/ jueves 14 de octubre de 2021

Repartidores: ¿servicio necesario o plaga?

Si bien los repartos en motocicleta se han convertido en un servicio necesario, sobre todo en las regiones urbanas de mayor capacidad de consumo y, sobre todo, durante el largo periodo de confinamiento en casa en el AMG, las promesas de regulación y certificación de ese servicio ofrecidas por las autoridades viales y la CANACO, al parecer se han quedado en buenas intenciones. Sobre todo cuando se sabe de más de 400 mil personas dedicadas a la entrega de comida a las que habría que agregar las encargadas de cobranza o reparto de medicamentos y otros insumos de las medianas empresas, incluidas las de refacciones y ferretería.

Ante esas estadísticas poco relevantes resultan los 13 certificados entregados por la CANACO el pasado 14 de julio donde se asegura “… el repartidor realiza una entrega segura de mercancías o productos en motocicletas y consiste en una capacitación para el manejo de esas actividades, así como de la misma motocicleta para inhibir los riesgos de trabajo, como accidentes viales”, según señaló Mario Alberto Monroy Director General de Mi Certificación.MX al resaltar un estándar de competencia de talla mundial al “fomentar, dignificar y reconocer las mejores prácticas laborales”.

Al mismo tiempo se reconocieron 3 factores esenciales en ese proceso, es decir, la capacitación, evaluación y certificación.

Sin embargo, en la realidad concreta y según datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), en el primer trimestre de este año, en Jalisco hay cerca de 415 mil personas sub ocupadas, entre las cuales se encuentran las ocupadas para utilizar 9 de cada 10 motocicletas que prestan este tipo de servicios. No obstante el crecimiento en la demanda de entrega de productos y comida a domicilio durante el pasado evento sanitario, elevó el número de motocicletas de reparto hasta las 485 mil unidades. Y según el último corte el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) con cierre a 2019 en la entidad había cerca de 440 mil motocicletas en circulación, lo cual demuestra el crecimiento entre 50 mil y 60 mil unidades por año de estos transportes individuales.

Ese crecimiento es tan evidente como estresante en zonas como el poniente de Zapopan o el primer cuadro de Guadalajara en los cuales plataformas como RAPPI México, DiDi y Uber, llegan a escenificar constantes violaciones al reglamento de tránsito y a generar un estrés en los conductores de vehículos y habitantes de esos sectores urbanos con una afección emocional permanente y creciendo sin que ninguna autoridad se haya percatado de la urgencia de controlar estos peligrosos, aunque necesarios, desplazamientos de motociclistas afanosos por cumplir normas de extremas de explotación laboral y altamente peligrosas pero poco vigiladas.

En todo caso, para llegar a considerar el reparto de insumos en medio del confinamiento, debemos reconocerlo como un mal necesario con urgente necesidad de contener su crecimiento en el cual, para la ciudad, podría resultar como el clásico adagio de un caldo más caro que las albóndigas.

* Académico del CUAAD

@CarlosOrozcoSa

Si bien los repartos en motocicleta se han convertido en un servicio necesario, sobre todo en las regiones urbanas de mayor capacidad de consumo y, sobre todo, durante el largo periodo de confinamiento en casa en el AMG, las promesas de regulación y certificación de ese servicio ofrecidas por las autoridades viales y la CANACO, al parecer se han quedado en buenas intenciones. Sobre todo cuando se sabe de más de 400 mil personas dedicadas a la entrega de comida a las que habría que agregar las encargadas de cobranza o reparto de medicamentos y otros insumos de las medianas empresas, incluidas las de refacciones y ferretería.

Ante esas estadísticas poco relevantes resultan los 13 certificados entregados por la CANACO el pasado 14 de julio donde se asegura “… el repartidor realiza una entrega segura de mercancías o productos en motocicletas y consiste en una capacitación para el manejo de esas actividades, así como de la misma motocicleta para inhibir los riesgos de trabajo, como accidentes viales”, según señaló Mario Alberto Monroy Director General de Mi Certificación.MX al resaltar un estándar de competencia de talla mundial al “fomentar, dignificar y reconocer las mejores prácticas laborales”.

Al mismo tiempo se reconocieron 3 factores esenciales en ese proceso, es decir, la capacitación, evaluación y certificación.

Sin embargo, en la realidad concreta y según datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), en el primer trimestre de este año, en Jalisco hay cerca de 415 mil personas sub ocupadas, entre las cuales se encuentran las ocupadas para utilizar 9 de cada 10 motocicletas que prestan este tipo de servicios. No obstante el crecimiento en la demanda de entrega de productos y comida a domicilio durante el pasado evento sanitario, elevó el número de motocicletas de reparto hasta las 485 mil unidades. Y según el último corte el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) con cierre a 2019 en la entidad había cerca de 440 mil motocicletas en circulación, lo cual demuestra el crecimiento entre 50 mil y 60 mil unidades por año de estos transportes individuales.

Ese crecimiento es tan evidente como estresante en zonas como el poniente de Zapopan o el primer cuadro de Guadalajara en los cuales plataformas como RAPPI México, DiDi y Uber, llegan a escenificar constantes violaciones al reglamento de tránsito y a generar un estrés en los conductores de vehículos y habitantes de esos sectores urbanos con una afección emocional permanente y creciendo sin que ninguna autoridad se haya percatado de la urgencia de controlar estos peligrosos, aunque necesarios, desplazamientos de motociclistas afanosos por cumplir normas de extremas de explotación laboral y altamente peligrosas pero poco vigiladas.

En todo caso, para llegar a considerar el reparto de insumos en medio del confinamiento, debemos reconocerlo como un mal necesario con urgente necesidad de contener su crecimiento en el cual, para la ciudad, podría resultar como el clásico adagio de un caldo más caro que las albóndigas.

* Académico del CUAAD

@CarlosOrozcoSa