/ miércoles 1 de agosto de 2018

Para los millennials, el tiempo se nos acaba

Por suerte, porque la vida me ha llevado, he podido platicar con cientos de millennials en diversas partes del país. Jóvenes universitarios o egresados que están empezando a salir al mundo laboral, o que llevan pocos años de casados.

En la inmensa mayoría de ellos existe la noción de que las cosas no están muy bien, y que hay que cambiarlas de alguna forma. Pero tienen miedo. Se sienten poco preparados para el mundo real. En la mayoría de los casos, lo están. Observan la violencia y el crimen y la corrupción y SABEN que algo tiene que cambiar; pero no saben quién o cómo se logrará, ni el papel que ellos juegan en este cambio.

Les gustaría ser más optimistas, pero ¿cómo? No saben si van a conseguir trabajo, y si lo consiguen el sueldo no será brillante. No es que teman al compromiso o a los hijos; sino que de verdad no saben cómo alcanzar un entorno de garantías mínimas.

Como generación, somos el resultado de una sociedad que nos dijo que la autoestima era más importante que el esfuerzo; que la opinión era más importante que la verdad; que merecíamos el éxito… y que lo tendríamos con solo desearlo. Al entrar a la adolescencia nuestras expectativas estaban por los cielos, y al salir al mundo real se nos ha explotado la burbuja. Esa es la realidad actual de miles de millennials en México y en el mundo. Nuestros papás empezaron a trabajar a los dieciocho, y yo conozco algunos que hoy andan rascando los cuarenta y siguen en la adolescencia.

Inevitablemente, se nos han de entregar las llaves del mundo y del país. Eso es, a la vez, esperanzador y preocupante. Por una parte, la generación millennial tiene mucha conciencia solidaria y tolerancia; cosas necesarias para una sociedad justa. Por otra parte, aún estamos en pañales en lo que a creación de riqueza y liderazgo se refiere. Y eso es por una sola razón: seguimos esperando el héroe que nos salve; que nos dé todas las cosas que nos dijeron que tendríamos.

Salvador Manzano, quien fuera el joven presidente de la Unión Social de Empresarios Mexicanos en Jalisco, me lo puso muy claro. “Es como en un avión: si una emergencia sucede, la indicación es que te pongas primero tú la máscara de oxígeno antes de ayudar a los demás. Después, quizás, puedes ayudar a otros, pilotar el avión y salvar la humanidad. Pero primero necesitas ponerte la máscara”.

La generación millennial somos un grupo de personas que creemos que tenemos el derecho de pilotar el avión pero no tenemos oxígeno y no sabemos pilotar.

De nada sirve vociferar y quejarse y hacerse víctima. De poco sirve dar opiniones y pegar gritos. Un millón de millennials haciendo memes no va a solucionar problema alguno. Eventualmente uno tiene que arremangarse y salir a trabajar.

Si eres millennial y no sabes para dónde tirar, en este momento tienes dos tareas fundamentales:

Ponte máscara de oxígeno. Piensa y crea un sistema que te dé tranquilidad financiera y un piso sobre el cual trabajar. Trabaja, ahorra y empieza un negocio. No importa, en este momento, que parezca muy pequeño. De otra manera, siempre dependerás de lo que los demás quieran hacer de ti: tus jefes, tus enemigos o tu gobierno.

Prepárate para pilotar el avión. El aprendizaje empieza por la humildad de decir “no sé” y el acto de decir “ahora mismo empiezo”. Primero caminar, luego andar en bicicleta; luego moto, coche, avioneta y avión. Sé consciente de que darte ahora mismo las llaves del avión (una empresa, una comunidad, un país), sería una tragedia anunciada. En el mundo moderno, la información es gratuita y no hay nada que no puedas aprender si te lo propones.

Los jóvenes con los que convivo sufren porque les han roto la burbuja. Pero romper esa burbuja es el favor más grande que les han hecho. Sería mejor llamarlo “cascarón”. Ahora es que empieza la oportunidad. Más nos vale, cuando no nos quede otra opción que pilotar, habernos tomado el tiempo de leer las instrucciones.

@franciscogpr



Por suerte, porque la vida me ha llevado, he podido platicar con cientos de millennials en diversas partes del país. Jóvenes universitarios o egresados que están empezando a salir al mundo laboral, o que llevan pocos años de casados.

En la inmensa mayoría de ellos existe la noción de que las cosas no están muy bien, y que hay que cambiarlas de alguna forma. Pero tienen miedo. Se sienten poco preparados para el mundo real. En la mayoría de los casos, lo están. Observan la violencia y el crimen y la corrupción y SABEN que algo tiene que cambiar; pero no saben quién o cómo se logrará, ni el papel que ellos juegan en este cambio.

Les gustaría ser más optimistas, pero ¿cómo? No saben si van a conseguir trabajo, y si lo consiguen el sueldo no será brillante. No es que teman al compromiso o a los hijos; sino que de verdad no saben cómo alcanzar un entorno de garantías mínimas.

Como generación, somos el resultado de una sociedad que nos dijo que la autoestima era más importante que el esfuerzo; que la opinión era más importante que la verdad; que merecíamos el éxito… y que lo tendríamos con solo desearlo. Al entrar a la adolescencia nuestras expectativas estaban por los cielos, y al salir al mundo real se nos ha explotado la burbuja. Esa es la realidad actual de miles de millennials en México y en el mundo. Nuestros papás empezaron a trabajar a los dieciocho, y yo conozco algunos que hoy andan rascando los cuarenta y siguen en la adolescencia.

Inevitablemente, se nos han de entregar las llaves del mundo y del país. Eso es, a la vez, esperanzador y preocupante. Por una parte, la generación millennial tiene mucha conciencia solidaria y tolerancia; cosas necesarias para una sociedad justa. Por otra parte, aún estamos en pañales en lo que a creación de riqueza y liderazgo se refiere. Y eso es por una sola razón: seguimos esperando el héroe que nos salve; que nos dé todas las cosas que nos dijeron que tendríamos.

Salvador Manzano, quien fuera el joven presidente de la Unión Social de Empresarios Mexicanos en Jalisco, me lo puso muy claro. “Es como en un avión: si una emergencia sucede, la indicación es que te pongas primero tú la máscara de oxígeno antes de ayudar a los demás. Después, quizás, puedes ayudar a otros, pilotar el avión y salvar la humanidad. Pero primero necesitas ponerte la máscara”.

La generación millennial somos un grupo de personas que creemos que tenemos el derecho de pilotar el avión pero no tenemos oxígeno y no sabemos pilotar.

De nada sirve vociferar y quejarse y hacerse víctima. De poco sirve dar opiniones y pegar gritos. Un millón de millennials haciendo memes no va a solucionar problema alguno. Eventualmente uno tiene que arremangarse y salir a trabajar.

Si eres millennial y no sabes para dónde tirar, en este momento tienes dos tareas fundamentales:

Ponte máscara de oxígeno. Piensa y crea un sistema que te dé tranquilidad financiera y un piso sobre el cual trabajar. Trabaja, ahorra y empieza un negocio. No importa, en este momento, que parezca muy pequeño. De otra manera, siempre dependerás de lo que los demás quieran hacer de ti: tus jefes, tus enemigos o tu gobierno.

Prepárate para pilotar el avión. El aprendizaje empieza por la humildad de decir “no sé” y el acto de decir “ahora mismo empiezo”. Primero caminar, luego andar en bicicleta; luego moto, coche, avioneta y avión. Sé consciente de que darte ahora mismo las llaves del avión (una empresa, una comunidad, un país), sería una tragedia anunciada. En el mundo moderno, la información es gratuita y no hay nada que no puedas aprender si te lo propones.

Los jóvenes con los que convivo sufren porque les han roto la burbuja. Pero romper esa burbuja es el favor más grande que les han hecho. Sería mejor llamarlo “cascarón”. Ahora es que empieza la oportunidad. Más nos vale, cuando no nos quede otra opción que pilotar, habernos tomado el tiempo de leer las instrucciones.

@franciscogpr



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