/ lunes 6 de mayo de 2024

Entre el placer y el dolor

Placer y dolos son dos estados emocionales de los más utilizados y recurrentes favoritos de los políticos, los mercadólogos, de sus estrategas y creativos comunicacionales. Los mensajes de campaña son vitalizados con punzantes llamados a raves de los medios de comunicación, impresos, spots y discursos públicos, recurriendo a causarle dolor o placer a sus audiencias.

El dolor, lo utilizan para referirse a sus adversarios, a los oponentes, al gobierno antagónico. Se usa para denostar, para provocar coraje, ira, rechazo y frustración, sobre la base de malas acciones, de omisiones o de los errores del adversario político. Tanto en propaganda negra como en las declaraciones de contraste de los propios candidatos y sus equipos de campaña, la práctica de criticar, descalificar, atacar y destruir al adversario es una de las acciones más generalizadas de todas las candidatas y de todos los candidatos.

En contra sentido, el placer se emplea para magnificar logros, acciones, resultados, atributos y cualidades de las candidaturas. Se usa para embellecer, para otorgarle valor y atributos positivos a las acciones de gobierno, a las propuestas y plataformas de campaña, intentando provocar gozo, esperanza, alegría y bienestar. El hecho de intentar concederle valores y fortalezas a una candidatura o de atribuirle rasgos positivos en demasía a los logros propios, es una recurrente y común acción, imposible de negar.

En elecciones de alta competencia, donde los márgenes de diferencia entre el primer y el segundo lugar son cortos, cobra mayor relevancia observar la profundidad negativa, indicador estadístico que refiere a quienes nunca votarían por algún candidato. Ese dato, sirve toda vez que quien se encuentra en dicho supuesto, necesitará de mucha energía, recursos y potencia para subir un punto positivo, situación que se presta a que elija procurar bajar al contrincante, para hacer que la diferencia porcentual se cierre y en su caso, le sea favorable.

Una cosa es desmentir cifras e información oficial de los gobiernos, cuestionar la viabilidad o no de las propuestas de los contrincantes y compararse con ellos, lo que se conoce como campaña de contraste, y otra muy diferente es la propaganda negra, también llamada guerra sucia, campaña obscura o lado b. Este tipo de propaganda, también de uso indiscriminado, se caracteriza por el emisor oculto, por ser apócrifa, por no contener necesariamente datos verdaderos, por atizar al contrario y demeritarlo con bajezas, insultos, mentiras y calumnias incluso.

En el último tirón de las campañas, el nerviosismo entre los contendientes va en aumento. Las encuestas crispan los nervios de los cuartos de guerra y las compras de pánico, acciones emergentes, el intento por alcanzar a dar un crecimiento repentino a los momios de cada candidata o candidato, atraen la posibilidad de cometer errores, de perder el rumbo, de transgredir a la ley. Lo que no dio, difícilmente dará al cuarto para las doce. En política, el tiempo perdido es severamente irrecuperable, aun gastando y despilfarrando recursos económicos. Hoy los partidos políticos y sus candidaturas juegan a darlo todo, a empujar el final y a lograr impactar a la ciudadanía en general, a mejorar su propia marca, a intentar vencer, mover y conmover a sus militantes y simpatizantes.


www.youtube.com/c/carlosanguianoz

Placer y dolos son dos estados emocionales de los más utilizados y recurrentes favoritos de los políticos, los mercadólogos, de sus estrategas y creativos comunicacionales. Los mensajes de campaña son vitalizados con punzantes llamados a raves de los medios de comunicación, impresos, spots y discursos públicos, recurriendo a causarle dolor o placer a sus audiencias.

El dolor, lo utilizan para referirse a sus adversarios, a los oponentes, al gobierno antagónico. Se usa para denostar, para provocar coraje, ira, rechazo y frustración, sobre la base de malas acciones, de omisiones o de los errores del adversario político. Tanto en propaganda negra como en las declaraciones de contraste de los propios candidatos y sus equipos de campaña, la práctica de criticar, descalificar, atacar y destruir al adversario es una de las acciones más generalizadas de todas las candidatas y de todos los candidatos.

En contra sentido, el placer se emplea para magnificar logros, acciones, resultados, atributos y cualidades de las candidaturas. Se usa para embellecer, para otorgarle valor y atributos positivos a las acciones de gobierno, a las propuestas y plataformas de campaña, intentando provocar gozo, esperanza, alegría y bienestar. El hecho de intentar concederle valores y fortalezas a una candidatura o de atribuirle rasgos positivos en demasía a los logros propios, es una recurrente y común acción, imposible de negar.

En elecciones de alta competencia, donde los márgenes de diferencia entre el primer y el segundo lugar son cortos, cobra mayor relevancia observar la profundidad negativa, indicador estadístico que refiere a quienes nunca votarían por algún candidato. Ese dato, sirve toda vez que quien se encuentra en dicho supuesto, necesitará de mucha energía, recursos y potencia para subir un punto positivo, situación que se presta a que elija procurar bajar al contrincante, para hacer que la diferencia porcentual se cierre y en su caso, le sea favorable.

Una cosa es desmentir cifras e información oficial de los gobiernos, cuestionar la viabilidad o no de las propuestas de los contrincantes y compararse con ellos, lo que se conoce como campaña de contraste, y otra muy diferente es la propaganda negra, también llamada guerra sucia, campaña obscura o lado b. Este tipo de propaganda, también de uso indiscriminado, se caracteriza por el emisor oculto, por ser apócrifa, por no contener necesariamente datos verdaderos, por atizar al contrario y demeritarlo con bajezas, insultos, mentiras y calumnias incluso.

En el último tirón de las campañas, el nerviosismo entre los contendientes va en aumento. Las encuestas crispan los nervios de los cuartos de guerra y las compras de pánico, acciones emergentes, el intento por alcanzar a dar un crecimiento repentino a los momios de cada candidata o candidato, atraen la posibilidad de cometer errores, de perder el rumbo, de transgredir a la ley. Lo que no dio, difícilmente dará al cuarto para las doce. En política, el tiempo perdido es severamente irrecuperable, aun gastando y despilfarrando recursos económicos. Hoy los partidos políticos y sus candidaturas juegan a darlo todo, a empujar el final y a lograr impactar a la ciudadanía en general, a mejorar su propia marca, a intentar vencer, mover y conmover a sus militantes y simpatizantes.


www.youtube.com/c/carlosanguianoz