/ martes 5 de junio de 2018

Expresión ciudadana / Regular el comercio por Internet, el gran desafío

Aparte de la gran influencia de la Internet en las comunicaciones, también ha impactado significativamente en el comercio de bienes y servicios en todos los países del mundo, al grado tal, que ha resquebrajado el esquema tradicional de ventas, trayendo consigo grandes ventajas, pero también grandes riesgos y peligros.

La red de redes marca vertiginosamente las tendencias en nuevas formas de comunicación social, de comercio y de contratación de servicios; ofreciendo plataformas virtuales que luego se transformarán en algo material o tangible.

Ejemplos de la transformación de lo virtual a lo real, tenemos muchos, los más populares son la plataforma Uber que sin ser propietaria de algún automóvil de alquiler, transporta a millones de personas en el mundo; Whatsapp que sin poseer licencia o concesión de telecomunicaciones, se encarga de comunicar a la mayoría de la población mundial; Airbnb que sin ser propietaria de un solo inmueble para renta en el mundo, es la plataforma global más importante, que posibilita la renta de inmuebles temporales. Y así podríamos hablar del Bitcoin, de You Tube, de Facebook, de Instagram, de Twitter y tantos ejemplos más, de cómo el mundo virtual va kilómetros delante de la legislación de todos los países del mundo. Es tanto el dinero y los intereses que diariamente se mueven en Internet, que pareciera estamos ante una escena donde ríos de bits y dinero, inundan incesantemente al mundo.

El comercio virtual se ha convertido en una auténtica ley de la selva, donde cada estado trata infructuosamente de regular este tipo de comercio. Sin embargo su complejidad ha propiciado que la regulación sea hasta hoy insuficiente, principalmente por la disparidad de los puntos de conexión y la imposibilidad de aplicar leyes en territorios ajenos y casi siempre lejanos.

Internet ha roto brutalmente el esquema del “Estado Moderno” como generador de leyes, como ejecutor de las mismas y sancionador de su incumplimiento. Hasta hoy, a pesar de muchos esfuerzos, ningún Estado ha podido con el desafío de regular totalmente esta nueva realidad y la paradoja de todo esto es que tampoco puede ir en su contra, so pena de ser avasallados por el desarrollo.

Nunca antes en la historia de la humanidad, los hechos sociales (hoy Internet) habían estado tan distantes del Derecho, sin embargo la batalla no está perdida, ni se perderá, pues la historia nos enseña que la constante del ser humano siempre ha sido la lucha por avanzar, por modificar estructuras y crear conceptos nuevos, contra lo previamente establecido. Finalmente estos cambios no son más que las nuevas formas que los individuos usamos para llevar a cabo nuestro desarrollo personal.

En el fondo de esta lucha subyace una aplastante realidad: Van ganando la batalla los “inteligentes tecnológicos” a los clásicos y tradicionales “inteligentes políticos”. Pero la guerra apenas comienza y seguramente la brecha se acortará con el tiempo, terminado cada Estado -por el bien de todos-, cada continente, o la sociedad de naciones, según sea el caso, por regular casi todas las actividades comerciales provenientes del mundo virtual.

Aparte de la gran influencia de la Internet en las comunicaciones, también ha impactado significativamente en el comercio de bienes y servicios en todos los países del mundo, al grado tal, que ha resquebrajado el esquema tradicional de ventas, trayendo consigo grandes ventajas, pero también grandes riesgos y peligros.

La red de redes marca vertiginosamente las tendencias en nuevas formas de comunicación social, de comercio y de contratación de servicios; ofreciendo plataformas virtuales que luego se transformarán en algo material o tangible.

Ejemplos de la transformación de lo virtual a lo real, tenemos muchos, los más populares son la plataforma Uber que sin ser propietaria de algún automóvil de alquiler, transporta a millones de personas en el mundo; Whatsapp que sin poseer licencia o concesión de telecomunicaciones, se encarga de comunicar a la mayoría de la población mundial; Airbnb que sin ser propietaria de un solo inmueble para renta en el mundo, es la plataforma global más importante, que posibilita la renta de inmuebles temporales. Y así podríamos hablar del Bitcoin, de You Tube, de Facebook, de Instagram, de Twitter y tantos ejemplos más, de cómo el mundo virtual va kilómetros delante de la legislación de todos los países del mundo. Es tanto el dinero y los intereses que diariamente se mueven en Internet, que pareciera estamos ante una escena donde ríos de bits y dinero, inundan incesantemente al mundo.

El comercio virtual se ha convertido en una auténtica ley de la selva, donde cada estado trata infructuosamente de regular este tipo de comercio. Sin embargo su complejidad ha propiciado que la regulación sea hasta hoy insuficiente, principalmente por la disparidad de los puntos de conexión y la imposibilidad de aplicar leyes en territorios ajenos y casi siempre lejanos.

Internet ha roto brutalmente el esquema del “Estado Moderno” como generador de leyes, como ejecutor de las mismas y sancionador de su incumplimiento. Hasta hoy, a pesar de muchos esfuerzos, ningún Estado ha podido con el desafío de regular totalmente esta nueva realidad y la paradoja de todo esto es que tampoco puede ir en su contra, so pena de ser avasallados por el desarrollo.

Nunca antes en la historia de la humanidad, los hechos sociales (hoy Internet) habían estado tan distantes del Derecho, sin embargo la batalla no está perdida, ni se perderá, pues la historia nos enseña que la constante del ser humano siempre ha sido la lucha por avanzar, por modificar estructuras y crear conceptos nuevos, contra lo previamente establecido. Finalmente estos cambios no son más que las nuevas formas que los individuos usamos para llevar a cabo nuestro desarrollo personal.

En el fondo de esta lucha subyace una aplastante realidad: Van ganando la batalla los “inteligentes tecnológicos” a los clásicos y tradicionales “inteligentes políticos”. Pero la guerra apenas comienza y seguramente la brecha se acortará con el tiempo, terminado cada Estado -por el bien de todos-, cada continente, o la sociedad de naciones, según sea el caso, por regular casi todas las actividades comerciales provenientes del mundo virtual.

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