/ martes 27 de noviembre de 2018

Expresión ciudadana / Retrocede la democracia en Latinoamérica

Según un estudio de opinión que cada año aplica en 18 países de América Latina la corporación chilena Latinobarómetro (ONG sin fines de lucro), en 2018 termina la “tercera ola” de las democracias latinoamericanas y da inicio la “cuarta ola”, con un futuro poco halagador.

Hace más de 30 años, la región que va desde el río bravo hasta la Patagonia (650 millones de habitantes), tuvo su época democrática dorada: todos los países de la región recuperaron la democracia. Iniciaba en ese entonces la “tercera ola” y se esperaba que la democracia impulsara lo político y lo económico; pero el salto cuántico hacia el desarrollo nunca llegó.

Con el cierre en 2018 de la “tercera ola”, las democracias latinoamericanas de la región acusan un claro retroceso al contar al menos con dos países que no cumplen las reglas mínimas que exige un régimen democrático: Venezuela y Nicaragua.

Los casos más emblemáticos para la democracia latinoamericano son las elecciones presidenciales del 2018 en México y Brasil, los dos países más importantes y con el producto interno bruto más alto de la región; lo que necesariamente repercute en todos los demás países hermanados por la lengua. Aparentemente en esos países se dieron cambios diametralmente opuestos, pero a la vez con muchas semejanzas: En Brasil, un populista de ultra derecha (Bolsonaro) relevó a un régimen izquierdista y en México un populista de izquierda (AMLO) relevó a un régimen de derecha. Ambos se caracterizan por situarse afuera de la política tradicional y por tanto también del espectro político, ambos derrotaron en una votación copiosa al sistema tradicional de partidos existentes y con ellos se eligió a la “persona” y no a un conglomerado político con una ideología. Los partidos tradicionales fueron rebasados por que no fueron capaces de crear nuevos liderazgos y renovarse. Los pueblos miraron hacia afuera cuando no encontraron la solución dentro del sistema político.

Latinobarómetro señala también que en Brasil y México se corre el riesgo de que arriben gobiernos autoritarios, pues ya no son necesarios los golpes de estado militares en América Latina para establecer autoritarismos; ahora se llega al autoritarismo por la vía de las elecciones capitalizando la ola de malestar de un pueblo empoderado por la democracia, por la educación, la libertad de expresión y mayores grados de educación. También enfatiza que en los últimos cinco años hay un lento y sostenido declive de indicadores de la democracia Latinoamericana causado por el deterioro de las elites, la corrupción y la desconfianza ciudadana en las instituciones de la democracia; sumada a la falta de conducción democrática de sus líderes.

2018 es el peor año para la democracia latinoamericana desde hace 23 años: Se queda sin mujeres presidentas, no hay ningún indicador (de los medidos) que tenga una evolución positiva y la caída de muchos llegan a un mínimo histórico. Los pueblos de América latina quieren prosperidad, desarrollo, orden y ausencia de violencia; para ello están dispuestos a sacrificar un trozo de su democracia, pues como dijera el demócrata argentino Raúl Alfonsín: la democracia es un vaso de leche.


Según un estudio de opinión que cada año aplica en 18 países de América Latina la corporación chilena Latinobarómetro (ONG sin fines de lucro), en 2018 termina la “tercera ola” de las democracias latinoamericanas y da inicio la “cuarta ola”, con un futuro poco halagador.

Hace más de 30 años, la región que va desde el río bravo hasta la Patagonia (650 millones de habitantes), tuvo su época democrática dorada: todos los países de la región recuperaron la democracia. Iniciaba en ese entonces la “tercera ola” y se esperaba que la democracia impulsara lo político y lo económico; pero el salto cuántico hacia el desarrollo nunca llegó.

Con el cierre en 2018 de la “tercera ola”, las democracias latinoamericanas de la región acusan un claro retroceso al contar al menos con dos países que no cumplen las reglas mínimas que exige un régimen democrático: Venezuela y Nicaragua.

Los casos más emblemáticos para la democracia latinoamericano son las elecciones presidenciales del 2018 en México y Brasil, los dos países más importantes y con el producto interno bruto más alto de la región; lo que necesariamente repercute en todos los demás países hermanados por la lengua. Aparentemente en esos países se dieron cambios diametralmente opuestos, pero a la vez con muchas semejanzas: En Brasil, un populista de ultra derecha (Bolsonaro) relevó a un régimen izquierdista y en México un populista de izquierda (AMLO) relevó a un régimen de derecha. Ambos se caracterizan por situarse afuera de la política tradicional y por tanto también del espectro político, ambos derrotaron en una votación copiosa al sistema tradicional de partidos existentes y con ellos se eligió a la “persona” y no a un conglomerado político con una ideología. Los partidos tradicionales fueron rebasados por que no fueron capaces de crear nuevos liderazgos y renovarse. Los pueblos miraron hacia afuera cuando no encontraron la solución dentro del sistema político.

Latinobarómetro señala también que en Brasil y México se corre el riesgo de que arriben gobiernos autoritarios, pues ya no son necesarios los golpes de estado militares en América Latina para establecer autoritarismos; ahora se llega al autoritarismo por la vía de las elecciones capitalizando la ola de malestar de un pueblo empoderado por la democracia, por la educación, la libertad de expresión y mayores grados de educación. También enfatiza que en los últimos cinco años hay un lento y sostenido declive de indicadores de la democracia Latinoamericana causado por el deterioro de las elites, la corrupción y la desconfianza ciudadana en las instituciones de la democracia; sumada a la falta de conducción democrática de sus líderes.

2018 es el peor año para la democracia latinoamericana desde hace 23 años: Se queda sin mujeres presidentas, no hay ningún indicador (de los medidos) que tenga una evolución positiva y la caída de muchos llegan a un mínimo histórico. Los pueblos de América latina quieren prosperidad, desarrollo, orden y ausencia de violencia; para ello están dispuestos a sacrificar un trozo de su democracia, pues como dijera el demócrata argentino Raúl Alfonsín: la democracia es un vaso de leche.


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