/ jueves 13 de diciembre de 2018

La corrupción somos todos

Erradicar la arraigada y perniciosa cultura de la corrupción en nuestro país donde campea a sus anchas protegida y alentada por la impunidad, es quizás la verdadera y más importante tarea por hacer, tarea que corresponde por igual a la sociedad y al Gobierno. La oferta del presidente AMLO de terminar con esta práctica suena lejana si familia, escuela y sociedad no participan activamente. Esta denigrante cultura no se limita al sector gobierno, si bien es el espacio donde su visibilidad es mayor además de los grados de cinismo y frecuencia que se han alcanzado, la corrupción se encuentra enraizada en nuestra forma de conducirnos como ciudadanos en la cotidianidad de la vida y lo peor se presenta y se practica con independencia del status educativo, económico, laboral y social que se tenga.

Mentir en el seno familiar, copiar en un examen escolar, checar tarjeta por el compañero que llegará tarde, estacionarse en lugar prohibido, usar el celular mientras se conduce, sobornar a la autoridad cualquiera sea su rango y otros mil etcéteras mas, todos y todo es corrupción. Si señoras y señores, la corrupción somos todos y la buena voluntad de AMLO presidente no será suficiente para darla por muerta, incluso sigue latente la maldición de que como la hidra de Lerna se reproduzca.

El letal veneno para matarla en forma definitiva es adoptar, desde niños, la cultura de la honestidad, de la verdad, de la rectitud y esta cultura es un estudio que inicia en la familia, continua en la escuela, se afianza en el trabajo y se consolida en la práctica cotidiana. El reto es monumental, si bien lo analizamos ya pocas cosas nos escandalizan lo que provoca que la corrupción permanezca reciclada a perpetuidad.

Hace apenas unos días, en uno de los ayuntamientos del Área Metropolitana, específicamente en el de Guadalajara, un trámite que según la autoridad debe responderse en siete días, al cabo de 15 días sin obtener respuesta, un empleado se ofreció tenerlo en 24 horas siempre y cuando fuera recompensado el apoyo. ¿Qué hacer, cargar con cámara y micrófono para grabar el caso y luego denunciarlo ante quien corresponda? Se imagina el calvario, se imagina el resultado, no se lo imagine piense que esta cultura debe ser erradicada con educación, educación y más educación. Es una tarea done se involucra la cultura moral y la fortaleza de espíritu con honestidad a fin de evitar los abusos de concesiones y canonjías.

El lema de campaña para presidente de la República 1976-1982 con José López Portillo como único candidato fue: “La solución somos todos”, al terminar aquel fatídico sexenio se vio que el lema se había cumplido, solo que fallo una sola palabra: “solución por corrupción”. Fue tal el escándalo que el lema de la siguiente campaña donde triunfo Miguel de la Madrid, cínicamente fue: “Renovación moral” se fallo de nuevo pero sólo por dos letras, de moral por inmoral.

Mientras esto venía ocurriendo en las esferas gubernamentales la sociedad dejaba poco a poco de vivir apelando a los valores morales, espirituales y culturales adoptando, en consecuencia, una cómoda y trágica postura, la indiferencia en el mejor de los casos la complicidad en el peor de ellos.

Así las cosas, si una de las metas de esta nueva administración es acabar con la corrupción, se hace tarde el llamado a toda la sociedad para su urgente participación, participación que se dará cuando aparezca esa palabra mágica llamada CONGRUENCIA. De no actuar en consecuencia seguiremos expuestos al engendro que aparece a diario: Dinero o terror.

Erradicar la arraigada y perniciosa cultura de la corrupción en nuestro país donde campea a sus anchas protegida y alentada por la impunidad, es quizás la verdadera y más importante tarea por hacer, tarea que corresponde por igual a la sociedad y al Gobierno. La oferta del presidente AMLO de terminar con esta práctica suena lejana si familia, escuela y sociedad no participan activamente. Esta denigrante cultura no se limita al sector gobierno, si bien es el espacio donde su visibilidad es mayor además de los grados de cinismo y frecuencia que se han alcanzado, la corrupción se encuentra enraizada en nuestra forma de conducirnos como ciudadanos en la cotidianidad de la vida y lo peor se presenta y se practica con independencia del status educativo, económico, laboral y social que se tenga.

Mentir en el seno familiar, copiar en un examen escolar, checar tarjeta por el compañero que llegará tarde, estacionarse en lugar prohibido, usar el celular mientras se conduce, sobornar a la autoridad cualquiera sea su rango y otros mil etcéteras mas, todos y todo es corrupción. Si señoras y señores, la corrupción somos todos y la buena voluntad de AMLO presidente no será suficiente para darla por muerta, incluso sigue latente la maldición de que como la hidra de Lerna se reproduzca.

El letal veneno para matarla en forma definitiva es adoptar, desde niños, la cultura de la honestidad, de la verdad, de la rectitud y esta cultura es un estudio que inicia en la familia, continua en la escuela, se afianza en el trabajo y se consolida en la práctica cotidiana. El reto es monumental, si bien lo analizamos ya pocas cosas nos escandalizan lo que provoca que la corrupción permanezca reciclada a perpetuidad.

Hace apenas unos días, en uno de los ayuntamientos del Área Metropolitana, específicamente en el de Guadalajara, un trámite que según la autoridad debe responderse en siete días, al cabo de 15 días sin obtener respuesta, un empleado se ofreció tenerlo en 24 horas siempre y cuando fuera recompensado el apoyo. ¿Qué hacer, cargar con cámara y micrófono para grabar el caso y luego denunciarlo ante quien corresponda? Se imagina el calvario, se imagina el resultado, no se lo imagine piense que esta cultura debe ser erradicada con educación, educación y más educación. Es una tarea done se involucra la cultura moral y la fortaleza de espíritu con honestidad a fin de evitar los abusos de concesiones y canonjías.

El lema de campaña para presidente de la República 1976-1982 con José López Portillo como único candidato fue: “La solución somos todos”, al terminar aquel fatídico sexenio se vio que el lema se había cumplido, solo que fallo una sola palabra: “solución por corrupción”. Fue tal el escándalo que el lema de la siguiente campaña donde triunfo Miguel de la Madrid, cínicamente fue: “Renovación moral” se fallo de nuevo pero sólo por dos letras, de moral por inmoral.

Mientras esto venía ocurriendo en las esferas gubernamentales la sociedad dejaba poco a poco de vivir apelando a los valores morales, espirituales y culturales adoptando, en consecuencia, una cómoda y trágica postura, la indiferencia en el mejor de los casos la complicidad en el peor de ellos.

Así las cosas, si una de las metas de esta nueva administración es acabar con la corrupción, se hace tarde el llamado a toda la sociedad para su urgente participación, participación que se dará cuando aparezca esa palabra mágica llamada CONGRUENCIA. De no actuar en consecuencia seguiremos expuestos al engendro que aparece a diario: Dinero o terror.

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