/ jueves 7 de marzo de 2024

Los Hechos | ONG’s a modo y desdentadas

No sólo de ahora, sino en los últimos tiempos, los ciudadanos han visto con desesperanza la manera en que el aparato público ha sufrido descomposturas que sin bien no afectan tanto a los usufructuarios de la dicha administración, sí van en detrimento de una actuación gubernamental eficiente y un servicio apreciable para la población.

Observando uno de los ángulos de esta descompostura oficial y la consecuente descomposición social, la gente piensa que las deficiencias y vicios surgidos en los medios oficiales, se ha querido compensar con la creación de organismos no gubernamentales que supuestamente responden a los intereses de la ciudadanía y la protegen de lo que podría catalogarse como irregularidades oficiales.

Empero, entre los observadores de este crecimiento de la maraña burocrática, se ha expandido la idea de que obviamente, las ONG no cuentan con personalidad ejecutiva, legislativa ni judicial, por lo que como ya se ha indicado anteriormente, la gente considera que su funcionamiento deja mucho qué desear.

Al no tener facultades ejecutivas, legislativas ni judiciales, las ONG son vistas como dependencias flacuchas y sin dientes. Y su actuación ha sido juzgada como una acción desangelada. No hay un enfrentamiento real entre los “buenos” de las ONG y los “malos” que están enquistados en el gobierno.

Entre las dependencias no gubernamentales destacan las dedicadas a defender los derechos humanos; las que dizque pretenden que los políticos hagan públicos, transparentes, todos sus actos y decisiones; las que supuestamente se dedican a combatir la corrupción; y las conocidas como contralorías.

Consideran los observadores que desde este punto de vista, el surgimiento de las ONG podría verse como un reconocimiento de que en la administración pública muchas cosas andan mal y es necesario que se le pongan vigilantes y se les apliquen correctivos.

Para los políticos esto sería algo así como un “mea culpa” y todos sabemos que “a confesión de parte hay relevo de pruebas”. Y siendo esto así, ¿Quién querría aceptar que una clase política de esta naturaleza guíe los destinos de la población?

Por el otro lado, los resultados del funcionamiento de estas ONG son vistos por la gente como algo que no resuelve los problemas de fondo. Porque pese a su existencia, buen número de ciudadanos siguen sintiéndose lastimados en el ejercicio de sus derechos, la opacidad en el manejo de los recursos públicos parece estar en el orden del día y la corrupción se mantiene latente y actuante en este medio.

Estas críticas y bastante más se exponen a veces a hurtadillas y a veces a la amplia luz pública.

Pero bueno, tampoco lo que sucede ha llegado a las dimensiones de un desastre. La población estima que la esperanza es lo que muere al último y se sueña con la idea de que mejores niveles de eficiencia y honradez se rescaten para el bien de todos. Claro que podríamos estar peor, pero la cosa es que la gente quisiera estar mejor.

No sólo de ahora, sino en los últimos tiempos, los ciudadanos han visto con desesperanza la manera en que el aparato público ha sufrido descomposturas que sin bien no afectan tanto a los usufructuarios de la dicha administración, sí van en detrimento de una actuación gubernamental eficiente y un servicio apreciable para la población.

Observando uno de los ángulos de esta descompostura oficial y la consecuente descomposición social, la gente piensa que las deficiencias y vicios surgidos en los medios oficiales, se ha querido compensar con la creación de organismos no gubernamentales que supuestamente responden a los intereses de la ciudadanía y la protegen de lo que podría catalogarse como irregularidades oficiales.

Empero, entre los observadores de este crecimiento de la maraña burocrática, se ha expandido la idea de que obviamente, las ONG no cuentan con personalidad ejecutiva, legislativa ni judicial, por lo que como ya se ha indicado anteriormente, la gente considera que su funcionamiento deja mucho qué desear.

Al no tener facultades ejecutivas, legislativas ni judiciales, las ONG son vistas como dependencias flacuchas y sin dientes. Y su actuación ha sido juzgada como una acción desangelada. No hay un enfrentamiento real entre los “buenos” de las ONG y los “malos” que están enquistados en el gobierno.

Entre las dependencias no gubernamentales destacan las dedicadas a defender los derechos humanos; las que dizque pretenden que los políticos hagan públicos, transparentes, todos sus actos y decisiones; las que supuestamente se dedican a combatir la corrupción; y las conocidas como contralorías.

Consideran los observadores que desde este punto de vista, el surgimiento de las ONG podría verse como un reconocimiento de que en la administración pública muchas cosas andan mal y es necesario que se le pongan vigilantes y se les apliquen correctivos.

Para los políticos esto sería algo así como un “mea culpa” y todos sabemos que “a confesión de parte hay relevo de pruebas”. Y siendo esto así, ¿Quién querría aceptar que una clase política de esta naturaleza guíe los destinos de la población?

Por el otro lado, los resultados del funcionamiento de estas ONG son vistos por la gente como algo que no resuelve los problemas de fondo. Porque pese a su existencia, buen número de ciudadanos siguen sintiéndose lastimados en el ejercicio de sus derechos, la opacidad en el manejo de los recursos públicos parece estar en el orden del día y la corrupción se mantiene latente y actuante en este medio.

Estas críticas y bastante más se exponen a veces a hurtadillas y a veces a la amplia luz pública.

Pero bueno, tampoco lo que sucede ha llegado a las dimensiones de un desastre. La población estima que la esperanza es lo que muere al último y se sueña con la idea de que mejores niveles de eficiencia y honradez se rescaten para el bien de todos. Claro que podríamos estar peor, pero la cosa es que la gente quisiera estar mejor.