/ lunes 25 de abril de 2022

Relevancia de la cultura de paz en los medios alternos de solución de conflictos

Blas S. Jasso* / Delia Pérez*

Desde tiempos inmemoriales, el orbe ha sido escenario de debates y acciones tanto pacíficas como belicosas para dirimir los diferendos políticos, económicos, sociales, territoriales y de recursos, imperando la mayoría de las ocasiones la ley del más fuerte. Es innegable que la guerra ha representado el mayor temor de la humanidad por devastar no solo la irreparable vida, bienes materiales y naturales, sino valiosos intangibles como repositorios y acervos culturales, científicos y artísticos. Estos sucesos de encuentro y confrontación nos han obligado a repensar la existencia de otras rutas deliberativas para lograr la concordia común anhelada. Surgen como derroteros entre las naciones, el diálogo, la libre autodeterminación de los pueblos, el respeto a la diversidad cultural, los tratados y acuerdos internacionales, así como de nuevas formas de comprensión y ejercicio de la justicia. Entre los individuos también ocurren novedosas visiones morales y jurídicas para zanjar querellas de todo calibre, una de ellas: la mediación, vista como el conjunto de derechos y métodos que van adquiriendo la consistencia de una nueva disciplina del saber.

En este escenario de efervescencia social y rupturas paradigmáticas, todos estamos inmersos y no podemos sustraernos, a todos nos afecta o beneficia. En esta vorágine de ideas, resaltamos el eje a discurrir de la cultura de paz, punto recurrente y de partida para legislar, gobernar, convivir, crear, cuyo fin ulterior es la felicidad humana, siendo esta meta el punto filosófico neurálgico, nodo esencial a examinar en toda norma, sistema social y ejercicio profesional. ¿Por qué una filosofía de la cultura de paz, y por qué con una vía como la mediación? Esta humanidad requiere de hilos conductores capaces de aportar y sintetizar; la paz como vocablo polisémico desafía a intelectuales, juristas, psicólogos, sociólogos, antropólogos, profesionales en todas las ramas del conocimiento, para armonizar los fundamentos de una corriente global capaz de persuadirnos y provocar coincidencias más que disonancias. Y su conexión con la mediación, por ser una de las actividades con mayor analogía a esta filosofía. Sin este leit motiv, nuestro rumbo puede extraviarse en normas, anomias, especulaciones. Este referente, pensamos, no provocaría discrepancias sino compatibilidades muy empáticas con todas las profesiones y tendencias ideológicas.

Observamos como la violencia se ha multiplicado de forma superlativa, cada día se agudizan las estadísticas vergonzosas e incontenibles rebasando autoridades e instituciones, se experimenta en tensiones internacionales y hasta en el mínimo trato cortés que debiera otorgarse en la ventanilla de oficinas de atención pública; el abuso, prepotencia e irrespeto, subyacen en su proceder y resultados.

En medio de estas diferencias seculares, constitutivas de la naturaleza humana, surge la inusitada pandemia impactando fuertemente nuestras creencias, relaciones sociales, y por ende, presente al suscitarse y negociar conflictos. La crisis sanitaria nos ha obligado a guardar providencias por supervivencia elemental, sin embargo, esta situación puede provocar conductas de estrés por el encierro prolongado, tales como violencia intrafamiliar, despidos por causales relacionados a una mayoría de edad que los inhiba de asistir a su fuente de empleo, calendarios intermitentes muy variables, liquidaciones obligadas, cambios injustos de condiciones en el contrato de trabajo siendo generalmente más benéficos al patrón que al trabajador, inasistencia a escuelas y pérdida de enseñanza, falta en talleres, academias, oficinas privadas y públicas, lo cual son motivo de angustia y ansiedad, demandas jurídicas, financieras, laborales, confrontaciones sindicales, aspectos que a su vez, nos conducen a conflictos más intrincados que deben resolverse no solo de manera justa, sino con más elementos de valoración y juicio. Esta situación exige alta sensibilidad de las autoridades e instituciones para propiciar las condiciones e involucramiento de profesionales serios. ¿Una salida confiable? Los medios alternos de solución de conflictos con una perspectiva de cultura de paz. Los mediadores tienen una oportunidad única para demostrar sus saberes, adecuándolos a medios digitales, que implica un reto mayúsculo, pero no imposible.


Delia Pérez Guerrero, Psicoterapeuta y Mediadora Certificada por el IJA y CONOCER.

psic.deliaperez@gmail.com


Blas Sergio Jasso Hinojosa. Investigador, del Observatorio sobre Seguridad y Justicia, Centro de Investigación del CUCSH Universidad de Guadalajara.

Correo: blasjaso@yahoo.com.mx



Blas S. Jasso* / Delia Pérez*

Desde tiempos inmemoriales, el orbe ha sido escenario de debates y acciones tanto pacíficas como belicosas para dirimir los diferendos políticos, económicos, sociales, territoriales y de recursos, imperando la mayoría de las ocasiones la ley del más fuerte. Es innegable que la guerra ha representado el mayor temor de la humanidad por devastar no solo la irreparable vida, bienes materiales y naturales, sino valiosos intangibles como repositorios y acervos culturales, científicos y artísticos. Estos sucesos de encuentro y confrontación nos han obligado a repensar la existencia de otras rutas deliberativas para lograr la concordia común anhelada. Surgen como derroteros entre las naciones, el diálogo, la libre autodeterminación de los pueblos, el respeto a la diversidad cultural, los tratados y acuerdos internacionales, así como de nuevas formas de comprensión y ejercicio de la justicia. Entre los individuos también ocurren novedosas visiones morales y jurídicas para zanjar querellas de todo calibre, una de ellas: la mediación, vista como el conjunto de derechos y métodos que van adquiriendo la consistencia de una nueva disciplina del saber.

En este escenario de efervescencia social y rupturas paradigmáticas, todos estamos inmersos y no podemos sustraernos, a todos nos afecta o beneficia. En esta vorágine de ideas, resaltamos el eje a discurrir de la cultura de paz, punto recurrente y de partida para legislar, gobernar, convivir, crear, cuyo fin ulterior es la felicidad humana, siendo esta meta el punto filosófico neurálgico, nodo esencial a examinar en toda norma, sistema social y ejercicio profesional. ¿Por qué una filosofía de la cultura de paz, y por qué con una vía como la mediación? Esta humanidad requiere de hilos conductores capaces de aportar y sintetizar; la paz como vocablo polisémico desafía a intelectuales, juristas, psicólogos, sociólogos, antropólogos, profesionales en todas las ramas del conocimiento, para armonizar los fundamentos de una corriente global capaz de persuadirnos y provocar coincidencias más que disonancias. Y su conexión con la mediación, por ser una de las actividades con mayor analogía a esta filosofía. Sin este leit motiv, nuestro rumbo puede extraviarse en normas, anomias, especulaciones. Este referente, pensamos, no provocaría discrepancias sino compatibilidades muy empáticas con todas las profesiones y tendencias ideológicas.

Observamos como la violencia se ha multiplicado de forma superlativa, cada día se agudizan las estadísticas vergonzosas e incontenibles rebasando autoridades e instituciones, se experimenta en tensiones internacionales y hasta en el mínimo trato cortés que debiera otorgarse en la ventanilla de oficinas de atención pública; el abuso, prepotencia e irrespeto, subyacen en su proceder y resultados.

En medio de estas diferencias seculares, constitutivas de la naturaleza humana, surge la inusitada pandemia impactando fuertemente nuestras creencias, relaciones sociales, y por ende, presente al suscitarse y negociar conflictos. La crisis sanitaria nos ha obligado a guardar providencias por supervivencia elemental, sin embargo, esta situación puede provocar conductas de estrés por el encierro prolongado, tales como violencia intrafamiliar, despidos por causales relacionados a una mayoría de edad que los inhiba de asistir a su fuente de empleo, calendarios intermitentes muy variables, liquidaciones obligadas, cambios injustos de condiciones en el contrato de trabajo siendo generalmente más benéficos al patrón que al trabajador, inasistencia a escuelas y pérdida de enseñanza, falta en talleres, academias, oficinas privadas y públicas, lo cual son motivo de angustia y ansiedad, demandas jurídicas, financieras, laborales, confrontaciones sindicales, aspectos que a su vez, nos conducen a conflictos más intrincados que deben resolverse no solo de manera justa, sino con más elementos de valoración y juicio. Esta situación exige alta sensibilidad de las autoridades e instituciones para propiciar las condiciones e involucramiento de profesionales serios. ¿Una salida confiable? Los medios alternos de solución de conflictos con una perspectiva de cultura de paz. Los mediadores tienen una oportunidad única para demostrar sus saberes, adecuándolos a medios digitales, que implica un reto mayúsculo, pero no imposible.


Delia Pérez Guerrero, Psicoterapeuta y Mediadora Certificada por el IJA y CONOCER.

psic.deliaperez@gmail.com


Blas Sergio Jasso Hinojosa. Investigador, del Observatorio sobre Seguridad y Justicia, Centro de Investigación del CUCSH Universidad de Guadalajara.

Correo: blasjaso@yahoo.com.mx