/ miércoles 21 de noviembre de 2018

Frijoles para los cerdos

En estos días en que la tensión social de nuestro país está tocando altos históricos, se hizo viral un video en el que una migrante hondureña comentaba su sentir sobre la ayuda que se le ha brindado. No ofendió nuestra bandera, ni nuestra fe, ni nuestros hijos, ni nuestro himno o nuestro honor. Hizo algo mucho peor: ofendió nuestras legumbres.

"Mira lo que están dando: puros frijoles molidos, como si le estuvieran dando de comer a los chanchos. Y ni modo, hay que comernos esa comida porque si no nos morimos de hambre". El meme pronto se convirtió en bandera.

El colectivo mexicano ultraconectado no solo tardó tres minutos en despedazar y echar al fuego a la pobre hondureña (quien, además, ya pidió perdón por el comentario), sino que le convirtió en el ícono de la resistencia anti-inmigrantes.

Es verdad que de entre los pocos vicios que la sociedad posmoderna no aplaude, la ingratitud es uno de los menos agradables. Hay otros peores, sin embargo; como la crueldad y la mentira. Y es que para poder juzgar hay que entender no solo el acto en sí; sino la intención y las circunstancias.

El cansancio es muy canijo; no nos permite ser quienes somos, ni pensar como debemos. Yo no sé usted; pero yo he contestado cosas peores tras un día normal de trabajo. ¿Sabía usted que entre Honduras y Estados Unidos existen unos 2500 kilómetros de distancia, lo que se puede convertir fácilmente en 50 días de trayectoria a pie? ¿Sabía que Irene Celaya –así se llama la acusada- viaja sin marido y con dos hijos pequeños a lo largo de esta travesía? ¿Sabía que no es representante de su patria, ni diplomática, ni política y no tiene preparación para hablar ante los medios?

Por otro lado ¿no tenemos un descarado doble estándar? en cada Mundial de Fútbol –en Francia, en Japón, en Alemania- hay por lo menos un mexicano que hace el ridículo y se encarga de ofender al país que lo recibe –haciendo pipí en la llama eterna, o desecrando la bandera nacional, por nombrar un par de ejemplos-. Que yo recuerde, estos transgresores han sido juzgados de manera individual por sus delitos, y nadie se le ha ocurrido organizar violentas manifestaciones en contra de los mexicanos por su causa. ¿Saben por qué? Porque hacerlo es ridículo.

La crisis migratoria internacional (en México, Colombia, Ecuador, Brasil, Perú, África central, África de Norte, Europa, Medio Oriente, etcétera) ya es de por sí compleja, pues implica una doble necesidad: atender los números grandes con ciencia y los números pequeños con humanidad. Factores culturales, políticos, económicos, legales y de seguridad forman variables que profundizan tal complejidad, y que son inevitables.

Pero hay otros factores que sí son evitables. Admito –no hay que ser ingenuos- que una solución sencilla y unidimensional es imposible, y que un mundo rosa en que todos seamos amigos es improbable. Pero ante el video de “frijoles a los chanchos” cabe concretar dos reflexiones:

Primero: la solidaridad exige la escucha. Los migrantes (o quien sea) tienen gustos y necesidades personalísimos, y derecho a expresarlos. Una cosa es ser agradecidos; otra cosa es que entendamos que el hecho de “ayudar” no nos otorga el derecho de forzar tales necesidades. Si han dejado tiradas cobijas o ropa en el camino, es quizás porque no tienen capacidad de cargar absolutamente todo lo que les demos. ¿Pueden ser más limpios, ordenados, agradecidos? Quizás. Pero esa es harina de otro costal. Nuestra es la decisión de ayudar sin juzgar. No basta dar lo que nos sobra o se nos ocurre, ni debemos ofendernos si no nos hacen un altar por regalar frijoles. Y de aquí se deriva que:

Segundo: nada hay que inflame tanto el racismo y la xenofobia como la simplificación a partir de un ejemplo suelto. Hitler lo sabía; Goebbels lo sabía, y ahora tú lo sabes. Tomar el ejemplo de un hondureño –o un mexicano, o un judío, o lo que sea- malagradecido o violento y extender el estereotipo a todo el grupo no es solo mala estadística, sino mal sentido común, y no abona en absoluto a la solución del problema.

Hay personas a quienes conviene inflamar el odio, y que usan a los migrantes como fichas en su lucha de poder. No les hagamos la tarea. Somos mejores que eso.

@franciscogpr

En estos días en que la tensión social de nuestro país está tocando altos históricos, se hizo viral un video en el que una migrante hondureña comentaba su sentir sobre la ayuda que se le ha brindado. No ofendió nuestra bandera, ni nuestra fe, ni nuestros hijos, ni nuestro himno o nuestro honor. Hizo algo mucho peor: ofendió nuestras legumbres.

"Mira lo que están dando: puros frijoles molidos, como si le estuvieran dando de comer a los chanchos. Y ni modo, hay que comernos esa comida porque si no nos morimos de hambre". El meme pronto se convirtió en bandera.

El colectivo mexicano ultraconectado no solo tardó tres minutos en despedazar y echar al fuego a la pobre hondureña (quien, además, ya pidió perdón por el comentario), sino que le convirtió en el ícono de la resistencia anti-inmigrantes.

Es verdad que de entre los pocos vicios que la sociedad posmoderna no aplaude, la ingratitud es uno de los menos agradables. Hay otros peores, sin embargo; como la crueldad y la mentira. Y es que para poder juzgar hay que entender no solo el acto en sí; sino la intención y las circunstancias.

El cansancio es muy canijo; no nos permite ser quienes somos, ni pensar como debemos. Yo no sé usted; pero yo he contestado cosas peores tras un día normal de trabajo. ¿Sabía usted que entre Honduras y Estados Unidos existen unos 2500 kilómetros de distancia, lo que se puede convertir fácilmente en 50 días de trayectoria a pie? ¿Sabía que Irene Celaya –así se llama la acusada- viaja sin marido y con dos hijos pequeños a lo largo de esta travesía? ¿Sabía que no es representante de su patria, ni diplomática, ni política y no tiene preparación para hablar ante los medios?

Por otro lado ¿no tenemos un descarado doble estándar? en cada Mundial de Fútbol –en Francia, en Japón, en Alemania- hay por lo menos un mexicano que hace el ridículo y se encarga de ofender al país que lo recibe –haciendo pipí en la llama eterna, o desecrando la bandera nacional, por nombrar un par de ejemplos-. Que yo recuerde, estos transgresores han sido juzgados de manera individual por sus delitos, y nadie se le ha ocurrido organizar violentas manifestaciones en contra de los mexicanos por su causa. ¿Saben por qué? Porque hacerlo es ridículo.

La crisis migratoria internacional (en México, Colombia, Ecuador, Brasil, Perú, África central, África de Norte, Europa, Medio Oriente, etcétera) ya es de por sí compleja, pues implica una doble necesidad: atender los números grandes con ciencia y los números pequeños con humanidad. Factores culturales, políticos, económicos, legales y de seguridad forman variables que profundizan tal complejidad, y que son inevitables.

Pero hay otros factores que sí son evitables. Admito –no hay que ser ingenuos- que una solución sencilla y unidimensional es imposible, y que un mundo rosa en que todos seamos amigos es improbable. Pero ante el video de “frijoles a los chanchos” cabe concretar dos reflexiones:

Primero: la solidaridad exige la escucha. Los migrantes (o quien sea) tienen gustos y necesidades personalísimos, y derecho a expresarlos. Una cosa es ser agradecidos; otra cosa es que entendamos que el hecho de “ayudar” no nos otorga el derecho de forzar tales necesidades. Si han dejado tiradas cobijas o ropa en el camino, es quizás porque no tienen capacidad de cargar absolutamente todo lo que les demos. ¿Pueden ser más limpios, ordenados, agradecidos? Quizás. Pero esa es harina de otro costal. Nuestra es la decisión de ayudar sin juzgar. No basta dar lo que nos sobra o se nos ocurre, ni debemos ofendernos si no nos hacen un altar por regalar frijoles. Y de aquí se deriva que:

Segundo: nada hay que inflame tanto el racismo y la xenofobia como la simplificación a partir de un ejemplo suelto. Hitler lo sabía; Goebbels lo sabía, y ahora tú lo sabes. Tomar el ejemplo de un hondureño –o un mexicano, o un judío, o lo que sea- malagradecido o violento y extender el estereotipo a todo el grupo no es solo mala estadística, sino mal sentido común, y no abona en absoluto a la solución del problema.

Hay personas a quienes conviene inflamar el odio, y que usan a los migrantes como fichas en su lucha de poder. No les hagamos la tarea. Somos mejores que eso.

@franciscogpr

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