/ jueves 18 de octubre de 2018

Y… ¿Qué pasa? ¿Todavía en campaña?

Hace algunos días escuchaba una entrevista periodística a un añejo político y me pareció escuchar la algarabía de quienes, en torno a la quiebra de la piñata, gritaban: “Dale... dale... dale... dale”. No hay duda de que a la mayoría de los políticos les gusta rascarle a la piñata para sacarle la fruta. Entiéndase los dineros del presupuesto y la oportunidad de hacer negocios. En la raya de salida están los políticos que ahora ocupan el status de “electos”, tras las pasadas elecciones para romper la piñata, partir y repartirse el pastel, máxime que se acercan las fiestas navideñas.

En verdad, el repetitivo “dale” que pronunciaba ese político, se refería al constante fustigar, de hoy y mañana, de sus adversarios, por el nuevo estilo de gobernar que se anuncia. La realidad es que un político que vive del erario junto con su parentela y sus cuateroles, es un empleado. Por ello quienes pagan deben exigir que cumpla con lo que implica el servicio público y denunciar malos manejos. Debe saber que el ejercicio del gobierno desgasta y que, lo que haga mal o deje de hacer, se le tiene que reprochar y exigir para que corrija y cumpla. También reconocer lo positivo. Y si se molesta porque la gente estará “dale y dale”, mejor que cambie de actividad.

Para empezar los “electos” ya deben pensar en actuar como gobierno, no como candidatos y menos sentirse en campaña político electoral. Luego de las elecciones los triunfadores deben tener abstención mediática y hacer los preparativos para gobernar. Los que están hable y hable y hable, se desgastan y no pueden hacer más que prometer y prometer, porque aún no son “constitucionales” y por supuesto que ¡otra vez enfadan!

En EL OCCIDENTAL (16 oct. 18) se publica una nota del excelente periodista Víctor Chávez en la que se anuncia que “el gobierno federal incrementará apoyos a ganaderos y agricultores; que se acabará con los intermediarios para que los apoyos sean directos a los productores; que se entregará un millón de cabezas de ganado; que el pago por litro de leche será de 8.30 pesos; que vamos a rescatar el campo”. Estos ofrecimientos los hizo el empresario Carlos Lomelí Bolaños, enlace entre el gobierno federal y el estatal, en una reunión con ganaderos y agricultores (presuntos convencidos morenos, otrora cenecistas y quizá priistas) en la sede de la Unión de Comerciantes del Mercado de Abastos de Guadalajara.

Suena a discurso de campaña político electoral. No pueden actuar y hacer efectivas sus palabras. Tampoco hay que olvidar que todos los gobernantes, del color que guste amable lector, siempre protegerán a su partido político. Es demagogia eso de que el partido político debe vigilar y exigir al gobernante. No lo hacen porque “están bien maiceados”, como diría el cardenal emérito Juan Sandoval Íñiguez. Y como dice el refrán: “no patean el machero”, ¡ahí está la pastura!

Mejor guarden silencio, señores “electos”. Esperen su tiempo y actúen. Ese vigor que ahora tienen úsenlo cuando sean gobernantes para que desquiten el salario que el pueblo les da. Y… qué, pasa?


Hace algunos días escuchaba una entrevista periodística a un añejo político y me pareció escuchar la algarabía de quienes, en torno a la quiebra de la piñata, gritaban: “Dale... dale... dale... dale”. No hay duda de que a la mayoría de los políticos les gusta rascarle a la piñata para sacarle la fruta. Entiéndase los dineros del presupuesto y la oportunidad de hacer negocios. En la raya de salida están los políticos que ahora ocupan el status de “electos”, tras las pasadas elecciones para romper la piñata, partir y repartirse el pastel, máxime que se acercan las fiestas navideñas.

En verdad, el repetitivo “dale” que pronunciaba ese político, se refería al constante fustigar, de hoy y mañana, de sus adversarios, por el nuevo estilo de gobernar que se anuncia. La realidad es que un político que vive del erario junto con su parentela y sus cuateroles, es un empleado. Por ello quienes pagan deben exigir que cumpla con lo que implica el servicio público y denunciar malos manejos. Debe saber que el ejercicio del gobierno desgasta y que, lo que haga mal o deje de hacer, se le tiene que reprochar y exigir para que corrija y cumpla. También reconocer lo positivo. Y si se molesta porque la gente estará “dale y dale”, mejor que cambie de actividad.

Para empezar los “electos” ya deben pensar en actuar como gobierno, no como candidatos y menos sentirse en campaña político electoral. Luego de las elecciones los triunfadores deben tener abstención mediática y hacer los preparativos para gobernar. Los que están hable y hable y hable, se desgastan y no pueden hacer más que prometer y prometer, porque aún no son “constitucionales” y por supuesto que ¡otra vez enfadan!

En EL OCCIDENTAL (16 oct. 18) se publica una nota del excelente periodista Víctor Chávez en la que se anuncia que “el gobierno federal incrementará apoyos a ganaderos y agricultores; que se acabará con los intermediarios para que los apoyos sean directos a los productores; que se entregará un millón de cabezas de ganado; que el pago por litro de leche será de 8.30 pesos; que vamos a rescatar el campo”. Estos ofrecimientos los hizo el empresario Carlos Lomelí Bolaños, enlace entre el gobierno federal y el estatal, en una reunión con ganaderos y agricultores (presuntos convencidos morenos, otrora cenecistas y quizá priistas) en la sede de la Unión de Comerciantes del Mercado de Abastos de Guadalajara.

Suena a discurso de campaña político electoral. No pueden actuar y hacer efectivas sus palabras. Tampoco hay que olvidar que todos los gobernantes, del color que guste amable lector, siempre protegerán a su partido político. Es demagogia eso de que el partido político debe vigilar y exigir al gobernante. No lo hacen porque “están bien maiceados”, como diría el cardenal emérito Juan Sandoval Íñiguez. Y como dice el refrán: “no patean el machero”, ¡ahí está la pastura!

Mejor guarden silencio, señores “electos”. Esperen su tiempo y actúen. Ese vigor que ahora tienen úsenlo cuando sean gobernantes para que desquiten el salario que el pueblo les da. Y… qué, pasa?