/ domingo 3 de enero de 2021

¿Por qué la verdad ofende?

Algunos lectores, quienes me hacen el honor de leer los artículos, los que me atrevo a suscribir y a publicar semana tras semana, me refieren con una intención muy generosa que, no vale la pena que señale los excesos y errores de nuestras autoridades, dando por cierto que, aquellas se ofenden si llegan a tener noticia de mi publicación.

En alguna ocasión, en esta misma columna, había yo comentado al respecto, reclamándole a mis compañeros de profesión, el guardar silencio ante la corrupción evidente en la procuración y la administración de justicia, pues callar lo que se debe decir, decía Abraham Lincoln, es una cobardía.

Pienso que una autoridad inteligente y honesta, no tiene por qué ofenderse cuando se le señalan los yerros en su administración, partiendo siempre de la idea que, señalar las cosas con toda claridad sin disimularlas; esto es, tal cual son éstas, refleja el propósito de hacer una realidad, respecto a lo que todas las universidades en las ciencias del derecho imparten a sus alumnos, ya que de lo contrario, se incurre en una conducta engañosa, pues cuando el educando va al frente de batalla en el ejercicio de su profesión, ve muy distante la realidad de lo que en la universidad se le instruyó y considero que, es imperdonable el no hacer un esfuerzo y correr los riesgos necesarios para tratar de evitar semejante atrocidad en hombres y mujeres jóvenes, quienes se gradúan con la ilusión de ejercer su profesión en los términos que fueron instruidos, aunado a lo que dicen la leyes, esas que rigen la sociedad en que vivimos.

No es posible que, los que ya estamos entrados en años y vivimos la realidad profesional, revestida de una ausencia absoluta del estado de derecho, sigamos indiferentes, pues hasta el Poder Judicial Federal ha llegado a los extremos de corromperse por el servilismo al ejecutivo federal.

El inicio de un nuevo año es ocasión para restablecer nuestra conciencia profesional y hacer el esfuerzo necesario para cambiar esta realidad, tanto por quienes imparten y procuran justicia, como por todos aquellos que acudimos en su demanda. Es necesario ser leales con nosotros mismos y con las instituciones encargadas de tan noble función, pues es el único instrumento para hacer posible la vida en sociedad.

No es posible vivir con el temor de ser víctimas de la procuración y de la administración de la justicia, ya que los personajes que la suministran hasta hoy lunes, son los mismos que el año pasado y en las mismas condiciones de precariedad de años anteriores. No debemos claudicar ni propios ni extraños, dado el riesgo que representa esta labor frente a quienes están en el poder, entre la evidente ausencia de ética, de la se hizo derroche a lo largo del año recién concluído.

Espero que, así como el gobernador se atreve a señalar al presidente de la república, respecto a aquello que él considera, es nocivo para nuestro estado, así mismo tenga claro que nosotros los mortales, le señalaremos todas las cuestiones nocivas que deriven de su actuación y de la de todo servidor público, quienes aceptaron el cargo para el que se postularon y que fue la sociedad la que se los confirió, a cambio de un salario, el cual se se cubre con los impuestos con los que contribuye la sociedad.

A mis compañeros de profesión, les deseo un feliz y próspero año nuevo y que guardemos una actitud digna, positiva y con todo el valor civil que nos exige el solo hecho de ostentar nuestra profesión, aunado a la responsabilidad moral que existe para con la sociedad en general y la institución que nos formó.

* Director del Observatorio Académico de Justicia y Seguridad Pública de la División de Estudios Jurídicos de la UdeG.

Algunos lectores, quienes me hacen el honor de leer los artículos, los que me atrevo a suscribir y a publicar semana tras semana, me refieren con una intención muy generosa que, no vale la pena que señale los excesos y errores de nuestras autoridades, dando por cierto que, aquellas se ofenden si llegan a tener noticia de mi publicación.

En alguna ocasión, en esta misma columna, había yo comentado al respecto, reclamándole a mis compañeros de profesión, el guardar silencio ante la corrupción evidente en la procuración y la administración de justicia, pues callar lo que se debe decir, decía Abraham Lincoln, es una cobardía.

Pienso que una autoridad inteligente y honesta, no tiene por qué ofenderse cuando se le señalan los yerros en su administración, partiendo siempre de la idea que, señalar las cosas con toda claridad sin disimularlas; esto es, tal cual son éstas, refleja el propósito de hacer una realidad, respecto a lo que todas las universidades en las ciencias del derecho imparten a sus alumnos, ya que de lo contrario, se incurre en una conducta engañosa, pues cuando el educando va al frente de batalla en el ejercicio de su profesión, ve muy distante la realidad de lo que en la universidad se le instruyó y considero que, es imperdonable el no hacer un esfuerzo y correr los riesgos necesarios para tratar de evitar semejante atrocidad en hombres y mujeres jóvenes, quienes se gradúan con la ilusión de ejercer su profesión en los términos que fueron instruidos, aunado a lo que dicen la leyes, esas que rigen la sociedad en que vivimos.

No es posible que, los que ya estamos entrados en años y vivimos la realidad profesional, revestida de una ausencia absoluta del estado de derecho, sigamos indiferentes, pues hasta el Poder Judicial Federal ha llegado a los extremos de corromperse por el servilismo al ejecutivo federal.

El inicio de un nuevo año es ocasión para restablecer nuestra conciencia profesional y hacer el esfuerzo necesario para cambiar esta realidad, tanto por quienes imparten y procuran justicia, como por todos aquellos que acudimos en su demanda. Es necesario ser leales con nosotros mismos y con las instituciones encargadas de tan noble función, pues es el único instrumento para hacer posible la vida en sociedad.

No es posible vivir con el temor de ser víctimas de la procuración y de la administración de la justicia, ya que los personajes que la suministran hasta hoy lunes, son los mismos que el año pasado y en las mismas condiciones de precariedad de años anteriores. No debemos claudicar ni propios ni extraños, dado el riesgo que representa esta labor frente a quienes están en el poder, entre la evidente ausencia de ética, de la se hizo derroche a lo largo del año recién concluído.

Espero que, así como el gobernador se atreve a señalar al presidente de la república, respecto a aquello que él considera, es nocivo para nuestro estado, así mismo tenga claro que nosotros los mortales, le señalaremos todas las cuestiones nocivas que deriven de su actuación y de la de todo servidor público, quienes aceptaron el cargo para el que se postularon y que fue la sociedad la que se los confirió, a cambio de un salario, el cual se se cubre con los impuestos con los que contribuye la sociedad.

A mis compañeros de profesión, les deseo un feliz y próspero año nuevo y que guardemos una actitud digna, positiva y con todo el valor civil que nos exige el solo hecho de ostentar nuestra profesión, aunado a la responsabilidad moral que existe para con la sociedad en general y la institución que nos formó.

* Director del Observatorio Académico de Justicia y Seguridad Pública de la División de Estudios Jurídicos de la UdeG.