/ jueves 13 de octubre de 2022

69 años del voto de las mujeres, una lucha que no termina

Las primeras manifestaciones de la lucha de las mujeres para ejercer el derecho a decidir el rumbo político de México se dieron entre los años 1884 y 1887, con muchos años de retraso con respecto a otros países, después de eso, un 13 de enero de 1916 se realizó el primer Congreso Feminista en Yucatán. Uno de los principales acuerdos a los que se llegó fue demandar que se otorgara el voto a las mujeres. La Constitución Política de 1917 no negaba la ciudadanía a las mujeres, ni mucho menos su oportunidad de votar, sin embargo, no se otorgaban expresamente esos derechos, y para nosotras ha sido claro a lo largo de la historia, que lo que no se nombra no existe, así nuestros derechos mientras no estuvieran plasmados en la carta magna.

No fue hasta hace 69 años, el 17 de octubre de 1953, que las mujeres en México ganamos la primera batalla que nos abriría la puerta a la democracia en el país. El voto de las mujeres en el país fue un proceso lento, nos hace pensar que de haberlo alcanzado antes, nuestro país se encontraría actualmente en otros procesos progresistas, como haber tenido ya una mujer presidenta, más gobiernos estatales dirigidos por mujeres, gabinetes con más mujeres de lo que marca la paridad y muchas más secretarias de estado en las entidades.

Antes de eso, nos enfrentamos gradualmente a cuotas de género, a dejar en la voluntad de los partidos políticos si se le otorgaba o no la participación política a las mujeres, a miles de impugnaciones, a procesos indignos que nos llevaron a las denominadas “Juanitas” y a juicios políticos para obtener a golpe de sentencia nuestros derechos políticos y el derecho a ejercer nuestra ciudadanía.

No ha sido fácil, no ha sido solas, nuestra participación política y nuestro liderazgo, es y ha sido fruto de procesos colectivos, de batallas que abrazamos juntas y de la lucha de cientos de miles de mujeres que desde la digna rabia alzaron la voz desde hace décadas para cambiar el rumbo de un país que se dedica a invisibilizar los derechos humanos de las mujeres. La victoria por el sufragio ya es nuestra, ahora luchamos por erradicar la violencia política, por lograr ejercer el poder de otras formar que no sean las del patriarcado y porque en ese camino tortuoso, no se nos siga arrebatando la vida como ha sucedido con candidatas, regidoras y diputadas, en procesos electorales pasados y en los tiempos más modernos de nuestro país.

La deuda con nosotras ha disminuido por nuestra determinación, pero aún es extensa, y bajo ninguna circunstancia damos por sentado que los derechos conquistados son inamovibles, para dejarlo claro, me permito citar a Simone de Beauvoir: “No olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, debéis permanecer vigilantes toda vuestra vida”.

Las primeras manifestaciones de la lucha de las mujeres para ejercer el derecho a decidir el rumbo político de México se dieron entre los años 1884 y 1887, con muchos años de retraso con respecto a otros países, después de eso, un 13 de enero de 1916 se realizó el primer Congreso Feminista en Yucatán. Uno de los principales acuerdos a los que se llegó fue demandar que se otorgara el voto a las mujeres. La Constitución Política de 1917 no negaba la ciudadanía a las mujeres, ni mucho menos su oportunidad de votar, sin embargo, no se otorgaban expresamente esos derechos, y para nosotras ha sido claro a lo largo de la historia, que lo que no se nombra no existe, así nuestros derechos mientras no estuvieran plasmados en la carta magna.

No fue hasta hace 69 años, el 17 de octubre de 1953, que las mujeres en México ganamos la primera batalla que nos abriría la puerta a la democracia en el país. El voto de las mujeres en el país fue un proceso lento, nos hace pensar que de haberlo alcanzado antes, nuestro país se encontraría actualmente en otros procesos progresistas, como haber tenido ya una mujer presidenta, más gobiernos estatales dirigidos por mujeres, gabinetes con más mujeres de lo que marca la paridad y muchas más secretarias de estado en las entidades.

Antes de eso, nos enfrentamos gradualmente a cuotas de género, a dejar en la voluntad de los partidos políticos si se le otorgaba o no la participación política a las mujeres, a miles de impugnaciones, a procesos indignos que nos llevaron a las denominadas “Juanitas” y a juicios políticos para obtener a golpe de sentencia nuestros derechos políticos y el derecho a ejercer nuestra ciudadanía.

No ha sido fácil, no ha sido solas, nuestra participación política y nuestro liderazgo, es y ha sido fruto de procesos colectivos, de batallas que abrazamos juntas y de la lucha de cientos de miles de mujeres que desde la digna rabia alzaron la voz desde hace décadas para cambiar el rumbo de un país que se dedica a invisibilizar los derechos humanos de las mujeres. La victoria por el sufragio ya es nuestra, ahora luchamos por erradicar la violencia política, por lograr ejercer el poder de otras formar que no sean las del patriarcado y porque en ese camino tortuoso, no se nos siga arrebatando la vida como ha sucedido con candidatas, regidoras y diputadas, en procesos electorales pasados y en los tiempos más modernos de nuestro país.

La deuda con nosotras ha disminuido por nuestra determinación, pero aún es extensa, y bajo ninguna circunstancia damos por sentado que los derechos conquistados son inamovibles, para dejarlo claro, me permito citar a Simone de Beauvoir: “No olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, debéis permanecer vigilantes toda vuestra vida”.