/ sábado 30 de mayo de 2020

Tarea para hoy en Jalisco

"Nadie triunfa por sí solo, hay multitud de personas inteligentes, trabajadoras que permanecen en la pobreza, no porque carezcan de capacidades, ni porque no estén esforzándose lo suficiente, sino porque trabajan en unas economías que no funcionan bien“

Stiglitz.


El premio nobel de economía Joseph Stiglitz nos advertía hace 4 años de una economía potencialmente estancada. Stiglitz cree que para abandonar el estancamiento los gobiernos deben efectuar "grandes inversiones públicas en infraestructuras, educación y tecnología". En el mundo desarrollado, ya había señales de una crisis. Ahora, estamos en 2020 y el shock del COVID-19 ha afectado a países desarrollados como Estados Unidos, a otros tantos en Europa como Francia, Alemania e Inglaterra, también países de toda América Latina. Son pocos los que podrán zafarse de sus peores efectos. ¿Cuáles serán? No lo sabemos.

Lo que sí sabemos es que vendrán efectos negativos. La recomendación de Stiglitz es clara: invertir. Y para invertir, se tiene que gastar. Al frenar a compradores y negocios al mismo tiempo y de manera abrupta, el COVID-19 puso en jaque las reglas normales de la economía. Sin compradores ni vendedores, se entra en una espiral en donde se destruye empleo, se recaudan menos impuestos y la gente gasta menos. Es un torbellino terrible.

La sabiduría popular nos dice cosas contradictorias acerca de la deuda. Sin embargo Stiglitz recomendaba allá por 2016 que “los gobiernos de los países desarrollados deberían haber aprovechado los bajos tipos de interés para invertir en infraestructura”. Es decir, pedir créditos en condiciones ventajosas para acelerar la economía. Bajo condiciones distintas, comenzamos a ver que durante esta espiral cierta cantidad de deuda será necesaria para salir del torbellino, cuya contraparte necesaria y obligada es la inversión.

El problema de la deuda, también lo advierte Stiglitz, nos habla de cómo en 2008 los bancos que fueron rescatados de la crisis pusieron ese dinero en sus bolsillos y especularon con él. Esta lección nos dice que la deuda solo es un instrumento valioso si se apunta a inversión duradera, a salir a defender los empleos y, si podemos vigilar su propósito cuidadosamente, en Jalisco esto será muy relevante porque el crédito de 6 mil 200 millones de pesos que acabamos de adquirir como estado, es de una cantidad considerable.

Sin planeación y gobernanza, pasará lo que en 2008: el dinero se concentrará en pocos, generalmente para generar más ganancias financieras o contables y no tendrá el tan famoso efecto multiplicador. Sin embargo, Jalisco cuenta con el Comité de Participación Social del Sistema Estatal Anticorrupción. Ya expresaron su voluntad de participar en el proceso. La mesa está puesta y hay talento suficiente entre sociedad civil y académicos para vigilar esta deuda.

Si la deuda es bien manejada, se podrán crear empleos directos e indirectos y Jalisco podría sacar de esta pandemia cientos de obras necesarias, sobre todo en pequeños municipios y los más alejados, que serían el legado de la pandemia. ¿Qué puede ser bueno? Invertir en salud. Esto es perfectamente lógico porque es lo que se necesitará durante todo el año que viene, al menos hasta que llegue la vacuna. Aparte, hay un gran rezago histórico en todo México, aunque Jalisco no está tan mal como otros estados.

Para ello, será indispensable emprender la necesaria deliberación republicana a la que nos invitó la Universidad de Guadalajara, que consiste en una discusión, de cara a los ciudadanos, sobre el destino de los recursos del préstamo, la distribución del presupuesto público de Jalisco y la forma en que el ejercicio del gasto público contribuirá a la reactivación económica y al bienestar de las personas y las pequeñas y medianas empresas.

La tarea que falta por hacer es generar participación ciudadana que vigile y supervise el buen manejo de esos recursos, mientras se intenta que los proyectos de inversión estén libres de corrupción y aparte, que generen empleo. Ya se dio un primer paso con la instalación del Comité de Evaluación y Seguimiento para Acciones de Jalisco por COVID-19, organismo conformado por 10 ciudadanos coordinado por Augusto Chacón; pero bien harían los legisladores (votantes a favor y votantes en contra) en involucrarse en esta supervisión de recursos, porque si ya se aprobó la deuda lo más importante ahora será ser muy vigilantes del destino de esos recursos.

El reto es grande, grandísimo. Pero aparte del legado de inversiones que puede dejar, podría demostrar que no siempre el dinero cae en la corrupción y el mal manejo, sobre todo en la tradición política de la opacidad que arrastramos durante décadas. Si comprobamos que esa ley de la gravedad no nos arrastrará invariablemente, Jalisco y México habrán ganado dos batallas: la de la pandemia y la de la gobernanza real. Porque de gobernanza teórica, ya tenemos bastante.

"Nadie triunfa por sí solo, hay multitud de personas inteligentes, trabajadoras que permanecen en la pobreza, no porque carezcan de capacidades, ni porque no estén esforzándose lo suficiente, sino porque trabajan en unas economías que no funcionan bien“

Stiglitz.


El premio nobel de economía Joseph Stiglitz nos advertía hace 4 años de una economía potencialmente estancada. Stiglitz cree que para abandonar el estancamiento los gobiernos deben efectuar "grandes inversiones públicas en infraestructuras, educación y tecnología". En el mundo desarrollado, ya había señales de una crisis. Ahora, estamos en 2020 y el shock del COVID-19 ha afectado a países desarrollados como Estados Unidos, a otros tantos en Europa como Francia, Alemania e Inglaterra, también países de toda América Latina. Son pocos los que podrán zafarse de sus peores efectos. ¿Cuáles serán? No lo sabemos.

Lo que sí sabemos es que vendrán efectos negativos. La recomendación de Stiglitz es clara: invertir. Y para invertir, se tiene que gastar. Al frenar a compradores y negocios al mismo tiempo y de manera abrupta, el COVID-19 puso en jaque las reglas normales de la economía. Sin compradores ni vendedores, se entra en una espiral en donde se destruye empleo, se recaudan menos impuestos y la gente gasta menos. Es un torbellino terrible.

La sabiduría popular nos dice cosas contradictorias acerca de la deuda. Sin embargo Stiglitz recomendaba allá por 2016 que “los gobiernos de los países desarrollados deberían haber aprovechado los bajos tipos de interés para invertir en infraestructura”. Es decir, pedir créditos en condiciones ventajosas para acelerar la economía. Bajo condiciones distintas, comenzamos a ver que durante esta espiral cierta cantidad de deuda será necesaria para salir del torbellino, cuya contraparte necesaria y obligada es la inversión.

El problema de la deuda, también lo advierte Stiglitz, nos habla de cómo en 2008 los bancos que fueron rescatados de la crisis pusieron ese dinero en sus bolsillos y especularon con él. Esta lección nos dice que la deuda solo es un instrumento valioso si se apunta a inversión duradera, a salir a defender los empleos y, si podemos vigilar su propósito cuidadosamente, en Jalisco esto será muy relevante porque el crédito de 6 mil 200 millones de pesos que acabamos de adquirir como estado, es de una cantidad considerable.

Sin planeación y gobernanza, pasará lo que en 2008: el dinero se concentrará en pocos, generalmente para generar más ganancias financieras o contables y no tendrá el tan famoso efecto multiplicador. Sin embargo, Jalisco cuenta con el Comité de Participación Social del Sistema Estatal Anticorrupción. Ya expresaron su voluntad de participar en el proceso. La mesa está puesta y hay talento suficiente entre sociedad civil y académicos para vigilar esta deuda.

Si la deuda es bien manejada, se podrán crear empleos directos e indirectos y Jalisco podría sacar de esta pandemia cientos de obras necesarias, sobre todo en pequeños municipios y los más alejados, que serían el legado de la pandemia. ¿Qué puede ser bueno? Invertir en salud. Esto es perfectamente lógico porque es lo que se necesitará durante todo el año que viene, al menos hasta que llegue la vacuna. Aparte, hay un gran rezago histórico en todo México, aunque Jalisco no está tan mal como otros estados.

Para ello, será indispensable emprender la necesaria deliberación republicana a la que nos invitó la Universidad de Guadalajara, que consiste en una discusión, de cara a los ciudadanos, sobre el destino de los recursos del préstamo, la distribución del presupuesto público de Jalisco y la forma en que el ejercicio del gasto público contribuirá a la reactivación económica y al bienestar de las personas y las pequeñas y medianas empresas.

La tarea que falta por hacer es generar participación ciudadana que vigile y supervise el buen manejo de esos recursos, mientras se intenta que los proyectos de inversión estén libres de corrupción y aparte, que generen empleo. Ya se dio un primer paso con la instalación del Comité de Evaluación y Seguimiento para Acciones de Jalisco por COVID-19, organismo conformado por 10 ciudadanos coordinado por Augusto Chacón; pero bien harían los legisladores (votantes a favor y votantes en contra) en involucrarse en esta supervisión de recursos, porque si ya se aprobó la deuda lo más importante ahora será ser muy vigilantes del destino de esos recursos.

El reto es grande, grandísimo. Pero aparte del legado de inversiones que puede dejar, podría demostrar que no siempre el dinero cae en la corrupción y el mal manejo, sobre todo en la tradición política de la opacidad que arrastramos durante décadas. Si comprobamos que esa ley de la gravedad no nos arrastrará invariablemente, Jalisco y México habrán ganado dos batallas: la de la pandemia y la de la gobernanza real. Porque de gobernanza teórica, ya tenemos bastante.