/ miércoles 28 de febrero de 2024

Los Hechos: Las ONG ¿un barril sin fondo?

De un tiempo a la fecha se ha puesto en duda la viabilidad de las Organizaciones no Gubernamentales y quienes las cuestionan parecen tener mucho de razón, tanto por el tibio comportamiento que en ellas se observa, como por el tremendo gasto que representan dentro del erario público.

Poniendo la atención en el funcionamiento de este sector del “servicio público” hay quienes desde el comienzo consideran que puede tratarse de un concepto no válido, puesto que no parece buena la idea de mirar al Gobierno como un sector infestado de delincuentes, que tienen que ser vigilados por otros funcionarios supuestamente honestos, que actuarán en defensa de la población.

Y es que aceptar que en el Gobierno haya muchos elementos ineficientes y hasta criminales, sería un principio equivocado. Esa sería una situación inaceptable. Además, si tenemos la certeza de que entre los gobernantes hay mayoría de maleantes, lo que procedería sería quitarlos de esos puestos para ubicar en ellos a gente honrada. Y nunca ¡jamás! se debería estar de acuerdo en que nos gobierne gente corrupta y que tenemos que ponerle un policía a cada uno para que guarde buena conducta.

Eso es en lo que trata a principios sanos y objetivos. Los que, como su nombre lo indica, son elementales.

Pero por otro lado, está lo que sucede en la práctica con estas ONG, ya que le idea generalizada es que en los puestos importantes de estas organizaciones de vigilancia de los funcionarios públicos y apoyo a la población, se coloca a personas afines a los políticos que se hallan en los puestos de mando. Entonces, si esto es así, ¿cómo puede esperarse que si un político le da a un conocido un “hueso” en una de estas organizaciones, éste pueda posteriormente actuar en su contra? Dice el dicho que nadie muerde la mano a quien le da de comer y la experiencia popular difícilmente se puede equivocar.

Por lo tanto, si se sigue adelante con este tipo de estrategias a base de políticos de dudosa conducta y vigilantes “cuateroles” lo único que se obtendría no sería contar con dos aparatos públicos distintos, sino con un “aparatote” desfigurado. ¿Una máscara para cubrir un rostro oficial nada amigable? La gente dice que eso no va. Políticos con nodriza; nomás eso nos faltaba.

Todas estas consideraciones que la gente se hace son muy importantes, pero no lo son todo, ya que aparte está el enorme gasto que muchas de estas ONG representan, las cuales han sido comparadas por los críticos como un barril sin fondo.

Si el pueblo quiere servidores públicos honrados y capaces, así como las consecuentes dependencias eficientes, los caminos son otros. Estas vías ya son conocidas, pero a veces no son tan accesibles como se quisiera. (Continuará).

De un tiempo a la fecha se ha puesto en duda la viabilidad de las Organizaciones no Gubernamentales y quienes las cuestionan parecen tener mucho de razón, tanto por el tibio comportamiento que en ellas se observa, como por el tremendo gasto que representan dentro del erario público.

Poniendo la atención en el funcionamiento de este sector del “servicio público” hay quienes desde el comienzo consideran que puede tratarse de un concepto no válido, puesto que no parece buena la idea de mirar al Gobierno como un sector infestado de delincuentes, que tienen que ser vigilados por otros funcionarios supuestamente honestos, que actuarán en defensa de la población.

Y es que aceptar que en el Gobierno haya muchos elementos ineficientes y hasta criminales, sería un principio equivocado. Esa sería una situación inaceptable. Además, si tenemos la certeza de que entre los gobernantes hay mayoría de maleantes, lo que procedería sería quitarlos de esos puestos para ubicar en ellos a gente honrada. Y nunca ¡jamás! se debería estar de acuerdo en que nos gobierne gente corrupta y que tenemos que ponerle un policía a cada uno para que guarde buena conducta.

Eso es en lo que trata a principios sanos y objetivos. Los que, como su nombre lo indica, son elementales.

Pero por otro lado, está lo que sucede en la práctica con estas ONG, ya que le idea generalizada es que en los puestos importantes de estas organizaciones de vigilancia de los funcionarios públicos y apoyo a la población, se coloca a personas afines a los políticos que se hallan en los puestos de mando. Entonces, si esto es así, ¿cómo puede esperarse que si un político le da a un conocido un “hueso” en una de estas organizaciones, éste pueda posteriormente actuar en su contra? Dice el dicho que nadie muerde la mano a quien le da de comer y la experiencia popular difícilmente se puede equivocar.

Por lo tanto, si se sigue adelante con este tipo de estrategias a base de políticos de dudosa conducta y vigilantes “cuateroles” lo único que se obtendría no sería contar con dos aparatos públicos distintos, sino con un “aparatote” desfigurado. ¿Una máscara para cubrir un rostro oficial nada amigable? La gente dice que eso no va. Políticos con nodriza; nomás eso nos faltaba.

Todas estas consideraciones que la gente se hace son muy importantes, pero no lo son todo, ya que aparte está el enorme gasto que muchas de estas ONG representan, las cuales han sido comparadas por los críticos como un barril sin fondo.

Si el pueblo quiere servidores públicos honrados y capaces, así como las consecuentes dependencias eficientes, los caminos son otros. Estas vías ya son conocidas, pero a veces no son tan accesibles como se quisiera. (Continuará).