/ lunes 17 de diciembre de 2018

El olor a Navidad

En el mundo de los metalenguajes existe un nivel especial en el cual se une lo material y lo espiritual, un punto de confluencia en donde el superhombre se dispone a ver pasar los fenómenos vitales sin tomar en cuenta el tiempo; en donde el espíritu disfruta del presente sin remordimientos y expresa abiertamente sus más profundos sentimientos, abandonando las posturas o el afán de aparentar religando la conciencia en la búsqueda de la felicidad.

En días próximos estaremos festejando una de las fiestas más tradicionales de la humanidad, que es la Navidad. En México esta festividad toma relevancia porque potencia nuestras expresiones culturales y se entrelaza con celebraciones religiosas y autóctonas que veneran la vida, la naturaleza, la fertilidad, el amor y la incansable búsqueda de la paz; por lo que este momento tan especial me permite generar tres puntos de vista:

En primer término, habría que decir que es muy cansado estar siempre en guardia; la imposición de arquetipos para entrar en una vorágine comercial que invita al despilfarro afecta a miles de mexicanos que no cuentan con la capacidad económica para “entrar” en la dinámica consumista y se ven avasallados por un fin de año plagado de vicisitudes y necesidades, personas del común que han sido revolcadas por el infortunio y arrejoladas por el poder del destino a un rincón en donde la sociedad no los ve ni los escucha. Son muchos, pero no los tomamos en cuenta porque no salen a protestar, no están en un partido político, ni pueden acceder a la tecnología para nutrir sus redes sociales con fotos o plasmar momentos felices; deambulan por todas partes pero los ignoramos, se nos hace cómodo pensar que no existen y optamos por permanecer en nuestra zona de confort y convencernos de que no podemos hacer nada para apoyar.

En segundo término, habría que decir que el reencuentro no es propio de un ente material, tampoco es producto de entelequias personales; la renovación y el acto de religarse inicia en el “sí mismo”, es voluntario y espontáneo. El respetar el alma es una necesidad fundamental del hombre porque en ese momento se descarga todo el resentimiento que llevamos de afrentas cotidianas que van desde el saber y escuchar todos los días de cientos de personas que mueren asesinadas, o de otras tantas que han desaparecido, amén de los que han sido brutalmente flagelados por la delincuencia, hasta saber de los miles de niños que derraman sus lágrimas ante la guerra y quedan a merced de la maldad; la destrucción sistemática de nuestros ecosistemas, la desaparición de especies de la fauna y de la flora, el incremento de la confrontación y el desarrollo imparable del discurso de odio en donde la discriminación aumenta sin freno; ante eso no hay sentimiento más poderoso que el perdón, tanto para quienes nos ofenden como para nosotros mismos; el aprender a perdonarnos por los actos equivocados que todos cometemos, en donde lastimamos a los que amamos, en donde no respetamos nuestras leyes, no escuchamos los preceptos de nuestras creencias, donde justificamos nuestras faltas para minimizar el daño, entonces la contrición es necesaria, y con ella la renovación, el renacimiento del hombre.

En tercer término, debemos decir que es la época de recordar a los que ya no están con nosotros, saber que cuando nos acompañaron nos regalaron mensajes de sabiduría que nos permiten entender que cada compañía es un tesoro, que un amigo es invaluable, que cada una de las personas que están en nuestra dinámica de vida es parte del gran proyecto diseñado para nosotros, que forman parte de un gran significado, que el mundo nos comprende por ellos; que la conexión no es a través del aparato, sino del alma, que la riqueza que te da la tecnología para ver y escuchar las epopeyas de amigos y conocidos es un poderoso medio para navegar en el universo y multiplicar tus ojos, tus sentidos y que te ayudan a buscar la felicidad.

Hemos logrado llegar de nuevo al punto de confluencia de la Navidad, al cierre del ciclo anual que nos permite festejar el estar vivos con nuestros seres queridos, motivo de felicidad y armonía; por ello debemos ser solidarios y, cada quien, en la medida de sus posibilidades compartir un obsequio con los más pobres, con quienes más lo necesitan de nuestro entorno, volver a ver a esas personas que están ahí, que sufren y están solas y extenderles la mano, una cobija, un regalo, un pedazo de pan, y a nuestros líderes y autoridades conminarlas a que hagan un esfuerzo para que en esta próxima noche buena los más desafortunados puedan tener un momento de calidez y de comprensión; de esa forma podemos acercarnos unos a otros y encontrar la manera de estrechar nuestras manos reconociéndonos como iguales, como seres con sentimientos y virtudes y darnos un fuerte abrazo de Navidad, para así triunfar de nuevo como humanidad justificando nuestra existencia en este hermoso mundo.

En mi caso, debo agradecer el hecho de saber que todos están bien, que hemos superado en la familia fuertes problemas de salud, separaciones, carencias, dificultades, que hemos transitado con dignidad y respeto a los demás las pruebas que se nos han puesto, y por ello estoy agradecido. Soy feliz al recordar a mi padre con orgullo, ver a mi madre mejorando de sus fuertes dolencias, a mi esposa superándose cada día más, a mis hijos creciendo y desarrollándose, al igual que mis sobrinos, a mis hermanos triunfando, a mis amigos realizados con sus familias, a mis compañeros vigentes, valientes y más presentes que nunca.

Amamos la vida y aprendamos a transitarla; aprovechemos cada instante de ella y disfrutémoslo intensamente, porque estos momentos únicos jamás se volverán a repetir ¿No creen, estimados lectores?

reacolaborador@yahoo.com.mx

En el mundo de los metalenguajes existe un nivel especial en el cual se une lo material y lo espiritual, un punto de confluencia en donde el superhombre se dispone a ver pasar los fenómenos vitales sin tomar en cuenta el tiempo; en donde el espíritu disfruta del presente sin remordimientos y expresa abiertamente sus más profundos sentimientos, abandonando las posturas o el afán de aparentar religando la conciencia en la búsqueda de la felicidad.

En días próximos estaremos festejando una de las fiestas más tradicionales de la humanidad, que es la Navidad. En México esta festividad toma relevancia porque potencia nuestras expresiones culturales y se entrelaza con celebraciones religiosas y autóctonas que veneran la vida, la naturaleza, la fertilidad, el amor y la incansable búsqueda de la paz; por lo que este momento tan especial me permite generar tres puntos de vista:

En primer término, habría que decir que es muy cansado estar siempre en guardia; la imposición de arquetipos para entrar en una vorágine comercial que invita al despilfarro afecta a miles de mexicanos que no cuentan con la capacidad económica para “entrar” en la dinámica consumista y se ven avasallados por un fin de año plagado de vicisitudes y necesidades, personas del común que han sido revolcadas por el infortunio y arrejoladas por el poder del destino a un rincón en donde la sociedad no los ve ni los escucha. Son muchos, pero no los tomamos en cuenta porque no salen a protestar, no están en un partido político, ni pueden acceder a la tecnología para nutrir sus redes sociales con fotos o plasmar momentos felices; deambulan por todas partes pero los ignoramos, se nos hace cómodo pensar que no existen y optamos por permanecer en nuestra zona de confort y convencernos de que no podemos hacer nada para apoyar.

En segundo término, habría que decir que el reencuentro no es propio de un ente material, tampoco es producto de entelequias personales; la renovación y el acto de religarse inicia en el “sí mismo”, es voluntario y espontáneo. El respetar el alma es una necesidad fundamental del hombre porque en ese momento se descarga todo el resentimiento que llevamos de afrentas cotidianas que van desde el saber y escuchar todos los días de cientos de personas que mueren asesinadas, o de otras tantas que han desaparecido, amén de los que han sido brutalmente flagelados por la delincuencia, hasta saber de los miles de niños que derraman sus lágrimas ante la guerra y quedan a merced de la maldad; la destrucción sistemática de nuestros ecosistemas, la desaparición de especies de la fauna y de la flora, el incremento de la confrontación y el desarrollo imparable del discurso de odio en donde la discriminación aumenta sin freno; ante eso no hay sentimiento más poderoso que el perdón, tanto para quienes nos ofenden como para nosotros mismos; el aprender a perdonarnos por los actos equivocados que todos cometemos, en donde lastimamos a los que amamos, en donde no respetamos nuestras leyes, no escuchamos los preceptos de nuestras creencias, donde justificamos nuestras faltas para minimizar el daño, entonces la contrición es necesaria, y con ella la renovación, el renacimiento del hombre.

En tercer término, debemos decir que es la época de recordar a los que ya no están con nosotros, saber que cuando nos acompañaron nos regalaron mensajes de sabiduría que nos permiten entender que cada compañía es un tesoro, que un amigo es invaluable, que cada una de las personas que están en nuestra dinámica de vida es parte del gran proyecto diseñado para nosotros, que forman parte de un gran significado, que el mundo nos comprende por ellos; que la conexión no es a través del aparato, sino del alma, que la riqueza que te da la tecnología para ver y escuchar las epopeyas de amigos y conocidos es un poderoso medio para navegar en el universo y multiplicar tus ojos, tus sentidos y que te ayudan a buscar la felicidad.

Hemos logrado llegar de nuevo al punto de confluencia de la Navidad, al cierre del ciclo anual que nos permite festejar el estar vivos con nuestros seres queridos, motivo de felicidad y armonía; por ello debemos ser solidarios y, cada quien, en la medida de sus posibilidades compartir un obsequio con los más pobres, con quienes más lo necesitan de nuestro entorno, volver a ver a esas personas que están ahí, que sufren y están solas y extenderles la mano, una cobija, un regalo, un pedazo de pan, y a nuestros líderes y autoridades conminarlas a que hagan un esfuerzo para que en esta próxima noche buena los más desafortunados puedan tener un momento de calidez y de comprensión; de esa forma podemos acercarnos unos a otros y encontrar la manera de estrechar nuestras manos reconociéndonos como iguales, como seres con sentimientos y virtudes y darnos un fuerte abrazo de Navidad, para así triunfar de nuevo como humanidad justificando nuestra existencia en este hermoso mundo.

En mi caso, debo agradecer el hecho de saber que todos están bien, que hemos superado en la familia fuertes problemas de salud, separaciones, carencias, dificultades, que hemos transitado con dignidad y respeto a los demás las pruebas que se nos han puesto, y por ello estoy agradecido. Soy feliz al recordar a mi padre con orgullo, ver a mi madre mejorando de sus fuertes dolencias, a mi esposa superándose cada día más, a mis hijos creciendo y desarrollándose, al igual que mis sobrinos, a mis hermanos triunfando, a mis amigos realizados con sus familias, a mis compañeros vigentes, valientes y más presentes que nunca.

Amamos la vida y aprendamos a transitarla; aprovechemos cada instante de ella y disfrutémoslo intensamente, porque estos momentos únicos jamás se volverán a repetir ¿No creen, estimados lectores?

reacolaborador@yahoo.com.mx

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