/ domingo 9 de mayo de 2021

Una justicia inconsistente

Ya decía un jurista joven, michoacano, talentoso, de mente brillante, con una reconocida imagen, de honestidad irrefutable, de un origen humilde como generalmente se caracterizan los hombres insignes, me refiero a don Ignacio Ramírez, quien en su época y en su primer discurso, expresó que, los seres se sostienen por sí mismos, idea que me parece aplicable para las instituciones públicas, esas que nos hemos dado los mexicanos y muy en particular, a la institución de la procuración y de la administración de la justicia.

Es bien sabido que, quienes ostentan los cargos de ministros, de magistrados, de consejeros, dejan en claro que su acceso a tales cargos, no es producto de su genialidad, de su honorabilidad, de su dignidad, de su valor civil o de su interés y compromiso por servir con lealtad y eficiencia al pueblo, a quien se deben, pues es el pueblo quien realmente les da la oportunidad de acceder a la función pública y los mantiene en dichos cargos.

El propósito y el objetivo de la función pública, debería estar revestido de, aquellos valores que garanticen a los mexicanos, vivir felices, tranquilos, seguros, lo que conllevaría un servicio público en el que la corrupción no tendría cabida, un sistema sostenido por sí mismo.

Desgraciadamente, en nuestra sociedad actual, cualquiera que sea su contexto, es un tragedia nacional ante la pérdida de vidas de manera violenta, bien provocadas, bien accidentales; la pérdida de nuestra patrimonio, la pérdida de nuestra seguridad, etc. pues es evidente que, desde que el ejecutivo federal accedió al poder, nuestra realidad social se agrava diariamente.

Cierto es que, nuestro actual presidente no llegó ahí por su talento, sino por el hartazgo de quienes antes gobernaban, pero paradójicamente, aquellos resultaron ser los menos peores, evidenciándose así que, el pueblo no acertó en la mejor opción, pues con su actuar, el titular del ejecutivo federal, se falta el respeto así mismo desde la institución que preside, pues se lo olvidó que manifestó bajo protesta, ante todo el pueblo mexicano que, cumpliría la Constitución, lo que no resultó cierto, faltando a su palabra y a esa honestidad que pregonaba, por citar algunas de sus tantas mentiras que en aquel momento expresó.

Aquí en Jalisco ni se diga, porque el escenario es igual de desalentador, cargos para los cuales no es indispensable la honestidad, la capacidad, la dignidad o la vergüenza, bien de gobernador, bien de presidente municipal, bien de magistrado, de consejero de la judicatura o de juez, pues a esos puestos se llega primeramente por el compromiso político que se adquiere, lo que conllevará conducirse con toda deshonestidad y someterse al gobernante en turno y al padrino político, quien realmente es la persona que les consiguió el puesto.

El foro estatal y nacional de abogados tenemos una gran responsabilidad ante este vergonzoso, lastimoso e indigno gobierno, a quien le debemos en gran parte lo que estamos padeciendo.

Para restablecer nuestra realidad social a un estatus decoroso, se requiere el cambio de mentalidad, dejar el confort de la cobardía, la apatía y la impotencia, es necesario actuar de frente y pagar el precio que sea necesario, sobre todo los mayorcitos como yo, a quienes nos corresponde mayormente, legar una mejor sociedad a los que vienen detrás de nosotros para que, por lo menos tengan aire limpio, no como el que en este fin de semana nos tocó respirar.

Cierto es que el prometer no empobrece, sería interesante ver a los aspirantes en campaña, actuar y actuar de manera inmediata, porque ante nuestro escenario social ya no son suficientes las promesas. ¡Vamos mexicanos!

* Director del Observatorio Académico de Justicia y Seguridad Pública de la División de Estudios Jurídicos de la Universidad de Guadalajara.

Ya decía un jurista joven, michoacano, talentoso, de mente brillante, con una reconocida imagen, de honestidad irrefutable, de un origen humilde como generalmente se caracterizan los hombres insignes, me refiero a don Ignacio Ramírez, quien en su época y en su primer discurso, expresó que, los seres se sostienen por sí mismos, idea que me parece aplicable para las instituciones públicas, esas que nos hemos dado los mexicanos y muy en particular, a la institución de la procuración y de la administración de la justicia.

Es bien sabido que, quienes ostentan los cargos de ministros, de magistrados, de consejeros, dejan en claro que su acceso a tales cargos, no es producto de su genialidad, de su honorabilidad, de su dignidad, de su valor civil o de su interés y compromiso por servir con lealtad y eficiencia al pueblo, a quien se deben, pues es el pueblo quien realmente les da la oportunidad de acceder a la función pública y los mantiene en dichos cargos.

El propósito y el objetivo de la función pública, debería estar revestido de, aquellos valores que garanticen a los mexicanos, vivir felices, tranquilos, seguros, lo que conllevaría un servicio público en el que la corrupción no tendría cabida, un sistema sostenido por sí mismo.

Desgraciadamente, en nuestra sociedad actual, cualquiera que sea su contexto, es un tragedia nacional ante la pérdida de vidas de manera violenta, bien provocadas, bien accidentales; la pérdida de nuestra patrimonio, la pérdida de nuestra seguridad, etc. pues es evidente que, desde que el ejecutivo federal accedió al poder, nuestra realidad social se agrava diariamente.

Cierto es que, nuestro actual presidente no llegó ahí por su talento, sino por el hartazgo de quienes antes gobernaban, pero paradójicamente, aquellos resultaron ser los menos peores, evidenciándose así que, el pueblo no acertó en la mejor opción, pues con su actuar, el titular del ejecutivo federal, se falta el respeto así mismo desde la institución que preside, pues se lo olvidó que manifestó bajo protesta, ante todo el pueblo mexicano que, cumpliría la Constitución, lo que no resultó cierto, faltando a su palabra y a esa honestidad que pregonaba, por citar algunas de sus tantas mentiras que en aquel momento expresó.

Aquí en Jalisco ni se diga, porque el escenario es igual de desalentador, cargos para los cuales no es indispensable la honestidad, la capacidad, la dignidad o la vergüenza, bien de gobernador, bien de presidente municipal, bien de magistrado, de consejero de la judicatura o de juez, pues a esos puestos se llega primeramente por el compromiso político que se adquiere, lo que conllevará conducirse con toda deshonestidad y someterse al gobernante en turno y al padrino político, quien realmente es la persona que les consiguió el puesto.

El foro estatal y nacional de abogados tenemos una gran responsabilidad ante este vergonzoso, lastimoso e indigno gobierno, a quien le debemos en gran parte lo que estamos padeciendo.

Para restablecer nuestra realidad social a un estatus decoroso, se requiere el cambio de mentalidad, dejar el confort de la cobardía, la apatía y la impotencia, es necesario actuar de frente y pagar el precio que sea necesario, sobre todo los mayorcitos como yo, a quienes nos corresponde mayormente, legar una mejor sociedad a los que vienen detrás de nosotros para que, por lo menos tengan aire limpio, no como el que en este fin de semana nos tocó respirar.

Cierto es que el prometer no empobrece, sería interesante ver a los aspirantes en campaña, actuar y actuar de manera inmediata, porque ante nuestro escenario social ya no son suficientes las promesas. ¡Vamos mexicanos!

* Director del Observatorio Académico de Justicia y Seguridad Pública de la División de Estudios Jurídicos de la Universidad de Guadalajara.