/ sábado 8 de junio de 2019

Atlas de riesgos; urgencia vital

Académicos de la Universidad de Guadalajara del Centro Universitario de Ciencias Biológico Agropecuarias (CUCBA); del CUCEI y CUAAD, desarrollaron, hace varios años, el primer Atlas de Riesgos a disposición de la estructura oficial del Estado de Jalisco para la prevención de siniestros recurrentes, sobretodo en la temporada de lluvias proxima a escenificarse.

No obstante, ante las consecuencias como la padecida en el municipio de San Gabriel con la destrucción causada por la riada del Río Apango conocido también como “salsipuedes”, se hace urgente la prevención ante las condiciones de potencial siniestralidad en cada región y microcuenca, conforme lo ha reconocido el titular de IMEPLAN Mario Silva y el del Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED) durante la presentación del proyecto de actualización del Atlas de Riesgos Metropolitano, al mismo tiempo de reconocer que sólo seis municipios tienen un inventario de riesgos, por cierto anacrónico.

Para ello, como se ha hecho en el proyecto de Universidad Segura, por ejemplo, se hace necesario monitorear en tiempo real las consecuencias en los lugares predecibles por su alta vulnerabilidad.

Ya conocemos los puntos de inundación de cada año, principalmente en avenidas y túneles que anualmente representan un serio peligro para la población. Pero, al parecer no contábamos con las consecuencias de la deforestación como la experimentada en estos días en el municipio de San Gabriel a manos de los agricultores aguacateros y lo cual nos obliga a observar con rigidez científica cada punto de potencial peligro en diversas partes del territorio jalisciense.

Hoy sabemos de las consecuencias destructivas de un sismo o un maremoto después de sufrirlo hace poco más de 20 años en el municipio de Cihuatlán, o bien la pérdida de grandes extensiones agrícolas de platanares y cocoteros en la misma región de la costa sur jalisciense. Sin dejar de reconocer la necesidad de construir vasos reguladores y, dentro de lo posible, la renovación de redes colectoras de drenaje, en algunos casos edificadas durante las modernizaciones añejas del primer cuadro de Guadalajara.

Conocedores por experiencia de las próximas inundaciones, tendremos que aplicar nuestra educación social para su prevención en las avenidas Patria a la altura del bosque de Los Colomos, la avenida Américas en Country Club, Lázaro Cárdenas en los Arcos del Milenio, Mariano Otero en Plaza del Sol, López Mateos en todos sus pasos a desnivel, y en fin todas las arterias que algún día fueron escurrimientos naturales como las distintivas de Jardines del Bosque, Fraccionamiento Colón y todos los barrios segregados en el Área Metropolitana de Guadalajara. Por supuesto ese documento de riesgos potenciales debe contemplar las microcuencas hidrológicas hoy invadidas por edificaciones inherentes al crecimiento desordenado de la ciudad.

Muchos tapatíos conservamos en el imaginario colectivo alguna tragedia como la vivida por mi generación de estudiantes de Arquitectura de la UdeG y la familia de una compañera y su hermana de esa carrera succionadas por una boca de tormenta, aún existente, en la avenida Mariano Otero frente a una conocida chocolatera tapatía; su cuerpo fue recuperado semanas más tarde en el Río Santiago de la Barranca de Huentitán. Ni hablar de otros múltiples casos, es decir, los jalisciences tenemos razones frescas para aprender del pasado reciente.


Académico del CUAAD

carlosm_orozco@hotmail.com

Académicos de la Universidad de Guadalajara del Centro Universitario de Ciencias Biológico Agropecuarias (CUCBA); del CUCEI y CUAAD, desarrollaron, hace varios años, el primer Atlas de Riesgos a disposición de la estructura oficial del Estado de Jalisco para la prevención de siniestros recurrentes, sobretodo en la temporada de lluvias proxima a escenificarse.

No obstante, ante las consecuencias como la padecida en el municipio de San Gabriel con la destrucción causada por la riada del Río Apango conocido también como “salsipuedes”, se hace urgente la prevención ante las condiciones de potencial siniestralidad en cada región y microcuenca, conforme lo ha reconocido el titular de IMEPLAN Mario Silva y el del Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED) durante la presentación del proyecto de actualización del Atlas de Riesgos Metropolitano, al mismo tiempo de reconocer que sólo seis municipios tienen un inventario de riesgos, por cierto anacrónico.

Para ello, como se ha hecho en el proyecto de Universidad Segura, por ejemplo, se hace necesario monitorear en tiempo real las consecuencias en los lugares predecibles por su alta vulnerabilidad.

Ya conocemos los puntos de inundación de cada año, principalmente en avenidas y túneles que anualmente representan un serio peligro para la población. Pero, al parecer no contábamos con las consecuencias de la deforestación como la experimentada en estos días en el municipio de San Gabriel a manos de los agricultores aguacateros y lo cual nos obliga a observar con rigidez científica cada punto de potencial peligro en diversas partes del territorio jalisciense.

Hoy sabemos de las consecuencias destructivas de un sismo o un maremoto después de sufrirlo hace poco más de 20 años en el municipio de Cihuatlán, o bien la pérdida de grandes extensiones agrícolas de platanares y cocoteros en la misma región de la costa sur jalisciense. Sin dejar de reconocer la necesidad de construir vasos reguladores y, dentro de lo posible, la renovación de redes colectoras de drenaje, en algunos casos edificadas durante las modernizaciones añejas del primer cuadro de Guadalajara.

Conocedores por experiencia de las próximas inundaciones, tendremos que aplicar nuestra educación social para su prevención en las avenidas Patria a la altura del bosque de Los Colomos, la avenida Américas en Country Club, Lázaro Cárdenas en los Arcos del Milenio, Mariano Otero en Plaza del Sol, López Mateos en todos sus pasos a desnivel, y en fin todas las arterias que algún día fueron escurrimientos naturales como las distintivas de Jardines del Bosque, Fraccionamiento Colón y todos los barrios segregados en el Área Metropolitana de Guadalajara. Por supuesto ese documento de riesgos potenciales debe contemplar las microcuencas hidrológicas hoy invadidas por edificaciones inherentes al crecimiento desordenado de la ciudad.

Muchos tapatíos conservamos en el imaginario colectivo alguna tragedia como la vivida por mi generación de estudiantes de Arquitectura de la UdeG y la familia de una compañera y su hermana de esa carrera succionadas por una boca de tormenta, aún existente, en la avenida Mariano Otero frente a una conocida chocolatera tapatía; su cuerpo fue recuperado semanas más tarde en el Río Santiago de la Barranca de Huentitán. Ni hablar de otros múltiples casos, es decir, los jalisciences tenemos razones frescas para aprender del pasado reciente.


Académico del CUAAD

carlosm_orozco@hotmail.com