/ lunes 22 de enero de 2024

La comedia de una generación


Ha corrido por las redes sociales, un comentario muy ufano, relacionado con una generación nacida entre los años, cincuentas - sesentas, de la que, se dice, ha sido una generación de hombres y mujeres que, aprendimos el respeto (y a partir de ahí), siempre dimos ejemplo de lo que, ello conlleva, porque así se nos educó. Se nos inculcó el respeto por nuestros padres, por la familia, por nuestro hogar, por la patria, por nuestros maestros, por nuestros adultos mayores, pues los nuestros sí que, fueron unos principios morales muy consistentes.

Las actuales generaciones, según los comentarios, son negativamente diferentes y eso puede percibir, de la realidad social por la que estamos transitando en estos precisos momentos y se recalca esa diferencia presuntivamente, no obstante que, las actuales generaciones son producto y resultado de esa generación a la que, yo pertenezco y que, ya nos estamos yendo.

Una vez que, nos hayamos ido, ya no habrá mucho qué presumir, pero lo que sí habrá, será mucho qué reprochar, dada la descomposición social que, sigue su curso en todos los sentidos, lo que no es cosa menor, por lo que, se hace urgente que, antes de que termine de irse nuestra generación, orgullosa de sí misma por ser producto de todos aquellos que nos formaron, nos educaron y nos inculcaron principios, lo que desde luego, nos permitió triunfar en la vida, pues pudimos realizarnos profesionalmente, pues la nuestra, también fue una generación con oportunidades laborales, a fin de lograr además, formar una familia; sin embargo, situados en nuestra realidad social, no hay mucho de qué ufanarse.

Las generaciones que nos presidieron, situadas en el confort del éxito obtenido, consintieron la degradación social en todos los sentidos, al grado tal de haber perdido la paz social, la moral, la política, la profesional, perdieron la estabilidad en todos los órdenes de tal manera que, México transita a simple vista en medio de una catástrofe que, se extiende y alcanza a todo el contexto nacional. Una catástrofe tan desastrosa a simple vista, como el huracán Otis que, no obstante que, el gobierno mexicano fue advertido de tal siniestro, no tomaron ni una sola medida preventiva, dejando cobardemente a la deriva a un parte de nuestro pueblo del que, hasta el día de hoy, no han atendido con la responsabilidad y el deber al que están obligados, por el contrario, están ocupados en distraer su atención de lo que, debería ser su prioridad, pues para ellos, son las cuestiones banales o materiales, a las que dedican su tiempo y nuestros recursos económicos.

Ante tal escenario social, considero que, es responsabilidad de todos, el enfrentar y superar la catástrofe en la que, hemos venido viviendo desde hace ya varios años, propiciada principalmente por nuestras autoridades mendaces, autoridades traidoras, autoridades criminales, dada su complicidad y tolerancia con la delincuencia a la que, ya le reconoce impúdicamente su organización.

Esta generación a la que, yo pertenezco, transitamos ya también hacia nuestro final, por lo que, es el momento de que, todas las demás generaciones, de una manera por demás urgente, sean empáticas a los intereses colectivos, a fin de hacerle frente el caos en que, nos encontramos estancados y al que, parece que, ya nos acostumbramos, pues lo que de seguir en el mismo derrotero, está en riesgo, desde lo más elemental como lo son la vida, la liberad y la salud, hasta otros aspectos no menos importantes como lo son, la educación, la economía, la política, pero todos ellos, factores importantes en el futuro de chicos y grandes y también de todos los demás que, están por venir.

Ya basta de tanta irresponsabilidad, de tanta deshonestidad, corrupción y traición hacia esta noble patria que, nos legaron a costa de mucha sangre nuestros antepasados, constituida en una república democrática, la cual pareciera que, está ya a punto de extinguirse.

¡Vamos pueblo y gobierno! Vamos a enderezar nuestro destino, pues no es nada promisorio, pero que, sí es posible corregir y rescatar de esta debacle que, aún no acaba de aterrizar.


Ha corrido por las redes sociales, un comentario muy ufano, relacionado con una generación nacida entre los años, cincuentas - sesentas, de la que, se dice, ha sido una generación de hombres y mujeres que, aprendimos el respeto (y a partir de ahí), siempre dimos ejemplo de lo que, ello conlleva, porque así se nos educó. Se nos inculcó el respeto por nuestros padres, por la familia, por nuestro hogar, por la patria, por nuestros maestros, por nuestros adultos mayores, pues los nuestros sí que, fueron unos principios morales muy consistentes.

Las actuales generaciones, según los comentarios, son negativamente diferentes y eso puede percibir, de la realidad social por la que estamos transitando en estos precisos momentos y se recalca esa diferencia presuntivamente, no obstante que, las actuales generaciones son producto y resultado de esa generación a la que, yo pertenezco y que, ya nos estamos yendo.

Una vez que, nos hayamos ido, ya no habrá mucho qué presumir, pero lo que sí habrá, será mucho qué reprochar, dada la descomposición social que, sigue su curso en todos los sentidos, lo que no es cosa menor, por lo que, se hace urgente que, antes de que termine de irse nuestra generación, orgullosa de sí misma por ser producto de todos aquellos que nos formaron, nos educaron y nos inculcaron principios, lo que desde luego, nos permitió triunfar en la vida, pues pudimos realizarnos profesionalmente, pues la nuestra, también fue una generación con oportunidades laborales, a fin de lograr además, formar una familia; sin embargo, situados en nuestra realidad social, no hay mucho de qué ufanarse.

Las generaciones que nos presidieron, situadas en el confort del éxito obtenido, consintieron la degradación social en todos los sentidos, al grado tal de haber perdido la paz social, la moral, la política, la profesional, perdieron la estabilidad en todos los órdenes de tal manera que, México transita a simple vista en medio de una catástrofe que, se extiende y alcanza a todo el contexto nacional. Una catástrofe tan desastrosa a simple vista, como el huracán Otis que, no obstante que, el gobierno mexicano fue advertido de tal siniestro, no tomaron ni una sola medida preventiva, dejando cobardemente a la deriva a un parte de nuestro pueblo del que, hasta el día de hoy, no han atendido con la responsabilidad y el deber al que están obligados, por el contrario, están ocupados en distraer su atención de lo que, debería ser su prioridad, pues para ellos, son las cuestiones banales o materiales, a las que dedican su tiempo y nuestros recursos económicos.

Ante tal escenario social, considero que, es responsabilidad de todos, el enfrentar y superar la catástrofe en la que, hemos venido viviendo desde hace ya varios años, propiciada principalmente por nuestras autoridades mendaces, autoridades traidoras, autoridades criminales, dada su complicidad y tolerancia con la delincuencia a la que, ya le reconoce impúdicamente su organización.

Esta generación a la que, yo pertenezco, transitamos ya también hacia nuestro final, por lo que, es el momento de que, todas las demás generaciones, de una manera por demás urgente, sean empáticas a los intereses colectivos, a fin de hacerle frente el caos en que, nos encontramos estancados y al que, parece que, ya nos acostumbramos, pues lo que de seguir en el mismo derrotero, está en riesgo, desde lo más elemental como lo son la vida, la liberad y la salud, hasta otros aspectos no menos importantes como lo son, la educación, la economía, la política, pero todos ellos, factores importantes en el futuro de chicos y grandes y también de todos los demás que, están por venir.

Ya basta de tanta irresponsabilidad, de tanta deshonestidad, corrupción y traición hacia esta noble patria que, nos legaron a costa de mucha sangre nuestros antepasados, constituida en una república democrática, la cual pareciera que, está ya a punto de extinguirse.

¡Vamos pueblo y gobierno! Vamos a enderezar nuestro destino, pues no es nada promisorio, pero que, sí es posible corregir y rescatar de esta debacle que, aún no acaba de aterrizar.