/ lunes 29 de octubre de 2018

Derechazo brasileño

La ley del péndulo es una constante que se presenta en el estudio de las ciencias sociales en lo referente a la alternancia que hay del ascenso al poder de tendencias ideológicas opuestas. De repente se presenta una tendencia hacia la izquierda que influye en ciertas regiones, pero, después se da el fenómeno de que por el desgaste en el ejercicio en el poder o la falta de objetividad y prudencia en la toma de decisiones en los líderes que llegan a ocupar los puestos de representación popular, se vota por el polo opuesto, o viceversa. Lo que nos permite generar tres puntos de vista:

En primer término, habría que decir que Brasil es uno de los países más poderosos de Sur de América, cuenta con un territorio envidiable, recursos naturales inmensos y es una potencia de desarrollo en el continente; su importancia geopolítica es destacada, ya que además de contar con una inmensa población, es necesario para el equilibrio del entramado político del mundo; de ahí que no sea asunto menor lo que sucede en esa nación, por lo que la reciente elección ha sido observada con detenimiento por todo el orbe, causando estupor la designación de Jair Bolsonaro como el nuevo presidente de los brasileños después de una segunda vuelta muy reñida en donde dejó en el camino al candidato oficialista Fernando Haddad, quien no pudo con la fuerte andanada de ocurrencias y promesas irrealizables del nuevo paladín de la derecha, que frena de forma contundente la expansión de las izquierdas, por su reciente triunfo en países como México.

En segundo término, habría que decir que Bolsonaro es un personaje de estos que han surgido de repente que encarnan la irreverencia y la actitud beligerante y contumaz que se basa en escandalizar y provocar a la sociedad con el fin de llamar su atención, situación que ha logrado; de ahí que se ha hecho de la presidencia de Brasil enarbolando un discurso de odio y confrontación, pero, sobre todo, llevando a los extremos la participación de la sociedad, lo que augura un fuerte cambio en esta nación que en los últimos años se ha visto inmersa en situaciones de corrupción y desencanto social que ha permitido que metan a la cárcel a uno de sus máximos líderes, como es el caso de Luiz Inácio Lula da Silva, el cual ya había gobernado ese país en el periodo del 2003 al 2010. Bolsonaro es llamado el Trump tropical por sus desplantes majaderos e irreverentes que arremeten contra minorías o grupos sociales desprotegidos; que impulsa una agenda proteccionista y revisionista, y que acota de tajo el proyecto socialista brasileño, el cual había dominado por los últimos años, lo que nos dice que al parecer regresa y con fuerza el sentido ideológico de los líderes políticos y se reviven las posiciones encontradas de visiones distintas de entender el mundo, y poco a poco, de nuevo se acomodan los contrapesos entre los países que son de derecha y los que son de izquierda, generándose así un retroceso en búsqueda de una síntesis que al parecer no se dará en tiempos venideros.

En tercer término, esta elección es una llamada de atención para países como México, en donde de forma por demás contundente la población eligió a un líder de izquierda que está a punto de tomar el poder y que debe ver con detenimiento el fenómeno brasileño para entender que es muy importante saber administrar el ejercicio del poder, ya que la popularidad no lo es todo y que la gente acude a las urnas buscando en sus gobernantes personas que le proporcionen certidumbre, que les otorguen las respuestas a sus necesidades, que se enfoquen en una adecuada administración de los servicios, de dotar de empleos mejor remunerados, seguridad adecuada, acotamiento de los grupos de poder, ataque a la corrupción, justicia pronta y expedita, salud universal, canasta básica accesible, transporte público económico y eficiente, energía barata y limpia, educación gratuita, conectividad e innovación, movilidad y desarrollo, comercio, expansión global, protección a la ecología, etc. La sociedad de la información ocupa resolver sus problemas de sustento diario, pero también necesita libertad y respeto al umbral del hombre-estado, el cual expande su esfera de derechos e influencia en el espacio primario, pero también en el universo de los metalenguajes y de la proyección cibernética y tecnológica. El ser nominal se impone sobre el ente material, se asocia a la necesidad de la masa en busca de confeccionar un rostro universal que se asoma como irreverente, contestatario, inquieto, pero, sobre todo, impredecible.

Si el pueblo no ve respuesta en estos temas de percepción inmediata no habrá proyectos o estrategias que convenzan, sino al contrario, cada imposición abona al descontento y a la pérdida de legitimidad de quienes piensan que el poder es para siempre.

El fenómeno brasileño es singular, no sólo porque hay un cambio de estafeta ideológico, sino porque en esa nación existen rastros históricos de que también hay grupos de poder de ultraderecha que cuentan con una fuerte influencia a nivel internacional, y que, alineados con otros sectores de ese mismo signo, podrían crear un resurgimiento de ideas que se pensaban ya habían sido arrejoladas al humo de la historia.

Es menester aprender que quien manda es el pueblo, que nadie tiene la verdad absoluta, que el voto es el camino más cercano para llegar al poder, pero, que hoy en día no hay líder o partido que se precie de ser el tenedor absoluto de las preferencias de la sociedad; por ello, es necesario que se afirme que la democracia en cualquiera de sus expresiones es el camino adecuado de la toma de decisiones, y que si el pueblo manda y se equivoca, entonces vuelve a mandar ¿No creen, estimados lectores?

reacolaborador@yahoo.com.mx

La ley del péndulo es una constante que se presenta en el estudio de las ciencias sociales en lo referente a la alternancia que hay del ascenso al poder de tendencias ideológicas opuestas. De repente se presenta una tendencia hacia la izquierda que influye en ciertas regiones, pero, después se da el fenómeno de que por el desgaste en el ejercicio en el poder o la falta de objetividad y prudencia en la toma de decisiones en los líderes que llegan a ocupar los puestos de representación popular, se vota por el polo opuesto, o viceversa. Lo que nos permite generar tres puntos de vista:

En primer término, habría que decir que Brasil es uno de los países más poderosos de Sur de América, cuenta con un territorio envidiable, recursos naturales inmensos y es una potencia de desarrollo en el continente; su importancia geopolítica es destacada, ya que además de contar con una inmensa población, es necesario para el equilibrio del entramado político del mundo; de ahí que no sea asunto menor lo que sucede en esa nación, por lo que la reciente elección ha sido observada con detenimiento por todo el orbe, causando estupor la designación de Jair Bolsonaro como el nuevo presidente de los brasileños después de una segunda vuelta muy reñida en donde dejó en el camino al candidato oficialista Fernando Haddad, quien no pudo con la fuerte andanada de ocurrencias y promesas irrealizables del nuevo paladín de la derecha, que frena de forma contundente la expansión de las izquierdas, por su reciente triunfo en países como México.

En segundo término, habría que decir que Bolsonaro es un personaje de estos que han surgido de repente que encarnan la irreverencia y la actitud beligerante y contumaz que se basa en escandalizar y provocar a la sociedad con el fin de llamar su atención, situación que ha logrado; de ahí que se ha hecho de la presidencia de Brasil enarbolando un discurso de odio y confrontación, pero, sobre todo, llevando a los extremos la participación de la sociedad, lo que augura un fuerte cambio en esta nación que en los últimos años se ha visto inmersa en situaciones de corrupción y desencanto social que ha permitido que metan a la cárcel a uno de sus máximos líderes, como es el caso de Luiz Inácio Lula da Silva, el cual ya había gobernado ese país en el periodo del 2003 al 2010. Bolsonaro es llamado el Trump tropical por sus desplantes majaderos e irreverentes que arremeten contra minorías o grupos sociales desprotegidos; que impulsa una agenda proteccionista y revisionista, y que acota de tajo el proyecto socialista brasileño, el cual había dominado por los últimos años, lo que nos dice que al parecer regresa y con fuerza el sentido ideológico de los líderes políticos y se reviven las posiciones encontradas de visiones distintas de entender el mundo, y poco a poco, de nuevo se acomodan los contrapesos entre los países que son de derecha y los que son de izquierda, generándose así un retroceso en búsqueda de una síntesis que al parecer no se dará en tiempos venideros.

En tercer término, esta elección es una llamada de atención para países como México, en donde de forma por demás contundente la población eligió a un líder de izquierda que está a punto de tomar el poder y que debe ver con detenimiento el fenómeno brasileño para entender que es muy importante saber administrar el ejercicio del poder, ya que la popularidad no lo es todo y que la gente acude a las urnas buscando en sus gobernantes personas que le proporcionen certidumbre, que les otorguen las respuestas a sus necesidades, que se enfoquen en una adecuada administración de los servicios, de dotar de empleos mejor remunerados, seguridad adecuada, acotamiento de los grupos de poder, ataque a la corrupción, justicia pronta y expedita, salud universal, canasta básica accesible, transporte público económico y eficiente, energía barata y limpia, educación gratuita, conectividad e innovación, movilidad y desarrollo, comercio, expansión global, protección a la ecología, etc. La sociedad de la información ocupa resolver sus problemas de sustento diario, pero también necesita libertad y respeto al umbral del hombre-estado, el cual expande su esfera de derechos e influencia en el espacio primario, pero también en el universo de los metalenguajes y de la proyección cibernética y tecnológica. El ser nominal se impone sobre el ente material, se asocia a la necesidad de la masa en busca de confeccionar un rostro universal que se asoma como irreverente, contestatario, inquieto, pero, sobre todo, impredecible.

Si el pueblo no ve respuesta en estos temas de percepción inmediata no habrá proyectos o estrategias que convenzan, sino al contrario, cada imposición abona al descontento y a la pérdida de legitimidad de quienes piensan que el poder es para siempre.

El fenómeno brasileño es singular, no sólo porque hay un cambio de estafeta ideológico, sino porque en esa nación existen rastros históricos de que también hay grupos de poder de ultraderecha que cuentan con una fuerte influencia a nivel internacional, y que, alineados con otros sectores de ese mismo signo, podrían crear un resurgimiento de ideas que se pensaban ya habían sido arrejoladas al humo de la historia.

Es menester aprender que quien manda es el pueblo, que nadie tiene la verdad absoluta, que el voto es el camino más cercano para llegar al poder, pero, que hoy en día no hay líder o partido que se precie de ser el tenedor absoluto de las preferencias de la sociedad; por ello, es necesario que se afirme que la democracia en cualquiera de sus expresiones es el camino adecuado de la toma de decisiones, y que si el pueblo manda y se equivoca, entonces vuelve a mandar ¿No creen, estimados lectores?

reacolaborador@yahoo.com.mx

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