/ domingo 6 de marzo de 2022

Lo que nos faltaba

Es tal la degradación de nuestra sociedad que, al día de hoy, nos hemos colocado en un estado de barbarie en el que, indiscutiblemente no hay ganadores.

Diferentes pueden ser los escenarios en los cuales se competirá, llámese deportivo, económico, cultural, artístico, militar, etc. sin embargo, no siempre lograrán justificarse positiva o favorablemente los resultados conseguidos.

Se torna realmente preocupante y alarmante, presenciar que, los asistentes a determinado evento, enfundados en su fanatismo, pierden la razón y la conciencia, al grado tal de, desembocar su salvajismo sobre cualquier semejante, sin importarles la afectación que causarán en a la persona a quien agreden, inclusive al grado de privarles de la vida.

El fin de semana pasado, una vez más, México fue el centro de atención de la prensa internacional, ahora por los hechos suscitados al interior de un estado de futbol. Las autoridades no han reconocido oficialmente el deceso de personas, derivadas de los disturbios acaecidos al interior y al exterior del estadio “La Corregidora” en Querétaro; sin embargo, no es necesario documentar oficialmente el número de personas fallecidas o lesionadas, pues las imágenes y videos que comenzaron a circular desde el sábado pasado, son más que suficientes para tener claro que, seguimos involucionando socialmente.

Podemos seguir lamentándonos como estilamos hacernos. Podemos asombrarnos ante el nivel de crueldad que pudimos apreciar; o bien, seguir situados en la indiferencia. Cierto es que, la violencia no es exclusiva de nuestro país, pues ésta se ve en cualquier parte del mundo, máxime cuando se posee el poder de la sin razón, el arma más poderosa actualmente y a su nombre, se cometen crímenes de lesa humanidad, todo ello derivado del capricho de dar rienda suelta a su demencia brutal, esos mismos personajes que, desde el confort de su oficina, se percatan de la manera en que, se les arrebata la vida a otras personas y son víctimas de un soberano soberbio, pues a lo largo de la historia podemos corroborar que, al mundo jamás le ha faltado uno personaje de esas características.

Ha sido la ambición por el poder, la que principalmente mueve a los incitadores a la violencia, quienes se muestran indiferentes ante la crueldad con la que se lesiona o priva de la vida a una mayoría de inocentes, ajenos a los intereses de quienes combaten y el pasado fin de semana, este hermoso país vuelve a ser ejemplo claro de una sociedad en constante retroceso.

México es un país en el que, personajes desquiciados por la ambición, nos han llevado a este lamentable estado de cosas, en el que la religión, la política, el deporte y otros tantos sectores de la sociedad, de una manera por demás irresponsable y cobarde, cobijados por la corrupción y la impunidad, nos situaron en este lamentable estado de cosas.

Sin importar las estadísticas, respecto al número de civiles lesionados o muertos, derivados de los disturbios acaecidos al interior y al exterior del estadio “La Corregidora”, es urgente contribuir a un estado de paz, a través del cual sea posible cohabitar e interactuar con nuestros semejantes en un ambiente de respeto, sin importar el esfuerzo que, ello conlleve.

Se vuelve necesario para todos nosotros, delimitar una vez más, el derrotero que tenemos a la vista, pues de seguir así, continuaremos destruyéndonos unos a otros, a diestra y siniestra; sin conciencia o remordimiento alguno, pues es incuestionable que, cuando quien preside un movimiento, no se reviste de un verdadero liderazgo, el resultado obtenido no nos permitirá enlistar ganadores.

Mientras nuestras autoridades no se conduzcan con la probidad necesaria y nosotros la sociedad no hagamos lo propio, asumiendo la responsabilidad que cada uno de los sectores dejamos de lado hace tiempo, seguiremos retrocediendo como sociedad, siempre en perjuicio de nosotros mismos.

¿En qué momento nos alejamos de todo valor civil que, caracterizó a todos los hombres y a las mujeres que nos dieron patria?

Nuestra realidad social no es responsabilidad, sólo de las autoridades o de las barras en los estadios o de los políticos o de la policía. Nuestra realidad social es responsabilidad de todos.

¿Qué cuentas rendimos a la sociedad, respecto de la familia que hemos formado? Pues es ahí, el lugar en donde nace la violencia que tanto nos daña como sociedad.


* Director del Observatorio Académico de Justicia y Seguridad Pública de la División de Estudios Jurídicos

De la Universidad de Guadalajara.

Es tal la degradación de nuestra sociedad que, al día de hoy, nos hemos colocado en un estado de barbarie en el que, indiscutiblemente no hay ganadores.

Diferentes pueden ser los escenarios en los cuales se competirá, llámese deportivo, económico, cultural, artístico, militar, etc. sin embargo, no siempre lograrán justificarse positiva o favorablemente los resultados conseguidos.

Se torna realmente preocupante y alarmante, presenciar que, los asistentes a determinado evento, enfundados en su fanatismo, pierden la razón y la conciencia, al grado tal de, desembocar su salvajismo sobre cualquier semejante, sin importarles la afectación que causarán en a la persona a quien agreden, inclusive al grado de privarles de la vida.

El fin de semana pasado, una vez más, México fue el centro de atención de la prensa internacional, ahora por los hechos suscitados al interior de un estado de futbol. Las autoridades no han reconocido oficialmente el deceso de personas, derivadas de los disturbios acaecidos al interior y al exterior del estadio “La Corregidora” en Querétaro; sin embargo, no es necesario documentar oficialmente el número de personas fallecidas o lesionadas, pues las imágenes y videos que comenzaron a circular desde el sábado pasado, son más que suficientes para tener claro que, seguimos involucionando socialmente.

Podemos seguir lamentándonos como estilamos hacernos. Podemos asombrarnos ante el nivel de crueldad que pudimos apreciar; o bien, seguir situados en la indiferencia. Cierto es que, la violencia no es exclusiva de nuestro país, pues ésta se ve en cualquier parte del mundo, máxime cuando se posee el poder de la sin razón, el arma más poderosa actualmente y a su nombre, se cometen crímenes de lesa humanidad, todo ello derivado del capricho de dar rienda suelta a su demencia brutal, esos mismos personajes que, desde el confort de su oficina, se percatan de la manera en que, se les arrebata la vida a otras personas y son víctimas de un soberano soberbio, pues a lo largo de la historia podemos corroborar que, al mundo jamás le ha faltado uno personaje de esas características.

Ha sido la ambición por el poder, la que principalmente mueve a los incitadores a la violencia, quienes se muestran indiferentes ante la crueldad con la que se lesiona o priva de la vida a una mayoría de inocentes, ajenos a los intereses de quienes combaten y el pasado fin de semana, este hermoso país vuelve a ser ejemplo claro de una sociedad en constante retroceso.

México es un país en el que, personajes desquiciados por la ambición, nos han llevado a este lamentable estado de cosas, en el que la religión, la política, el deporte y otros tantos sectores de la sociedad, de una manera por demás irresponsable y cobarde, cobijados por la corrupción y la impunidad, nos situaron en este lamentable estado de cosas.

Sin importar las estadísticas, respecto al número de civiles lesionados o muertos, derivados de los disturbios acaecidos al interior y al exterior del estadio “La Corregidora”, es urgente contribuir a un estado de paz, a través del cual sea posible cohabitar e interactuar con nuestros semejantes en un ambiente de respeto, sin importar el esfuerzo que, ello conlleve.

Se vuelve necesario para todos nosotros, delimitar una vez más, el derrotero que tenemos a la vista, pues de seguir así, continuaremos destruyéndonos unos a otros, a diestra y siniestra; sin conciencia o remordimiento alguno, pues es incuestionable que, cuando quien preside un movimiento, no se reviste de un verdadero liderazgo, el resultado obtenido no nos permitirá enlistar ganadores.

Mientras nuestras autoridades no se conduzcan con la probidad necesaria y nosotros la sociedad no hagamos lo propio, asumiendo la responsabilidad que cada uno de los sectores dejamos de lado hace tiempo, seguiremos retrocediendo como sociedad, siempre en perjuicio de nosotros mismos.

¿En qué momento nos alejamos de todo valor civil que, caracterizó a todos los hombres y a las mujeres que nos dieron patria?

Nuestra realidad social no es responsabilidad, sólo de las autoridades o de las barras en los estadios o de los políticos o de la policía. Nuestra realidad social es responsabilidad de todos.

¿Qué cuentas rendimos a la sociedad, respecto de la familia que hemos formado? Pues es ahí, el lugar en donde nace la violencia que tanto nos daña como sociedad.


* Director del Observatorio Académico de Justicia y Seguridad Pública de la División de Estudios Jurídicos

De la Universidad de Guadalajara.