/ viernes 14 de abril de 2023

El placebo de la realidad

Esta semana, el presidente de México Andrés Manuel López Obrador regresó de vacaciones tras los días santos; pero antes de hacerlo, aprovechó su estrategia de comunicar en redes y estar presente en el imaginario colectivo con la defensa de su arma que le ha mantenido en la agenda nacional: La Mañanera. En alguna ocasión, al principio de su sexenio como mandatario nacional – porque cuando fue jefe capitalino también desarrollaba este ejercicio matutino- a pregunta si saldría de vacaciones y dejaría la mañanera, López Obrador dijo que nunca lo haría pues ceder ese espacio democrático seria algo así como abrirles a sus detractores campo para accionar.

Pero esta semana de pascua, la realidad del inquilino de palacio nacional fue rebasada por varias realidades, la primera y más grave, la de la inseguridad que cobró la vida de al menos 507 personas en una semana, un promedio de 72 diarias, a lo que el presidente reaccionó de inmediato – omitiendo el tema en su mensaje matutino – a presentar una “encuesta” sobre los países más felices del Mundo, presumiendo que México forma parte de los primeros lugares en el rubro. Así mismo, arremetió contra quienes le criticaron su agenda a través de querer desaparecer el ejercicio de la mañanera bajo el concepto de que es usada como un atril de descalificaciones, y unilateral, no permitiendo el derecho de réplica ni tampoco presentando pruebas de sus dichos, generalmente bajo la frase de tener otros datos.

Para el Presidente no hablar de lo que sucede en el país y justificarlo con la intromisión en asuntos exteriores también ha representado un distractor en sus declaraciones, incluso esta misma semana, aprovechó una editorial de Enrique Krauze en un diario extranjero donde expresaba que todos aquellos que han sido criticados por él corrían peligro, para decir que ha sido el presidente más atacado después de Francisco I. Madero.

El presidente habla de que en su gobierno hay transparencia y no se tolera la corrupción, presenta incluso algunas encuestas pero no acepta las otras que también tienen un reflejo de realidad, no acepta tampoco el derecho de réplica y cuando alguien la ha solicitado, el mandatario desde sus micrófonos sólo refiere que el aludido debe acudir con la dependencia correspondiente para presentar sus pruebas, pero nunca a que le roben cámara o tiempo de su agenda de trabajo.

Según una encuesta y estudios basados en consumo de medios, la agencia SPIN del analista Luis estrada, menos del 1% de los seguidores de Andrés Manuel López Obrador siguen la “mañanera” en redes sociales, el también autor del libro “el imperio de los otros datos” presentó como análisis el comportamiento de una métrica del pasado 5 de abril, donde la conferencia matutina tuvo 108 mil visualizaciones para un promedio de 3.66 millones de seguidores que marca la cuenta personal de López Obrador.

La inteligencia de López Obrador se ha basado más en sus dichos, que muchas veces se han convertido en caprichos para tratar de seguir convenciendo a quienes le siguen que se camina por el tramo correcto, que todos los que le critican no piensan como él y más aún, que están contra él; el ejercicio se convierte en ese atril que usaba cuando candidato donde criticaba, pero con la diferencia de que hoy no permite que sea criticado. Presume estar informado de todo lo que sucede y para toda pregunta siempre tendrá una respuesta que será mediática y pondrá en la agenda el nombre de algún personaje para que sea investigado por la sociedad, la desacreditación de periodistas y medios para que las noticias, investigaciones o publicaciones no sean tomadas con la seriedad que tienen, pero nunca aportando pruebas de que dicen lo contrario, es un ejemplo de algo que ha sido a lo largo de su sexenio una constante; y cuando no hay respuestas o explicaciones, si hay encuestas, o un clip musical, o una broma al estilo de un hombre cuya agenda se resume en 3 horas promedio diario en cobertura nacional.

Esta semana, el presidente de México Andrés Manuel López Obrador regresó de vacaciones tras los días santos; pero antes de hacerlo, aprovechó su estrategia de comunicar en redes y estar presente en el imaginario colectivo con la defensa de su arma que le ha mantenido en la agenda nacional: La Mañanera. En alguna ocasión, al principio de su sexenio como mandatario nacional – porque cuando fue jefe capitalino también desarrollaba este ejercicio matutino- a pregunta si saldría de vacaciones y dejaría la mañanera, López Obrador dijo que nunca lo haría pues ceder ese espacio democrático seria algo así como abrirles a sus detractores campo para accionar.

Pero esta semana de pascua, la realidad del inquilino de palacio nacional fue rebasada por varias realidades, la primera y más grave, la de la inseguridad que cobró la vida de al menos 507 personas en una semana, un promedio de 72 diarias, a lo que el presidente reaccionó de inmediato – omitiendo el tema en su mensaje matutino – a presentar una “encuesta” sobre los países más felices del Mundo, presumiendo que México forma parte de los primeros lugares en el rubro. Así mismo, arremetió contra quienes le criticaron su agenda a través de querer desaparecer el ejercicio de la mañanera bajo el concepto de que es usada como un atril de descalificaciones, y unilateral, no permitiendo el derecho de réplica ni tampoco presentando pruebas de sus dichos, generalmente bajo la frase de tener otros datos.

Para el Presidente no hablar de lo que sucede en el país y justificarlo con la intromisión en asuntos exteriores también ha representado un distractor en sus declaraciones, incluso esta misma semana, aprovechó una editorial de Enrique Krauze en un diario extranjero donde expresaba que todos aquellos que han sido criticados por él corrían peligro, para decir que ha sido el presidente más atacado después de Francisco I. Madero.

El presidente habla de que en su gobierno hay transparencia y no se tolera la corrupción, presenta incluso algunas encuestas pero no acepta las otras que también tienen un reflejo de realidad, no acepta tampoco el derecho de réplica y cuando alguien la ha solicitado, el mandatario desde sus micrófonos sólo refiere que el aludido debe acudir con la dependencia correspondiente para presentar sus pruebas, pero nunca a que le roben cámara o tiempo de su agenda de trabajo.

Según una encuesta y estudios basados en consumo de medios, la agencia SPIN del analista Luis estrada, menos del 1% de los seguidores de Andrés Manuel López Obrador siguen la “mañanera” en redes sociales, el también autor del libro “el imperio de los otros datos” presentó como análisis el comportamiento de una métrica del pasado 5 de abril, donde la conferencia matutina tuvo 108 mil visualizaciones para un promedio de 3.66 millones de seguidores que marca la cuenta personal de López Obrador.

La inteligencia de López Obrador se ha basado más en sus dichos, que muchas veces se han convertido en caprichos para tratar de seguir convenciendo a quienes le siguen que se camina por el tramo correcto, que todos los que le critican no piensan como él y más aún, que están contra él; el ejercicio se convierte en ese atril que usaba cuando candidato donde criticaba, pero con la diferencia de que hoy no permite que sea criticado. Presume estar informado de todo lo que sucede y para toda pregunta siempre tendrá una respuesta que será mediática y pondrá en la agenda el nombre de algún personaje para que sea investigado por la sociedad, la desacreditación de periodistas y medios para que las noticias, investigaciones o publicaciones no sean tomadas con la seriedad que tienen, pero nunca aportando pruebas de que dicen lo contrario, es un ejemplo de algo que ha sido a lo largo de su sexenio una constante; y cuando no hay respuestas o explicaciones, si hay encuestas, o un clip musical, o una broma al estilo de un hombre cuya agenda se resume en 3 horas promedio diario en cobertura nacional.