando cada vez más para que sea útil para los ciudadanos. Para el elector que creía que si veía el debate, obtendría elementos de juicio definitivos sobre los atributos y cualidades de los debatientes, no fue suficiente esta participación. El tiempo entrecortado y la cantidad de preguntas del público a través de las redes sociales, ocupó el espacio y consumió el tiempo.

Una lección del debate lo es que al buscar echarle la culpa a los anteriores, se golpea al adversario y se ofrece mejoría si se hoy por quien lo utiliza. Ayer fue claro que Claudia Scheinbaum no batalló para defender al presidente en turno, sino más bien en defenderse ella misma. Los ataques directos al gobierno actual no aparecieron. Veladamente en forma de estadísticas, viajaron, con cierto rubor en las mejillas del temeroso candidato que se atrevió a articular alguna frase en el sentido de que bien hecho ni el actual gobierno, ni el anterior ni el anterior del anterior. Y tiene razón: cada gobierno sexenal ha entregado peores números y cuentas a los mexicanos que el que le antecedía.

El gran debate nacional debería de ser sobre cómo contener al crimen organizado, castigar los abusos, los excesos y la corrupción de quienes nos gobiernan, como educar y darles herramientas de apoyo a las nuevas generaciones de mexicanos que enfrentarán un mundo competitivo, global, donde hay humanos con mejor preparación y oportunidad que las que se les están brindando en México y que ensamblan la brecha de desigualdad con otros países, incluso de menor tamaño y peor economía que en México.

Es lamentable que cada vez estamos peor en impunidad, en salud, en seguridad, en educación, en justicia, en combate a la desigualdad. Los números no mienten, las estadísticas así lo revelan y lo debates no han sido la llave para corregir o ayudar a corregir los grandes problemas que nos afectan a la mayoría de los mexicanos.

Habrá que ponernos a trabajar, porque los políticos han sido y son incapaces de transformar nuestra realidad, más allá de los discursos emotivos, ensayados y de cumplimiento improbable.