Existen valores individuales y sociales; en el primero de los casos, podemos mencionar la prudencia, la contemplación, la sabiduría y el compromiso. En el caso de los segundos, la concordia, el civismo, la tolerancia y la inclusión. Cuando existe una controversia entre particulares en donde se dé una diferencia de opinión es necesario apelar a nuestra convicción moral, cuando la diferencia es política, los principios que se discuten están bajo la férula de la ética; de ahí que cuando hay una contienda política reñida, una vez que se determina la opinión de las mayorías se deben destacar los valores sociales, pero, sobre todo, entender que son las instituciones las que serán receptoras de la voluntad popular para plasmarla en la realidad nacional.
En días pasados vivimos una contienda electoral muy reñida y se determinó en las urnas la voluntad de las mayorías sobre quiénes nos gobernarán; sin embargo, no así el sentido de nación que ha imperado por años y que se ha vitalizado de forma profunda; por lo que en el ambiente existen resabios de confrontación. Por un lado, los ganadores que deben ser conscientes de la responsabilidad que significa gobernar, y por el otro, los derrotados que no han asimilado la situación y que todavía no se ponen a reflexionar el por qué no fueron favorecidos por el electorado; por lo que esta tensión social me permite generar tres puntos de vista:
En primer término, habría que decir que en estos momentos hay que apelar a la tolerancia y la concordia entre iguales; si bien es cierto que podemos tener puntos de vista distintos, también lo es que hay puntos de confluencia ineludibles que nos obligan a caminar juntos. Todas las formas de opinar son respetables, cada quien ve el mundo de forma diferente y ahí está la riqueza de una sociedad. En política, en ocasiones hay plataformas que convencen más que otras y permiten que se realice un consenso en las urnas para llevar al poder a un líder en especial; sin embargo, eso no quiere decir que la opinión de las minorías no cuente, tampoco que se tengan que descalificar a unos o a otros, de ahí que deben surgir la tolerancia y la concordia; la primera es de alcances extrínsecos, de quien gana algo frente a quien lo pierde, de quien es distinto hacia quien cree que no lo es. La concordia es un valor social intrínseco, parte de la esencia del individuo y va encaminada a unificar la voluntad de las personas para conformar la buena fe y el sentido positivo de las cosas; de ahí que no podemos seguir en una vorágine de descontentos, desacuerdos y descalificaciones; se debe proceder a construir un punto de acuerdo en donde lo más importante es dejar de lado la especulación para entrar a los hechos.
En segundo término, habría que decir que el gobierno que se avecina encabezado por Andrés Manuel López Obrador está dentro de una gran ola de expectativas, por lo que debe de buscar la concordia al interior del país, y en esto tiene una gran responsabilidad la licenciada Olga Sánchez Cordero, virtual Secretaria de Gobernación, ya que se deben establecer los principios de gobierno igualitario, respeto irrestricto a la Constitución, puertas abiertas al pueblo, instituciones fuertes que permitan resaltar el valor de la ley como elemento fundamental para dirimir desacuerdos, pero, sobre todo, que quienes tienen reclamos puedan solventarlos por medio de la justicia, y quienes se vean afectados acudan con toda confianza a las instituciones para que se les defienda en sus derechos sin distingos de religión, ideología o preferencia electoral.
En tercer término, habría que decir que, por su parte, México debe lanzar una fuerte ofensiva internacional para que se genere un espíritu de tolerancia y respeto a nuestra forma de ser, a nuestra cultura, que podamos ser escuchados en todos los foros internacionales y que estemos a la altura de cualquier nación; este esfuerzo lo encabezará el licenciado Marcelo Ebrard Casaubón, quien ha sido designado secretario de Relaciones Exteriores del gobierno entrante, de ahí que se deben retomar principios de política internacional que han sido baluarte de la diplomacia mexicana, la cual es sumamente respetada en el mundo, ideas que parten del principio juarista de que, entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz, pero el alcance de la intención debe ser más profundo, se debe revitalizar la iniciativa mexicana, es decir, generar acciones de presencia y acto de México en donde se busque a toda costa dejar de ser vistos como un país tercermundista o subdesarrollado, en donde se valore nuestra cultura milenaria, pero, sobre todo, que se aprecie a los mexicanos de hoy, los cuales desean que su Patria sea una potencia mundial que esté presente en todos los foros, que participe en todas las actividades de alta envergadura, que el nombre de México se escuche a lo largo y ancho del orbe, una política internacional ambiciosa, hiperactiva, de empuje, encaminada a posicionarnos, no sólo en lo económico sino también en los ámbitos científico, tecnológico, artístico, económico y humano. El respeto a lo que somos es primordial y no se deberá descansar para recobrar la dignidad que nos merecemos.
Generemos un espíritu de concordia, y quienes ganaron podrán cumplir con sus promesas y quienes perdieron podrán reponerse de su derrota, organizarse y mejorar, reconociendo sus errores y enmendarlos, y así, en el momento propicio unos rendirán cuentas y los otros las solicitarán, mientras el pueblo juzgue con sabiduría y otorgue su confianza a quien considera lo representa mejor.
México ha cambiado y ha crecido en estos últimos días de forma importante; ahora es momento de continuar así para encaminarnos al destino histórico que nos está esperando ¿No creen estimados lectores?
