/ jueves 17 de noviembre de 2022

La contramarcha y la virilidad

Marche el día domingo en la Ciudad de México, pero no marche con todas las personalidades que le han hecho daño a nuestro país o con quienes no comparto ni un ideal, marche con amigas y colaboradores que en su trayecto han defendido la pluralidad de ideas y la democracia a través de las instituciones y plataformas políticas.

Soy consciente de que todas las instituciones deben ser sometidas a evaluación, igual que las políticas públicas para saber su efectividad, alcance y áreas de oportunidad, esto no quiere decir que las instituciones deban desaparecer o centralizarse, uno de los objetivos de tener un árbitro electoral autónomo, es precisamente asegurar la confiabilidad de las elecciones y que la voluntad de las y los ciudadanos que salen a votar sea escuchada y se vea reflejada en los resultados de los comicios locales y federales.

Por eso la reforma tiene puntos que son preocupantes para la democracia, el acceso a la justicia en materia de delitos electorales e incluso en las demandas de las mujeres en los lineamientos de paridad de cada entidad o los lineamientos de la inclusión de los grupos que históricamente hemos sido discriminados en la participación política. Por ejemplo, en Jalisco en 2021, los lineamientos de paridad para la participación política de las mujeres, emitidos por el Instituto Electoral de Participación Ciudadana, no dejaron satisfechas nuestras demandas de participación paritaria y representativa, por lo que diferentes colectivas de mujeres y mujeres de los partidos políticos, impugnamos no solo una vez los lineamientos, sino tres veces, ante diferentes instancias, el Tribunal Electoral del Estado de Jalisco, la Sala Regional y la Sala Superior de Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, en la que se tuvo audiencia con las y los magistrados para exponer los motivos por los que los lineamientos de paridad no eran representativos de las exigencias de las mujeres en Jalisco.

Si la reforma es aprobada sin mover ni una coma, los Organismos Públicos Locales (OPL) y los Tribunales Electorales Locales desaparecerán, dejándonos sin instancias locales para denunciar irregularidades o segundas instancias para someter a revisión los dictámenes que se den en materia electoral.

Más allá de sí una marcha a la que asisten personajes impresentables, o una contramarcha para saber quién tiene mayores índices de testosterona en el país, mejoran la democracia o las instituciones, deberíamos empezar a discutir la profundidad de los cambios que traerá la reforma en caso de ser aprobada en la Cámara de Diputados, someter a debate si todo en un pilar como el Instituto Nacional Electoral está mal o si este tiene áreas de mejora que traigan consigo certezas para todas las fuerzas políticas, pero sobre todo para todas y todos los mexicanos, incluyendo a quiénes formamos parte de luchas históricas por la participación política.

Nada es blanco o negro, y pretender que la lucha por la democracia si lo es, es un acto de mezquindad y politiquería que solo juega con la voluntad de las personas y polariza un país que atraviesa un proceso de fortalecimiento democrático como fue demostrado en el proceso electoral del 2018 con la alternancia de una fuerza política distinta de las tradicionales en el país.

Marche el día domingo en la Ciudad de México, pero no marche con todas las personalidades que le han hecho daño a nuestro país o con quienes no comparto ni un ideal, marche con amigas y colaboradores que en su trayecto han defendido la pluralidad de ideas y la democracia a través de las instituciones y plataformas políticas.

Soy consciente de que todas las instituciones deben ser sometidas a evaluación, igual que las políticas públicas para saber su efectividad, alcance y áreas de oportunidad, esto no quiere decir que las instituciones deban desaparecer o centralizarse, uno de los objetivos de tener un árbitro electoral autónomo, es precisamente asegurar la confiabilidad de las elecciones y que la voluntad de las y los ciudadanos que salen a votar sea escuchada y se vea reflejada en los resultados de los comicios locales y federales.

Por eso la reforma tiene puntos que son preocupantes para la democracia, el acceso a la justicia en materia de delitos electorales e incluso en las demandas de las mujeres en los lineamientos de paridad de cada entidad o los lineamientos de la inclusión de los grupos que históricamente hemos sido discriminados en la participación política. Por ejemplo, en Jalisco en 2021, los lineamientos de paridad para la participación política de las mujeres, emitidos por el Instituto Electoral de Participación Ciudadana, no dejaron satisfechas nuestras demandas de participación paritaria y representativa, por lo que diferentes colectivas de mujeres y mujeres de los partidos políticos, impugnamos no solo una vez los lineamientos, sino tres veces, ante diferentes instancias, el Tribunal Electoral del Estado de Jalisco, la Sala Regional y la Sala Superior de Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, en la que se tuvo audiencia con las y los magistrados para exponer los motivos por los que los lineamientos de paridad no eran representativos de las exigencias de las mujeres en Jalisco.

Si la reforma es aprobada sin mover ni una coma, los Organismos Públicos Locales (OPL) y los Tribunales Electorales Locales desaparecerán, dejándonos sin instancias locales para denunciar irregularidades o segundas instancias para someter a revisión los dictámenes que se den en materia electoral.

Más allá de sí una marcha a la que asisten personajes impresentables, o una contramarcha para saber quién tiene mayores índices de testosterona en el país, mejoran la democracia o las instituciones, deberíamos empezar a discutir la profundidad de los cambios que traerá la reforma en caso de ser aprobada en la Cámara de Diputados, someter a debate si todo en un pilar como el Instituto Nacional Electoral está mal o si este tiene áreas de mejora que traigan consigo certezas para todas las fuerzas políticas, pero sobre todo para todas y todos los mexicanos, incluyendo a quiénes formamos parte de luchas históricas por la participación política.

Nada es blanco o negro, y pretender que la lucha por la democracia si lo es, es un acto de mezquindad y politiquería que solo juega con la voluntad de las personas y polariza un país que atraviesa un proceso de fortalecimiento democrático como fue demostrado en el proceso electoral del 2018 con la alternancia de una fuerza política distinta de las tradicionales en el país.