/ jueves 3 de agosto de 2023

El Jalisco que anhelamos

Segunda parte

Llevo toda la vida recorriendo los caminos de nuestro estado. Primero, como hijo de una familia que tuvo que migrar para darle a sus hijos oportunidades y educación. Después, como médico en formación, rotando por varias clínicas para garantizar el acceso de las y los jaliscienses a la salud. Más tarde, como empresario, verificando rutas y coberturas. Y desde hace casi dos décadas, tengo el privilegio de hacerlo acompañando en sus viajes a Andrés Manuel López Obrador, un hombre honesto, humilde y cabal.

Por eso, y no es un tiro al aire, sino una convicción fundada, creo que conozco Jalisco como muy pocas personas. Si hiciera cuentas, en cada uno de nuestros 125 municipios tengo al menos diez amigos: muchos de ellos me han abierto las puertas de sus casas para invitarme a tomar un café y platicar con más personas.

Lo más triste es que, platicando con todas ellas, desde hace casi veinte años, siempre me dicen más o menos lo mismo. “El gobierno del estado no nos hace caso”, “en Guadalajara no nos escuchan”, “votamos por ellos y luego no se acuerdan de volver a garantizar que se cumpla lo que les pedimos”. A lo largo de mi vida, he tenido una máxima que me ha acompañado. No hay que preocuparse, hay que ocuparse para darle la vuelta a las situaciones que nos aquejan. Y creo que todas y todos ya estamos hartos de tener gobiernos que no escuchan y que, en algunas ocasiones, parece que se burlan de lo que pide la gente.

En Jalisco, pronto vamos a cumplir treinta años padeciendo gobiernos neoliberales que responden a intereses que no son los de la población: que administran para que unos cuantos se enriquezcan a costa de todas y todos los demás. Afortunadamente, y casi coincidiendo con la celebración de los 200 años de existencia de nuestro estado, tenemos una oportunidad histórica para remediarlo haciendo uso de la herramienta más poderosa que existe en una democracia: la manifestación de la voluntad popular a través del voto libre y secreto.

Por eso, como ya se escuchan los murmullos de la política en todos los partidos y como en todas las conversaciones ya se empieza a preguntar quién va a ser el bueno, creo que es momento de que nos preguntemos qué características queremos en quien vaya a resultar electo como Gobernador para los próximos seis años. Si me permiten, les voy a compartir algunas de las cosas que mencionan las amigas y amigos de todo el estado con los que he tenido oportunidad de platicar.

En primer lugar, y esto es algo que me han dicho todas y todos ellos, sin excepción: honestidad. No es posible que cada que un gobernador salga veamos la casota, el carrote nuevo, los nuevos negocios. Para quien quiera hacer dinero, ahí están los negocios, donde, con mucho trabajo y astucia, les puede ir muy bien (¡y se los digo por experiencia!). Pero para servir al pueblo, lo menos importante es cuánto se gana y de dónde se saca el dinero. Por el contrario, hay que encargarse de que los recursos del estado se utilicen en todo menos en uno. Jalisco tiene muchas demandas pendientes que se tienen que resolver como para desviar aunque sea un centavo de dinero del pueblo.

“Junto con pegado” a la honestidad va el respeto a la palabra empeñada. ¿A qué me refiero con eso? Llevamos un siglo escuchando canciones que nos dicen que México y Jalisco son “cuna de hombres cabales”, pero parece que siempre nos tocan los políticos a los que no les ponían esos discos. A muchos de nosotros, que crecimos con muchos valores pero con poco dinero en la familia, nos dijeron que lo más valioso que teníamos era la palabra empeñada; es algo que traigo grabado en la conciencia desde la primera vez que mi padre me lo dijo. Y por eso, creo que quien quiera aspirar a gobernar este estado tiene que respetar ese principio. Nada de prometer los cuernos de la luna en alguna comunidad o colonia para después desaparecerse; hay que estar siempre al pendiente de que lo que se promete, se cumpla.

Esto me lleva a un tercer punto. Como empresario, he aprendido que el ojo del amo sí que engorda el ganado. Para administrar y para mandar, se requiere estar cerca, conocer todos los factores y tener en cuenta todos los puntos de vista. En el caso de la primera magistratura de Jalisco, se requiere haber visitado cada pueblo y colonia, estar al tanto de sus problemas y tener una visión de conjunto para que resolver algo no cause cinco problemas más.

Hay mucho más de lo que hablar; de las cualidades que un gobernante debe tener, y más aún, en un estado lleno de retos como el nuestro. Le pongo una pausa para seguir dialogando con ustedes la próxima semana.

Segunda parte

Llevo toda la vida recorriendo los caminos de nuestro estado. Primero, como hijo de una familia que tuvo que migrar para darle a sus hijos oportunidades y educación. Después, como médico en formación, rotando por varias clínicas para garantizar el acceso de las y los jaliscienses a la salud. Más tarde, como empresario, verificando rutas y coberturas. Y desde hace casi dos décadas, tengo el privilegio de hacerlo acompañando en sus viajes a Andrés Manuel López Obrador, un hombre honesto, humilde y cabal.

Por eso, y no es un tiro al aire, sino una convicción fundada, creo que conozco Jalisco como muy pocas personas. Si hiciera cuentas, en cada uno de nuestros 125 municipios tengo al menos diez amigos: muchos de ellos me han abierto las puertas de sus casas para invitarme a tomar un café y platicar con más personas.

Lo más triste es que, platicando con todas ellas, desde hace casi veinte años, siempre me dicen más o menos lo mismo. “El gobierno del estado no nos hace caso”, “en Guadalajara no nos escuchan”, “votamos por ellos y luego no se acuerdan de volver a garantizar que se cumpla lo que les pedimos”. A lo largo de mi vida, he tenido una máxima que me ha acompañado. No hay que preocuparse, hay que ocuparse para darle la vuelta a las situaciones que nos aquejan. Y creo que todas y todos ya estamos hartos de tener gobiernos que no escuchan y que, en algunas ocasiones, parece que se burlan de lo que pide la gente.

En Jalisco, pronto vamos a cumplir treinta años padeciendo gobiernos neoliberales que responden a intereses que no son los de la población: que administran para que unos cuantos se enriquezcan a costa de todas y todos los demás. Afortunadamente, y casi coincidiendo con la celebración de los 200 años de existencia de nuestro estado, tenemos una oportunidad histórica para remediarlo haciendo uso de la herramienta más poderosa que existe en una democracia: la manifestación de la voluntad popular a través del voto libre y secreto.

Por eso, como ya se escuchan los murmullos de la política en todos los partidos y como en todas las conversaciones ya se empieza a preguntar quién va a ser el bueno, creo que es momento de que nos preguntemos qué características queremos en quien vaya a resultar electo como Gobernador para los próximos seis años. Si me permiten, les voy a compartir algunas de las cosas que mencionan las amigas y amigos de todo el estado con los que he tenido oportunidad de platicar.

En primer lugar, y esto es algo que me han dicho todas y todos ellos, sin excepción: honestidad. No es posible que cada que un gobernador salga veamos la casota, el carrote nuevo, los nuevos negocios. Para quien quiera hacer dinero, ahí están los negocios, donde, con mucho trabajo y astucia, les puede ir muy bien (¡y se los digo por experiencia!). Pero para servir al pueblo, lo menos importante es cuánto se gana y de dónde se saca el dinero. Por el contrario, hay que encargarse de que los recursos del estado se utilicen en todo menos en uno. Jalisco tiene muchas demandas pendientes que se tienen que resolver como para desviar aunque sea un centavo de dinero del pueblo.

“Junto con pegado” a la honestidad va el respeto a la palabra empeñada. ¿A qué me refiero con eso? Llevamos un siglo escuchando canciones que nos dicen que México y Jalisco son “cuna de hombres cabales”, pero parece que siempre nos tocan los políticos a los que no les ponían esos discos. A muchos de nosotros, que crecimos con muchos valores pero con poco dinero en la familia, nos dijeron que lo más valioso que teníamos era la palabra empeñada; es algo que traigo grabado en la conciencia desde la primera vez que mi padre me lo dijo. Y por eso, creo que quien quiera aspirar a gobernar este estado tiene que respetar ese principio. Nada de prometer los cuernos de la luna en alguna comunidad o colonia para después desaparecerse; hay que estar siempre al pendiente de que lo que se promete, se cumpla.

Esto me lleva a un tercer punto. Como empresario, he aprendido que el ojo del amo sí que engorda el ganado. Para administrar y para mandar, se requiere estar cerca, conocer todos los factores y tener en cuenta todos los puntos de vista. En el caso de la primera magistratura de Jalisco, se requiere haber visitado cada pueblo y colonia, estar al tanto de sus problemas y tener una visión de conjunto para que resolver algo no cause cinco problemas más.

Hay mucho más de lo que hablar; de las cualidades que un gobernante debe tener, y más aún, en un estado lleno de retos como el nuestro. Le pongo una pausa para seguir dialogando con ustedes la próxima semana.