/ lunes 1 de abril de 2024

Crónica de una pandemia: Volver a la normalidad

Nos encontrábamos en abril del 2022 y ya no había muertes por Covid-19 afortunadamente

Fuimos por primera vez a una boda en el mes de octubre después de año y medio que teníamos sin ir a fiestas. Nos sentimos muy nerviosos cuando llegamos pese a que era en un espacio abierto pero ya pasada la noche nos relajamos y bailamos junto a todos los invitados, afortunadamente nadie se enfermó. Solo acudíamos durante el confinamiento a pequeñas reuniones con ventanas abiertas, terrazas o jardín. Nos cuidamos con todas las medidas y las disposiciones que se pedían.

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Volví a pasar mi cumpleaños de una forma extraña, pero ahora el número 42 con los sentimientos a flor de piel entre agradecimiento por estar sana y viva, sin embargo con una cierta tristeza por la pandemia que no nos dejaba vivir del todo en la “anterior normalidad” y además porque sabía que mi hija Sofía no se iba a hacer presente de alguna manera ese día y así fue, no supe nada sobre ella. Sentí el impulso de escribir un pensamiento dada la sensibilidad que atravesaba en esos días, fui por una libreta y escribí lo siguiente:

“Hoy el Ave Fénix me abraza y me lleva a volar por un viaje sin fin, renaciendo desde las cenizas, sacudiendo todo el pasado que me fortaleció y albergando solo lo que me alimenta. Las hojas de los árboles de este próspero otoño caen con la promesa de un nuevo retoño, una nueva etapa en mi vida de renacimiento al alba. Vida, muerte, vida, un maravilloso ciclo de la existencia humana que me hace comprender el nacimiento y lo efímero de mis días por el paso corto sobre esta tierra. Libra simboliza mi tan valiosa libertad, la balanza que me da el equilibrio, el aire que me da vida, la justicia que busco y me guía. Libra es la búsqueda incansable de la belleza interior y exterior en este mundo con tantos matices y diversidades que me hacen comprender que lo bello está dentro de lo diferente, soy distinta, en eso radica mi gran valor”.

Mi esposo regresó a dar clases a la universidad con el cubrebocas puesto en todo momento y con su grupo dividido: un día acudía la mitad de alumnos y al día siguiente la otra mitad, situación que lo desgastó física y emocionalmente. Mi hija la mayor Fernanda regresó nerviosa a su dinámica de tomar el tren ligero y el Macrobús que la llevaba a su universidad. Mi otra hija Liliana estudiaba en casa para hacer el examen de ingreso a la universidad, situación que la tenía con los nervios de punta.

Mis hijas afortunadamente ya se habían vacunado un mes antes y se habían sentido mejor que yo con la primera dosis de Pfizer. Yo sentí mucho dolor en el brazo por casi un mes al grado de no poderlo mover por lo que llamé a mi hermano que es doctor y me dijo que no me preocupara, pero con tantas cosas que se dicen y sobre todo en las noticias el miedo y desconfianza seguían latente en mí.

Llegó al fin mi turno de volverme a vacunar. Pasaron casi cuatro meses de espera. El gobierno había recibido solo unas cuantas vacunas de Pfizer. Quedamos muchas personas de 40 años y más sin podernos vacunar por segunda vez.

El Gobierno Federal aplicó vacunas contra el Covid-19 a la población vulnerable en primer lugar. Foto: Crisanta Espinosa / Cuartoscuro

Me sentía nerviosa porque veía pasar el tiempo, llegaban otras vacunas como Astra Seneca, Moderna o las que eran para las embarazadas pero para nosotros no. Entre el nerviosismo de estar casi desprotegida y la impotencia de que por cuestiones políticas no abastecían más vacunas y que algunas de ellas como la Sputnik y Cansino que fue la que le pusieron a mi esposo, no eran permitidas para viajar me sentía intranquila.

Pero como lo había mencionado, al fin llegó mi turno a días de haber pasado mi cumpleaños. La organización cada vez iba mejorando gracias al gobierno estatal y no al federal. Todo se efectuó en una hora.

Esta vez fue sencillo, lo estresante era sentirte que ibas por tu propio pie, de hecho, me recordó a una serie que estaba de moda en esos momentos: “El juego del Calamar” la cual es una serie coreana y novedosa por su trama que era distinta a lo que estábamos acostumbrados a ver. En ella se evidenciaba lo que somos los seres humanos capaces de hacer por dinero. El aislamiento nos llevó a la reflexión sobre la avaricia de los seres humanos, tema que fue objeto de conversación con nuestros familiares y amigos.

Esperaba temerosamente que no me hiciera tanta reacción o efectos secundarios de la dichosa vacuna, como fue la primera vez. Me tomé un suero, un paracetamol y a esperar. Al inicio de la pandemia me cuidé en extremo: dieta, ejercicio, el ayuno intermitente que estaba tan de moda, jugos verdes, uno por día, suplementos alimenticios. Intentaba seguir las recomendaciones sobre todo de los doctores, familiares y de alguna que otra amiga aunque no faltaba quien aconsejaba diversas recetas caseras, algunas de ellas absurdas y otras realmente ingeniosas, principalmente las que circulaban por redes sociales.

El cubrebocas sirvió como medida de protección contra el Covid-19. Foto: Galo Cañas Rodríguez / Cuartoscuro

Finalmente decidí relajarme en cuanto a la comida y el ejercicio. Quería descansar de todo, vivir una vida “normal”, aunque fuera en mi mente. Estaba en un punto en el que quería disfrutar la comida ante las pocas satisfacciones que teníamos.

Quería darme el permiso que nunca me había dado en toda mi vida. Creo que la relación que tenía con la comida era de amor­odio, odio­amor, más ahora con la pandemia.

El Covid trajo como consecuencia, entre otras desgracias, la separación de muchos matrimonios porque no estaban acostumbrados a convivir tanto tiempo juntos. A veces mi marido y yo discutíamos como todas las parejas aunque era curioso que antes del encierro uno podía salir de la casa tras la discusión para calmarse, reflexionar y tomar aire pero durante el encierro eso era impensable, sobre todo en Europa donde había policías en las calles ordenando que permanecieran todos en casa. Supimos sobre llevar el encierro juntos como pareja y eso fue un gran reto.

Nos encontrábamos en abril del 2022 y ya no había muertes por Covid afortunadamente. El ambiente se respiraba de otra manera, es decir, con más seguridad. Se veía gente paseando por las calles unas con cubrebocas otras no, solo al entrar a algún establecimiento es que se lo colocaban ya que seguía esa medida de prevención contra la mortal enfermedad. Me tocaba la tercera vacuna de refuerzo y aún no me decidía en hacer la cita, ¿por qué? Porque había presentado cambios hormonales en mis periodos menstruales a raíz de la vacunación, mis hijas también, situación que nos alarmó.

Te recomendamos → Incertidumbres, crónica de una pandemia: Lo inexplicable

Muchísimas personas ya estaban vacunadas por ello es que los contagios eran menores y los síntomas también, así que creía que ya podría vivir por lo pronto así, sin el refuerzo, a pesar de que ya había muchas vacunadas en nuestro país. En los noticieros se hablaba que en muchos países ya estaban considerando dejar de exigir el cubrebocas para los ciudadanos, noticia que me tenía muy contenta porque era asfixiante vivir con él todo el tiempo.

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Pienso en las personas que salen a trabajar y necesitan utilizarlo las 8 horas laborales, es terrible. Continuará.

Fuimos por primera vez a una boda en el mes de octubre después de año y medio que teníamos sin ir a fiestas. Nos sentimos muy nerviosos cuando llegamos pese a que era en un espacio abierto pero ya pasada la noche nos relajamos y bailamos junto a todos los invitados, afortunadamente nadie se enfermó. Solo acudíamos durante el confinamiento a pequeñas reuniones con ventanas abiertas, terrazas o jardín. Nos cuidamos con todas las medidas y las disposiciones que se pedían.

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“Hoy el Ave Fénix me abraza y me lleva a volar por un viaje sin fin, renaciendo desde las cenizas, sacudiendo todo el pasado que me fortaleció y albergando solo lo que me alimenta. Las hojas de los árboles de este próspero otoño caen con la promesa de un nuevo retoño, una nueva etapa en mi vida de renacimiento al alba. Vida, muerte, vida, un maravilloso ciclo de la existencia humana que me hace comprender el nacimiento y lo efímero de mis días por el paso corto sobre esta tierra. Libra simboliza mi tan valiosa libertad, la balanza que me da el equilibrio, el aire que me da vida, la justicia que busco y me guía. Libra es la búsqueda incansable de la belleza interior y exterior en este mundo con tantos matices y diversidades que me hacen comprender que lo bello está dentro de lo diferente, soy distinta, en eso radica mi gran valor”.

Mi esposo regresó a dar clases a la universidad con el cubrebocas puesto en todo momento y con su grupo dividido: un día acudía la mitad de alumnos y al día siguiente la otra mitad, situación que lo desgastó física y emocionalmente. Mi hija la mayor Fernanda regresó nerviosa a su dinámica de tomar el tren ligero y el Macrobús que la llevaba a su universidad. Mi otra hija Liliana estudiaba en casa para hacer el examen de ingreso a la universidad, situación que la tenía con los nervios de punta.

Mis hijas afortunadamente ya se habían vacunado un mes antes y se habían sentido mejor que yo con la primera dosis de Pfizer. Yo sentí mucho dolor en el brazo por casi un mes al grado de no poderlo mover por lo que llamé a mi hermano que es doctor y me dijo que no me preocupara, pero con tantas cosas que se dicen y sobre todo en las noticias el miedo y desconfianza seguían latente en mí.

Llegó al fin mi turno de volverme a vacunar. Pasaron casi cuatro meses de espera. El gobierno había recibido solo unas cuantas vacunas de Pfizer. Quedamos muchas personas de 40 años y más sin podernos vacunar por segunda vez.

El Gobierno Federal aplicó vacunas contra el Covid-19 a la población vulnerable en primer lugar. Foto: Crisanta Espinosa / Cuartoscuro

Me sentía nerviosa porque veía pasar el tiempo, llegaban otras vacunas como Astra Seneca, Moderna o las que eran para las embarazadas pero para nosotros no. Entre el nerviosismo de estar casi desprotegida y la impotencia de que por cuestiones políticas no abastecían más vacunas y que algunas de ellas como la Sputnik y Cansino que fue la que le pusieron a mi esposo, no eran permitidas para viajar me sentía intranquila.

Pero como lo había mencionado, al fin llegó mi turno a días de haber pasado mi cumpleaños. La organización cada vez iba mejorando gracias al gobierno estatal y no al federal. Todo se efectuó en una hora.

Esta vez fue sencillo, lo estresante era sentirte que ibas por tu propio pie, de hecho, me recordó a una serie que estaba de moda en esos momentos: “El juego del Calamar” la cual es una serie coreana y novedosa por su trama que era distinta a lo que estábamos acostumbrados a ver. En ella se evidenciaba lo que somos los seres humanos capaces de hacer por dinero. El aislamiento nos llevó a la reflexión sobre la avaricia de los seres humanos, tema que fue objeto de conversación con nuestros familiares y amigos.

Esperaba temerosamente que no me hiciera tanta reacción o efectos secundarios de la dichosa vacuna, como fue la primera vez. Me tomé un suero, un paracetamol y a esperar. Al inicio de la pandemia me cuidé en extremo: dieta, ejercicio, el ayuno intermitente que estaba tan de moda, jugos verdes, uno por día, suplementos alimenticios. Intentaba seguir las recomendaciones sobre todo de los doctores, familiares y de alguna que otra amiga aunque no faltaba quien aconsejaba diversas recetas caseras, algunas de ellas absurdas y otras realmente ingeniosas, principalmente las que circulaban por redes sociales.

El cubrebocas sirvió como medida de protección contra el Covid-19. Foto: Galo Cañas Rodríguez / Cuartoscuro

Finalmente decidí relajarme en cuanto a la comida y el ejercicio. Quería descansar de todo, vivir una vida “normal”, aunque fuera en mi mente. Estaba en un punto en el que quería disfrutar la comida ante las pocas satisfacciones que teníamos.

Quería darme el permiso que nunca me había dado en toda mi vida. Creo que la relación que tenía con la comida era de amor­odio, odio­amor, más ahora con la pandemia.

El Covid trajo como consecuencia, entre otras desgracias, la separación de muchos matrimonios porque no estaban acostumbrados a convivir tanto tiempo juntos. A veces mi marido y yo discutíamos como todas las parejas aunque era curioso que antes del encierro uno podía salir de la casa tras la discusión para calmarse, reflexionar y tomar aire pero durante el encierro eso era impensable, sobre todo en Europa donde había policías en las calles ordenando que permanecieran todos en casa. Supimos sobre llevar el encierro juntos como pareja y eso fue un gran reto.

Nos encontrábamos en abril del 2022 y ya no había muertes por Covid afortunadamente. El ambiente se respiraba de otra manera, es decir, con más seguridad. Se veía gente paseando por las calles unas con cubrebocas otras no, solo al entrar a algún establecimiento es que se lo colocaban ya que seguía esa medida de prevención contra la mortal enfermedad. Me tocaba la tercera vacuna de refuerzo y aún no me decidía en hacer la cita, ¿por qué? Porque había presentado cambios hormonales en mis periodos menstruales a raíz de la vacunación, mis hijas también, situación que nos alarmó.

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Muchísimas personas ya estaban vacunadas por ello es que los contagios eran menores y los síntomas también, así que creía que ya podría vivir por lo pronto así, sin el refuerzo, a pesar de que ya había muchas vacunadas en nuestro país. En los noticieros se hablaba que en muchos países ya estaban considerando dejar de exigir el cubrebocas para los ciudadanos, noticia que me tenía muy contenta porque era asfixiante vivir con él todo el tiempo.

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