/ martes 28 de septiembre de 2021

Las actuales formas de esclavitud

¡Y que sirvan las otras!... tazas de café… porque precisamente del tipo charlas de café, van a ser los comentarios de hoy en esta nuestra columna: A principios del mes, subí a redes sociales una frase que se me ocurrió filosofando en casa al calor del aislamiento que nos ha impuesto la pandemia.

“Todos somos esclavos de nuestro cuerpo”, dice la sentencia. Y enseguida trato de explicar un poco que nuestra manera de sentir, de pensar y sobre todo de actuar, no puede ir más allá de lo que nos ordena nuestro físico y los 5 o 6 sentidos que poseemos.

Por eso se da la pluralidad. Porque los seres humanos tenemos diferentes niveles de conocimientos y distinta capacidad de raciocinio; así como son variadas nuestras posibilidades y nuestras limitaciones físicas para hacer o deshacer.

Pero eso no fue todo, sino que ayer, leyendo la página 473 de la novela Rayuela, me encontré con una referencia que el autor Julio Cortázar hace de manera parecida, al hablar sobre la existencia de una “circunscripción antropológica”. Apunta que “sólo sabemos lo que sabemos”. Y yo agregaría que sólo hacemos según lo que sabemos… y lo que podemos.

O sea que junto con Ortega y Gasset, debemos aceptar que todo es “según el hombre y su circunstancia”.

Y hablando de esclavitud, nos vino a la cabeza otra novela, la denominada “1984”, de George Orwell, donde el también laureado escritor imagina un sistema imperialista de control mental, consistente en el establecimiento y realización de amplios y permanentes programas de desinformación, que llevan a las mayorías a pensar del modo que conviene a los grupos dominantes.

En consonancia con esto, puedo citar que en una de mis columnas anteriores titulada “No pienso… luego no existo”, aproveché la frase de René Descartes “pienso, luego existo”, para considerar que una sociedad mal informada, es parecida a una sociedad que no existe. Porque si no tiene un diagnóstico acertado acerca de su mal ¿cómo podría conseguir la cura?

Hete aquí que si alguien se guía por los principios antes enunciados, no sería de extrañar que en algunas regiones del planeta se estén dando nuevas formas de esclavitud. De esas que provocarían la envidia de Maquiavelo.

Agregado a lo anterior, vemos que en este panorama encaja a la perfección el tema del sermón que el Arzobispo tapatío Francisco Robles Ortega dirigió a los fieles en la misa dominical de hace unas semanas, puesto que advirtió a los presentes, a los oyentes y a los televidentes, sobre políticos que en realidad tienen en curso planes reprobables y ejercitan acciones inconvenientes, pero que luego presentan como programas y decisiones de beneficio colectivo. Nos dan gato por liebre, como dice el refrán popular. Nos venden las falsedades…y muchos las compran.

En este último caso, el problema fue que el prelado “tiró el golpe” sin aclarar a quién iba dirigido: si a un régimen local o estatal, a uno federal, o a uno internacional; de tal manera que la feligresía no pudo adivinar de qué estábamos hablando y a quiénes debe aplicarse el dictamen reprobatorio. Pero bueno (diría el diablito de la conciencia colectiva) ¿qué tal si alguien decide aplicarlo a los tres?

Agregado a lo anterior, tenemos lo publicado en una columna más que titulamos “Mejor procesiones que manifestaciones”, en la cual con sentido del humor, llegábamos a una supuesta conclusión de que la solución a nuestros problemas como sociedad y como país, está realmente muy difícil de alcanzar. Y por ello recomendábamos que en lugar de manifestaciones de protesta, optemos por las peregrinaciones, tal vez nocturnas, con velas, imágenes, cánticos y todo eso, para rogar por la salvación. Lo cual aunque lo parezca, no es una idea descabellada.

En fin, nos damos cuenta de que el embargo doméstico a causa del coronavirus, nos está dando la oportunidad de que los mexicanos reflexionemos acerca de quiénes somos, cómo estamos y a donde vamos (o nos llevan). Lo cual podríamos celebrar con otra taza de café.

* Periodista

¡Y que sirvan las otras!... tazas de café… porque precisamente del tipo charlas de café, van a ser los comentarios de hoy en esta nuestra columna: A principios del mes, subí a redes sociales una frase que se me ocurrió filosofando en casa al calor del aislamiento que nos ha impuesto la pandemia.

“Todos somos esclavos de nuestro cuerpo”, dice la sentencia. Y enseguida trato de explicar un poco que nuestra manera de sentir, de pensar y sobre todo de actuar, no puede ir más allá de lo que nos ordena nuestro físico y los 5 o 6 sentidos que poseemos.

Por eso se da la pluralidad. Porque los seres humanos tenemos diferentes niveles de conocimientos y distinta capacidad de raciocinio; así como son variadas nuestras posibilidades y nuestras limitaciones físicas para hacer o deshacer.

Pero eso no fue todo, sino que ayer, leyendo la página 473 de la novela Rayuela, me encontré con una referencia que el autor Julio Cortázar hace de manera parecida, al hablar sobre la existencia de una “circunscripción antropológica”. Apunta que “sólo sabemos lo que sabemos”. Y yo agregaría que sólo hacemos según lo que sabemos… y lo que podemos.

O sea que junto con Ortega y Gasset, debemos aceptar que todo es “según el hombre y su circunstancia”.

Y hablando de esclavitud, nos vino a la cabeza otra novela, la denominada “1984”, de George Orwell, donde el también laureado escritor imagina un sistema imperialista de control mental, consistente en el establecimiento y realización de amplios y permanentes programas de desinformación, que llevan a las mayorías a pensar del modo que conviene a los grupos dominantes.

En consonancia con esto, puedo citar que en una de mis columnas anteriores titulada “No pienso… luego no existo”, aproveché la frase de René Descartes “pienso, luego existo”, para considerar que una sociedad mal informada, es parecida a una sociedad que no existe. Porque si no tiene un diagnóstico acertado acerca de su mal ¿cómo podría conseguir la cura?

Hete aquí que si alguien se guía por los principios antes enunciados, no sería de extrañar que en algunas regiones del planeta se estén dando nuevas formas de esclavitud. De esas que provocarían la envidia de Maquiavelo.

Agregado a lo anterior, vemos que en este panorama encaja a la perfección el tema del sermón que el Arzobispo tapatío Francisco Robles Ortega dirigió a los fieles en la misa dominical de hace unas semanas, puesto que advirtió a los presentes, a los oyentes y a los televidentes, sobre políticos que en realidad tienen en curso planes reprobables y ejercitan acciones inconvenientes, pero que luego presentan como programas y decisiones de beneficio colectivo. Nos dan gato por liebre, como dice el refrán popular. Nos venden las falsedades…y muchos las compran.

En este último caso, el problema fue que el prelado “tiró el golpe” sin aclarar a quién iba dirigido: si a un régimen local o estatal, a uno federal, o a uno internacional; de tal manera que la feligresía no pudo adivinar de qué estábamos hablando y a quiénes debe aplicarse el dictamen reprobatorio. Pero bueno (diría el diablito de la conciencia colectiva) ¿qué tal si alguien decide aplicarlo a los tres?

Agregado a lo anterior, tenemos lo publicado en una columna más que titulamos “Mejor procesiones que manifestaciones”, en la cual con sentido del humor, llegábamos a una supuesta conclusión de que la solución a nuestros problemas como sociedad y como país, está realmente muy difícil de alcanzar. Y por ello recomendábamos que en lugar de manifestaciones de protesta, optemos por las peregrinaciones, tal vez nocturnas, con velas, imágenes, cánticos y todo eso, para rogar por la salvación. Lo cual aunque lo parezca, no es una idea descabellada.

En fin, nos damos cuenta de que el embargo doméstico a causa del coronavirus, nos está dando la oportunidad de que los mexicanos reflexionemos acerca de quiénes somos, cómo estamos y a donde vamos (o nos llevan). Lo cual podríamos celebrar con otra taza de café.

* Periodista