/ lunes 12 de febrero de 2024

Sucesión presidencial 2024

www.youtube.com/c/carlosanguianoz


Aún en fase de inter campañas, el proceso electoral 2023 – 2024 se acerca ya al inicio del proselitismo abierto a la ciudadanía en general a partir del próximo 1 de marzo. Partidos políticos y candidatos se alistan a su registro y se vislumbra una intensa contienda, llena de agresividad, ataques, denostaciones, contrastes y revelaciones entre los participantes, en un ambiente polarizado en extremo y donde el actor protagónico, pararrayos y candidato sin aparecer en la boleta, seguirá siendo Andrés Manuel López Obrador. Líder moral de la cuarta transformación, estratega estelar de Claudia Sheinbaum, operador de los hilos del poder, victima y emisor de la mayoría de los ataques políticos presentes y porvenir, el presidente ocupa el epicentro de las campañas y es, desde diversas perspectivas, el auténtico rival a vencer por la oposición mexicana.

Es López Obrador el presidente que menos adversidad política ha debido desafiar en toda la historia moderna del país. Ganó con amplio margen, llegó al poder aún más legitimado, obtuvo respaldo de la mayoría de la sociedad y se le confió para que se desempeñara como presidente en un compás de espera que se prolongó y que aún sigue disfrutando, con origen en la esperanza, en el deseo de los mexicanos de tener un buen gobierno, en la expectativa social que exigía un cambio y lo impulsó en las urnas con la fuerza de la democracia. La oposición mexicana, ha recorrido este sexenio mostrándose desarticulada, no representativa, sin ofrecer alternativas viables, tibia, diluida y sin persistencia. Diversos motivos propiciaron un viaje por demás tranquilo del presidente, sólo cimbrado por escándalos de corrupción, la mayoría, con origen en sus propios hijos, parientes y equipo cercano de la administración pública federal.

Con la sombra de la corrupción activa en diversas dependencias gubernamentales, que provoca que las conversaciones ciudadanas señalen, denuncien e incluso expongan detalles en narrativas vivenciales, sin claridad objetiva en la presentación de resultados, beneficios y logros de su gobierno, problemas graves del país han venido recrudeciendo durante los pasados 5 años y siguen fuera de control, avanzando crónica y degenerativamente, vulnerando al sistema político, a la burocracia y a los beneficiados del poder de López Obrador, como los grandes contratistas, los proveedores, la SEDENA, la Marina, los activistas locales que habían seguido por casi dos décadas antes de que llegara al poder al hoy presidente, a quienes se les ha pagado con creces su acompañamiento, sumisión, obediencia y lealtad.

El presidente llega a su invierno, gozando de buena aceptación popular, con visible menoscabo de su salud personal, acumulando cada año más negativos, consolidando una profundidad negativa, aún insuficiente por sí sola de poner en riesgo la tensión competitiva y la intención del voto. El cómodo invierno no significa que a la vuelta de la página no recrudezcan los problemas. Las traiciones, los escándalos, las rebeliones interiores, la fuga de presión del bloque nuclear, que no resiste a la presión de los ajenos que desean participar en la cosecha de poder, de privilegios, de reconocimiento, de candidaturas y de botín económico, prevalecen como amenazas latentes, como antes, como siempre. Es un hecho que habrá nuevo presidente en México y es casi infalible garantizar que por primera vez una mujer gobernara al país. Cuando ocurra, el poder y el peso de la banda presidencial en la nueva dignataria, propiciará caos y descontrol, pues habrá disputa acerca de si el poder formal puede administrar y decidir o si será el poder moral quien imponga dirección, estilo y actos al gobierno entrante. Pase lo que pase, México merece vivir en paz, contener al crimen organizado, recuperar la unidad entre los mexicanos y mejorar la calidad de vida de los mexicanos para que vivan seguros, con mejor salud y mejor educación de la que han tenido últimamente. Con eso bastaría, para empezar a confiar en un nuevo gobierno. Ojalá que así sea.

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Aún en fase de inter campañas, el proceso electoral 2023 – 2024 se acerca ya al inicio del proselitismo abierto a la ciudadanía en general a partir del próximo 1 de marzo. Partidos políticos y candidatos se alistan a su registro y se vislumbra una intensa contienda, llena de agresividad, ataques, denostaciones, contrastes y revelaciones entre los participantes, en un ambiente polarizado en extremo y donde el actor protagónico, pararrayos y candidato sin aparecer en la boleta, seguirá siendo Andrés Manuel López Obrador. Líder moral de la cuarta transformación, estratega estelar de Claudia Sheinbaum, operador de los hilos del poder, victima y emisor de la mayoría de los ataques políticos presentes y porvenir, el presidente ocupa el epicentro de las campañas y es, desde diversas perspectivas, el auténtico rival a vencer por la oposición mexicana.

Es López Obrador el presidente que menos adversidad política ha debido desafiar en toda la historia moderna del país. Ganó con amplio margen, llegó al poder aún más legitimado, obtuvo respaldo de la mayoría de la sociedad y se le confió para que se desempeñara como presidente en un compás de espera que se prolongó y que aún sigue disfrutando, con origen en la esperanza, en el deseo de los mexicanos de tener un buen gobierno, en la expectativa social que exigía un cambio y lo impulsó en las urnas con la fuerza de la democracia. La oposición mexicana, ha recorrido este sexenio mostrándose desarticulada, no representativa, sin ofrecer alternativas viables, tibia, diluida y sin persistencia. Diversos motivos propiciaron un viaje por demás tranquilo del presidente, sólo cimbrado por escándalos de corrupción, la mayoría, con origen en sus propios hijos, parientes y equipo cercano de la administración pública federal.

Con la sombra de la corrupción activa en diversas dependencias gubernamentales, que provoca que las conversaciones ciudadanas señalen, denuncien e incluso expongan detalles en narrativas vivenciales, sin claridad objetiva en la presentación de resultados, beneficios y logros de su gobierno, problemas graves del país han venido recrudeciendo durante los pasados 5 años y siguen fuera de control, avanzando crónica y degenerativamente, vulnerando al sistema político, a la burocracia y a los beneficiados del poder de López Obrador, como los grandes contratistas, los proveedores, la SEDENA, la Marina, los activistas locales que habían seguido por casi dos décadas antes de que llegara al poder al hoy presidente, a quienes se les ha pagado con creces su acompañamiento, sumisión, obediencia y lealtad.

El presidente llega a su invierno, gozando de buena aceptación popular, con visible menoscabo de su salud personal, acumulando cada año más negativos, consolidando una profundidad negativa, aún insuficiente por sí sola de poner en riesgo la tensión competitiva y la intención del voto. El cómodo invierno no significa que a la vuelta de la página no recrudezcan los problemas. Las traiciones, los escándalos, las rebeliones interiores, la fuga de presión del bloque nuclear, que no resiste a la presión de los ajenos que desean participar en la cosecha de poder, de privilegios, de reconocimiento, de candidaturas y de botín económico, prevalecen como amenazas latentes, como antes, como siempre. Es un hecho que habrá nuevo presidente en México y es casi infalible garantizar que por primera vez una mujer gobernara al país. Cuando ocurra, el poder y el peso de la banda presidencial en la nueva dignataria, propiciará caos y descontrol, pues habrá disputa acerca de si el poder formal puede administrar y decidir o si será el poder moral quien imponga dirección, estilo y actos al gobierno entrante. Pase lo que pase, México merece vivir en paz, contener al crimen organizado, recuperar la unidad entre los mexicanos y mejorar la calidad de vida de los mexicanos para que vivan seguros, con mejor salud y mejor educación de la que han tenido últimamente. Con eso bastaría, para empezar a confiar en un nuevo gobierno. Ojalá que así sea.