/ jueves 28 de abril de 2022

Ante alzas, Pelear no; mejor armonizar | Segunda parte

Decíamos en una de nuestras columnas anteriores que los tiempos cambian y que en el curso de los años, son diferentes las modas que se imponen, incluyendo las de tipo ideológico y económico, e inclusive los tópicos y el lenguaje de los escritores de novelas y los periodistas.

Apuntábamos que hace cosa de 50 o 60 años, se estilaba lo que se denominaba algo así como una lucha de clases, en que los ricos eran vistos como los enemigos del pueblo y ellos eran blanco de los epítetos más sonoros de parte de los críticos. Hambreadores, comerciantes voraces y otros calificativos similares, eran los que se acostumbraban en aquel entonces. Y los gobiernos se rasgaban las vestiduras en lo que se veía como una defensa de los sectores desprotegidos.

Pero bien, el tiempo ha pasado y actualmente son otras las modas, entre las cuales destaca la inclinación de los regímenes hacia un conservadurismo que ve al sector empresarial como el principal y casi único componente de la llamada “economía”. Y a ésta hay que protegerla a como dé lugar.

Y en lo que trata a la otra parte, o sea los consumidores, el llamado “pueblo” parece que en algunas regiones ha pasado a segundo término, cuando menos en lo que trata al discurso de los políticos y a la terminología de los supuestos críticos. Muchos de los cuales por cierto, han sido arrastrados por las corrientes de opinión que según expertos desinteresados, distan bastante de ser liberales.

Y es precisamente en estas aguas en las que hay navegar y para no ir de manera franca contra la situación imperante, lo que se está aconsejando es conceder al sector productivo toda la importancia que realmente tiene, pero sin olvidar al grupo social más amplio y desvalido, que es el de los consumidores pertenecientes a las clases bajas.

Ya no en la forma de enfrentamiento que se usaba hace 50 o 60 años, porque la actitud de rijosos no lleva a ningún lugar bueno; sino al contrario, tratando de armonizar los auténticos intereses de unos y de otros.

Porque… ¿qué haríamos si no contáramos con la acción vital, esencial, indispensable, de los hombres de empresa? Desde luego que no seríamos nada y no se concibe una parálisis de la actividad económica que su ausencia representaría. No puede existir una sociedad sin gente de empresa. A los empresarios hay que apoyarlos definitivamente.

Pero por otro lado ¿qué sería de nosotros si olvidamos la responsabilidad de velar por la defensa de los desprotegidos y de procurar un estado de cosas en que tengan un nivel de vida cuando menos soportable?

En resumen, y hoy más que nunca, la situación económico-social reclama la función de las autoridades como estado regulador. Seguramente podrán demostrar que tienen criterios y capacidad para ello. Ante alzas, Pelear no; mejor armonizar

Decíamos en una de nuestras columnas anteriores que los tiempos cambian y que en el curso de los años, son diferentes las modas que se imponen, incluyendo las de tipo ideológico y económico, e inclusive los tópicos y el lenguaje de los escritores de novelas y los periodistas.

Apuntábamos que hace cosa de 50 o 60 años, se estilaba lo que se denominaba algo así como una lucha de clases, en que los ricos eran vistos como los enemigos del pueblo y ellos eran blanco de los epítetos más sonoros de parte de los críticos. Hambreadores, comerciantes voraces y otros calificativos similares, eran los que se acostumbraban en aquel entonces. Y los gobiernos se rasgaban las vestiduras en lo que se veía como una defensa de los sectores desprotegidos.

Pero bien, el tiempo ha pasado y actualmente son otras las modas, entre las cuales destaca la inclinación de los regímenes hacia un conservadurismo que ve al sector empresarial como el principal y casi único componente de la llamada “economía”. Y a ésta hay que protegerla a como dé lugar.

Y en lo que trata a la otra parte, o sea los consumidores, el llamado “pueblo” parece que en algunas regiones ha pasado a segundo término, cuando menos en lo que trata al discurso de los políticos y a la terminología de los supuestos críticos. Muchos de los cuales por cierto, han sido arrastrados por las corrientes de opinión que según expertos desinteresados, distan bastante de ser liberales.

Y es precisamente en estas aguas en las que hay navegar y para no ir de manera franca contra la situación imperante, lo que se está aconsejando es conceder al sector productivo toda la importancia que realmente tiene, pero sin olvidar al grupo social más amplio y desvalido, que es el de los consumidores pertenecientes a las clases bajas.

Ya no en la forma de enfrentamiento que se usaba hace 50 o 60 años, porque la actitud de rijosos no lleva a ningún lugar bueno; sino al contrario, tratando de armonizar los auténticos intereses de unos y de otros.

Porque… ¿qué haríamos si no contáramos con la acción vital, esencial, indispensable, de los hombres de empresa? Desde luego que no seríamos nada y no se concibe una parálisis de la actividad económica que su ausencia representaría. No puede existir una sociedad sin gente de empresa. A los empresarios hay que apoyarlos definitivamente.

Pero por otro lado ¿qué sería de nosotros si olvidamos la responsabilidad de velar por la defensa de los desprotegidos y de procurar un estado de cosas en que tengan un nivel de vida cuando menos soportable?

En resumen, y hoy más que nunca, la situación económico-social reclama la función de las autoridades como estado regulador. Seguramente podrán demostrar que tienen criterios y capacidad para ello. Ante alzas, Pelear no; mejor armonizar