/ miércoles 27 de abril de 2022

“O bien vendido, o bien podrido" | Primera parte

Las quejas de la población por el aumento de precios que se está registrando en la actualidad, deberían tomarse como una voz de alarma para que las autoridades echen a andar el aparato oficial que existe precisamente para el control de precios de los artículos de primera necesidad.

Y esto que se apunta de verdad que debería tomarse en cuenta, porque conforme al criterio de los observadores, la situación es tal que no es posible mantener las políticas de flojera o disimulo que se han seguido en los últimos tiempos ante los problemas de encarecimiento de la vida.

La gente demanda un “hasta aquí” a las actitudes de excesiva tolerancia, sólo acordes con las políticas de conservadurismo que desde hace algunos años parece estar en boga.

Los expertos consideran que si bien durante los últimos años se han sucedido las administraciones que apoyan en todo lo que pueden a los sectores empresariales, calificándolos como lo más importante por su función de productores y de creadores de empleo, no por eso deben echar al olvido su obligación de cuidar también se mantenga la justa distribución de la riqueza, a fin de evitar que el equilibrio económico se deteriore a niveles inaceptables.

Está bien que se apoye oficialmente a la llamada “economía”, es decir al sector empresarial, pero no se debe incurrir en los excesos de darles “manga ancha” en demasía. “Es bueno el encaje, pero no tan ancho”, decía un viejo refrán.

Conviene apuntar por cierto, que en las presentes condiciones de aflicción que hay en el país, hay quienes sostienen que como el problema no tiene solución en un tiempo previsible, debe hacerse efectiva la frase de “sálvese quien pueda”. Pero pese a todo ¿puede olvidarse la responsabilidad del estado en loque hace a la defensa de las clases desprotegidas?

¿Ya quedó en el olvido que la mayoría de votos con que se lleva a los políticos al poder, está constituida por gente de las clases bajas? No es de creerse que eso pueda olvidarse. Pero si por alguna razón algunos han caído en este error, es la hora en que deben recapacitar.

Se ha podido en observar que en los momentos de apuro, el sector oficial opta por aumentar los impuestos, para equilibrar sus finanzas. Y en situación similar el sector productivo recurre al alza de precios. Pero los consumidores, o sea las clases trabajadores, ven dificultades en el propósito de mejorar sus ingresos.

Además, hay cosas que no cuadran en esto de mantener en una posición aceptable los niveles de justicia social. Las estadísticas frías, que no mienten, colocan a algunos destacados mexicanos entre los más ricos de mundo y las instituciones bancarias aumentan sus ganancias. Mientras que al mismo tiempo, crece el número de pobres en el país.

¿Qué pasó?...

Es la pregunta que se hacen los observadores.

Las quejas de la población por el aumento de precios que se está registrando en la actualidad, deberían tomarse como una voz de alarma para que las autoridades echen a andar el aparato oficial que existe precisamente para el control de precios de los artículos de primera necesidad.

Y esto que se apunta de verdad que debería tomarse en cuenta, porque conforme al criterio de los observadores, la situación es tal que no es posible mantener las políticas de flojera o disimulo que se han seguido en los últimos tiempos ante los problemas de encarecimiento de la vida.

La gente demanda un “hasta aquí” a las actitudes de excesiva tolerancia, sólo acordes con las políticas de conservadurismo que desde hace algunos años parece estar en boga.

Los expertos consideran que si bien durante los últimos años se han sucedido las administraciones que apoyan en todo lo que pueden a los sectores empresariales, calificándolos como lo más importante por su función de productores y de creadores de empleo, no por eso deben echar al olvido su obligación de cuidar también se mantenga la justa distribución de la riqueza, a fin de evitar que el equilibrio económico se deteriore a niveles inaceptables.

Está bien que se apoye oficialmente a la llamada “economía”, es decir al sector empresarial, pero no se debe incurrir en los excesos de darles “manga ancha” en demasía. “Es bueno el encaje, pero no tan ancho”, decía un viejo refrán.

Conviene apuntar por cierto, que en las presentes condiciones de aflicción que hay en el país, hay quienes sostienen que como el problema no tiene solución en un tiempo previsible, debe hacerse efectiva la frase de “sálvese quien pueda”. Pero pese a todo ¿puede olvidarse la responsabilidad del estado en loque hace a la defensa de las clases desprotegidas?

¿Ya quedó en el olvido que la mayoría de votos con que se lleva a los políticos al poder, está constituida por gente de las clases bajas? No es de creerse que eso pueda olvidarse. Pero si por alguna razón algunos han caído en este error, es la hora en que deben recapacitar.

Se ha podido en observar que en los momentos de apuro, el sector oficial opta por aumentar los impuestos, para equilibrar sus finanzas. Y en situación similar el sector productivo recurre al alza de precios. Pero los consumidores, o sea las clases trabajadores, ven dificultades en el propósito de mejorar sus ingresos.

Además, hay cosas que no cuadran en esto de mantener en una posición aceptable los niveles de justicia social. Las estadísticas frías, que no mienten, colocan a algunos destacados mexicanos entre los más ricos de mundo y las instituciones bancarias aumentan sus ganancias. Mientras que al mismo tiempo, crece el número de pobres en el país.

¿Qué pasó?...

Es la pregunta que se hacen los observadores.