/ lunes 25 de septiembre de 2023

Más grande que el dolor: una vida de búsqueda


Hay situaciones que te cambian la vida. Sin vuelta atrás. Lo que parecía tan importante deja de serlo porque la angustia lo ha invadido todo. El desasosiego se instaló en la vida de María Guadalupe Aguilar un 17 de enero del 2011 cuando desapareció su hijo José Luis Arana Aguilar de 34 años. Hasta la fecha el Estado sigue sin encontrarlo.

Ante la ausencia de estrategias fehacientes para resolver la crisis de desaparecidos en Jalisco, muchas madres han puesto su vida para buscar a sus hijos. Una estrofa de la canción de las buscadoras de Sonora versa: “No descansaré hasta por fin encontrarte, hoy te juro ante Dios no derrumbarme, que el motivo hoy y siempre de mi vida tú serás, aunque los ingratos me quieran parar”. Esa letra es clave para comprender la entrega que miles de madres como Lupita Aguilar afrontan el día a día. El Estado les dio la espalda una y otra vez, pero en la lucha colectiva encontraron fuerzas para seguir. Organizaciones como a la que pertenece Lupita, Familias Unidas por Nuestros Desaparecidos Jalisco (FUNDEJ), acompaña a miles de familias que atraviesan una situación que no debería existir.

Desde que conocí a Lupita en el 2019, cuando la acompañe por primera vez a una marcha para exigir justicia y resultados, la admiré por ser una mujer incansable, que pese al dolor tan grande que la acompaña se levanta cada mañana a exigir justicia por su hijo y por los hijos e hijas que desaparecieron. Celebro que el pasado viernes 22 de septiembre, la Red Internacional de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario (REDDIH) le entregó la Presea María Látigo 2023, sin duda merece más reconocimientos y, sobre todo, que el Estado mexicano le dé respuesta sobre el paradero de su hijo José.

Muchas veces le han preguntado si tiene esperanza de encontrar a tu hijo. “Para ser honesta lo veo complicado” es su respuesta, porque ha conocido en carne propia la decepción de los políticos, la decepción del sistema, la decepción de que no cambie nada. Lupita es una mujer que estrechó la mano del presidente Felipe Calderón, quien le dijo: “Lupita vamos a encontrar a su hijo”, ella escuchó cómo dio indicaciones al secretario de la defensa de buscar a Pepe y hasta intercambió el teléfono con ella. Sin embargo esa esperanza se apagó, así como el teléfono de Calderón.

La promesa la volvió a experimentar con Enrique Peña Nieto, encuentros que dejaban una estela de esperanza, el anhelo ferviente de que pronto tendría a Pepe en sus brazos o la claridad de ver sus restos y despedirse en paz. A estas alturas, con todos los golpes que ha enfrentado, es consciente de que ni siquiera el presidiente de México puede devolverle a su hijo; sin embargo la crisis de desaparecidos es una realidad y ella no descansará de exigir justicia, de organizar marchas, de dar consuelo a cientos de familias que como a ella, el Estado les falló. “Madres y padres necesitan un hombro en dónde llorar y una dirección de cómo y dónde buscar”, Lupita persiste y su testimonio me impulsa a construir por la justicia.

En la última marcha que nos toco coincidir, Lupita gritó: “Jalisco es una fosa” y no se equivoca. Jalisco tiene más de 15 mil desaparecidos al día de hoy y en el país hay más de 100 mil desde que se tienen registros. Esto no es normal. Me niego a seguir escuchando que desaparecieron a esta persona y a esta y a esta como una espiral infinita. Tristemente estamos llegando a ese extremo y se puede ver en la sociedad cada día más acostumbrada a las noticas de desaparecidos. La única esperanza que tenemos es contagiarnos del espíritu y solidaridad de Lupita, que ante la duda de no recibir justicia para su causa, muestra más convicción de evitar que la crisis se siga repitiendo sistemáticamente. El dolor acompaña a una vida de búsqueda, pero más fuerte que la esperanza es la justicia y como nadie está exento de ser el siguiente, es tiempo de unirnos y construir desde nuestras trincheras un México con justicia. El primer paso me lo mostró Lupita, no guardar silencio.


Hay situaciones que te cambian la vida. Sin vuelta atrás. Lo que parecía tan importante deja de serlo porque la angustia lo ha invadido todo. El desasosiego se instaló en la vida de María Guadalupe Aguilar un 17 de enero del 2011 cuando desapareció su hijo José Luis Arana Aguilar de 34 años. Hasta la fecha el Estado sigue sin encontrarlo.

Ante la ausencia de estrategias fehacientes para resolver la crisis de desaparecidos en Jalisco, muchas madres han puesto su vida para buscar a sus hijos. Una estrofa de la canción de las buscadoras de Sonora versa: “No descansaré hasta por fin encontrarte, hoy te juro ante Dios no derrumbarme, que el motivo hoy y siempre de mi vida tú serás, aunque los ingratos me quieran parar”. Esa letra es clave para comprender la entrega que miles de madres como Lupita Aguilar afrontan el día a día. El Estado les dio la espalda una y otra vez, pero en la lucha colectiva encontraron fuerzas para seguir. Organizaciones como a la que pertenece Lupita, Familias Unidas por Nuestros Desaparecidos Jalisco (FUNDEJ), acompaña a miles de familias que atraviesan una situación que no debería existir.

Desde que conocí a Lupita en el 2019, cuando la acompañe por primera vez a una marcha para exigir justicia y resultados, la admiré por ser una mujer incansable, que pese al dolor tan grande que la acompaña se levanta cada mañana a exigir justicia por su hijo y por los hijos e hijas que desaparecieron. Celebro que el pasado viernes 22 de septiembre, la Red Internacional de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario (REDDIH) le entregó la Presea María Látigo 2023, sin duda merece más reconocimientos y, sobre todo, que el Estado mexicano le dé respuesta sobre el paradero de su hijo José.

Muchas veces le han preguntado si tiene esperanza de encontrar a tu hijo. “Para ser honesta lo veo complicado” es su respuesta, porque ha conocido en carne propia la decepción de los políticos, la decepción del sistema, la decepción de que no cambie nada. Lupita es una mujer que estrechó la mano del presidente Felipe Calderón, quien le dijo: “Lupita vamos a encontrar a su hijo”, ella escuchó cómo dio indicaciones al secretario de la defensa de buscar a Pepe y hasta intercambió el teléfono con ella. Sin embargo esa esperanza se apagó, así como el teléfono de Calderón.

La promesa la volvió a experimentar con Enrique Peña Nieto, encuentros que dejaban una estela de esperanza, el anhelo ferviente de que pronto tendría a Pepe en sus brazos o la claridad de ver sus restos y despedirse en paz. A estas alturas, con todos los golpes que ha enfrentado, es consciente de que ni siquiera el presidiente de México puede devolverle a su hijo; sin embargo la crisis de desaparecidos es una realidad y ella no descansará de exigir justicia, de organizar marchas, de dar consuelo a cientos de familias que como a ella, el Estado les falló. “Madres y padres necesitan un hombro en dónde llorar y una dirección de cómo y dónde buscar”, Lupita persiste y su testimonio me impulsa a construir por la justicia.

En la última marcha que nos toco coincidir, Lupita gritó: “Jalisco es una fosa” y no se equivoca. Jalisco tiene más de 15 mil desaparecidos al día de hoy y en el país hay más de 100 mil desde que se tienen registros. Esto no es normal. Me niego a seguir escuchando que desaparecieron a esta persona y a esta y a esta como una espiral infinita. Tristemente estamos llegando a ese extremo y se puede ver en la sociedad cada día más acostumbrada a las noticas de desaparecidos. La única esperanza que tenemos es contagiarnos del espíritu y solidaridad de Lupita, que ante la duda de no recibir justicia para su causa, muestra más convicción de evitar que la crisis se siga repitiendo sistemáticamente. El dolor acompaña a una vida de búsqueda, pero más fuerte que la esperanza es la justicia y como nadie está exento de ser el siguiente, es tiempo de unirnos y construir desde nuestras trincheras un México con justicia. El primer paso me lo mostró Lupita, no guardar silencio.