No les importa si usted está dormido, descansando, en una junta de trabajo, si en su trabajo le prohíben contestar llamadas, si está en una ceremonia religiosa, en un evento público, en una consulta médica, haciendo ejercicio e incluso en el mismo banco, donde por cierto prohíben usar el celular ¡ni ellos mismos se respetan! Tampoco les importa si es muy temprano o muy tarde, es mas, no les importamos nada; pues ellos se sienten con el derecho de interrumpir en el momento que sea nuestra vida cotidiana.
A diario, millones de mexicanos sufrimos de un incesante acoso telefónico, principalmente de instituciones bancarias, compañías telefónicas, tiendas departamentales, televisión de paga y servicios de internet. Aunque les digas NO, ellos siempre seguirán insistiendo. ¡Ah! se me olvidaba que también están los extorsionadores telefónicos, pero esos merecen otro análisis.
En últimas fechas me di a la tarea, de hacer una simple encuesta propia preguntando en persona o por teléfono a todo conocido, amigo, familiar y compañero de trabajo que se me atraviese ¿si como yo, sufre de acoso telefónico? la respuesta ha sido siempre positiva y casi todos han exclamado ¡Ay sí, ya me tienen harto! Deduzco por lo tanto, que la mayoría de la población (de clase media sobre todo), tenemos en el acoso telefónico un factor más de estrés en nuestra de por sí azarosa vida y nuestras autoridades como el chinito ¡nomás milando!
Aunque estamos conscientes de que en la mayoría de quienes nos llaman son personas que laboran con las peores condiciones de trabajo y sólo les pagan comisión sin demás prestaciones de ley, también es cierto que nadie en ningún lugar del planeta debe arrogarse el derecho de molestar o quitarnos el tiempo cuando les dé la gana.
Harto de tantas llamadas telefónicas, principalmente de CITIBANAMEX y SANTANDER para ofrecerme servicios (pues ni les debo), me di a la tarea de inscribirme hace dos meses al REUS de la CONDUSEF que se ofrece como un registro para no recibir publicidad vía telefónica o correo electrónico de las instituciones financieras y se me asignó el folio 2018-330-9264, pero no sirvió de nada, parece que ahora se ensañan más conmigo, porque varios días a la semana entran hasta cinco llamadas seguidas de diferentes números, donde nadie contesta; o sea, ahora sólo es ¡por joder! Lo que sigue es llenar otro formato y llevarlo a la CONDUSEF para que (supuestamente) se multe a la institución que molesta.
El acoso telefónico es una conducta que hace daño y por lo tanto debería tipificarse como delito, pero es mucho pedir. La solución está más en nuestras manos que de nuestras autoridades: hay que cancelar los servicios que tengamos contratados con los acosadores y si no los tenemos, hay que rechazar esos servicios argumentando que es por el acoso a que nos han sometido.
Para los que diseñan aplicaciones para teléfonos inteligentes sería muy interesante que nos ofrecieran una que detecte y en automático bloquee llamadas de acosadores telefónicos, sería un exitazo, yo me apunto como comprador.