/ domingo 3 de noviembre de 2019

Odio a los medios

Óscar Ábrego

La que pasó, fue una semana en la que de nuevo López Obrador y el gobernador de Jalisco se dieron el tiempo para embestir contra los medios de comunicación. Claro que no es la primera vez -ni será la última - que lo harán. En el caso del presidente, debido a su cosmovisión maniquea y fragmentaria, siempre ha considerado que ciertos medios representan a los conservadores y son financiados por la mafia del poder; en tanto que para el segundo, es bien conocido su profundo desprecio por todo aquel reportero o columnista que cuestione su actuación.

Quienes participamos de algún modo en la prensa, ya sea en los géneros del reportaje u opinión, ¿tenemos que fastidiarnos por ello? Me parece que no. Si somos parte de un proceso democrático en evolución, no hay motivo para extrañarnos. Es válido que los gobernantes también expongan de forma abierta sus desacuerdos con respecto a lo que se publica. Sin embargo, lo que sí me parece delicado son las maneras y los tonos en que ambos personajes cuestionan a las empresas informativas y sus colaboradores.

En Programación Neurolingüística sabemos que en gran medida se conoce a una persona por los adjetivos y la entonación de voz que utiliza al momento de referirse a un tema. Quienes estamos entrenados en este arte, podemos detectar cuando el miedo o el odio habita en la mente y el corazón de un individuo.

Lo anterior viene a cuenta justo por lo que mencioné al principio. Y es que el jueves pasado, en el marco de la rueda de prensa matutina, abrumado por las numerosas preguntas sobre el operativo fallido que culminó con la liberación de Ovidio Guzmán, Andrés Manuel recordó lo sucedido previo al golpe militar que concluyó con el asesinato del presidente Gustavo Madero, cuando la prensa, "después de estar sometida y ser rastrera durante el porfiriato, se ensañó contra el propio Madero tras su triunfo. De ahí surgió una frase fuertísima que la voy a decir porque todo esto ayuda. ¿Saben qué llegó a decir Gustavo Madero? 'Le muerden la mano a quien les quitó el bozal'", relató.

López Obrador no sólo es capaz de compararse con Jesús Cristo, sino también de ungirse como el libertador de la prensa nacional y molestarse por no ser reconocido como tal. Pero más aún, a los periodistas que en dicha sesión lo colocaron contra las cuerdas, los comparó con una jauría de perros. Ni más ni menos.

El caso del ingeniero Alfaro no es menos revelador. Un día después, en un acto en el que se hizo la entrega de 158 patrullas a 110 municipios de Jalisco, dijo: "A mí no me gusta la manera como se está exhibiendo al Gobierno con un asunto como el que pasó en Sinaloa, yo respeto enormemente al Ejército y yo quiero que haya un Ejército fuerte con credibilidad, no se vale exponer de esa manera a las Instituciones Públicas".

En esa oportunidad, afirmó que los medios de comunicación están generando pánico. “Pareciera que hay una voluntad unánime de los medios de comunicación de generar miedo, y de generar pánico en la población, de generar una sensación de que no hay nada por hacer", declaró.

El mandatario estatal nos confirma lo que ya sabemos de él: su tremenda incapacidad para admitir que la “realidad” que ve no corresponde a la que padece la gente en las calles y colonias. Por ejemplo, mientras que para él la crisis sanitaria derivada del dengue fue ocasionada por el cambio climático, la población afectada acusa a este gobierno de negligente, omiso y corrupto. Pero para Enrique esto no es verdad, pues se trata de una conspiración mediática.

Así pues, estimo conveniente que estemos muy alerta al comportamiento de estos dos actores del poder público, porque estoy seguro que detrás de sus palabras, en al menos uno de ellos, podrían ocultarse los más impíos sentimientos.

Óscar Ábrego

La que pasó, fue una semana en la que de nuevo López Obrador y el gobernador de Jalisco se dieron el tiempo para embestir contra los medios de comunicación. Claro que no es la primera vez -ni será la última - que lo harán. En el caso del presidente, debido a su cosmovisión maniquea y fragmentaria, siempre ha considerado que ciertos medios representan a los conservadores y son financiados por la mafia del poder; en tanto que para el segundo, es bien conocido su profundo desprecio por todo aquel reportero o columnista que cuestione su actuación.

Quienes participamos de algún modo en la prensa, ya sea en los géneros del reportaje u opinión, ¿tenemos que fastidiarnos por ello? Me parece que no. Si somos parte de un proceso democrático en evolución, no hay motivo para extrañarnos. Es válido que los gobernantes también expongan de forma abierta sus desacuerdos con respecto a lo que se publica. Sin embargo, lo que sí me parece delicado son las maneras y los tonos en que ambos personajes cuestionan a las empresas informativas y sus colaboradores.

En Programación Neurolingüística sabemos que en gran medida se conoce a una persona por los adjetivos y la entonación de voz que utiliza al momento de referirse a un tema. Quienes estamos entrenados en este arte, podemos detectar cuando el miedo o el odio habita en la mente y el corazón de un individuo.

Lo anterior viene a cuenta justo por lo que mencioné al principio. Y es que el jueves pasado, en el marco de la rueda de prensa matutina, abrumado por las numerosas preguntas sobre el operativo fallido que culminó con la liberación de Ovidio Guzmán, Andrés Manuel recordó lo sucedido previo al golpe militar que concluyó con el asesinato del presidente Gustavo Madero, cuando la prensa, "después de estar sometida y ser rastrera durante el porfiriato, se ensañó contra el propio Madero tras su triunfo. De ahí surgió una frase fuertísima que la voy a decir porque todo esto ayuda. ¿Saben qué llegó a decir Gustavo Madero? 'Le muerden la mano a quien les quitó el bozal'", relató.

López Obrador no sólo es capaz de compararse con Jesús Cristo, sino también de ungirse como el libertador de la prensa nacional y molestarse por no ser reconocido como tal. Pero más aún, a los periodistas que en dicha sesión lo colocaron contra las cuerdas, los comparó con una jauría de perros. Ni más ni menos.

El caso del ingeniero Alfaro no es menos revelador. Un día después, en un acto en el que se hizo la entrega de 158 patrullas a 110 municipios de Jalisco, dijo: "A mí no me gusta la manera como se está exhibiendo al Gobierno con un asunto como el que pasó en Sinaloa, yo respeto enormemente al Ejército y yo quiero que haya un Ejército fuerte con credibilidad, no se vale exponer de esa manera a las Instituciones Públicas".

En esa oportunidad, afirmó que los medios de comunicación están generando pánico. “Pareciera que hay una voluntad unánime de los medios de comunicación de generar miedo, y de generar pánico en la población, de generar una sensación de que no hay nada por hacer", declaró.

El mandatario estatal nos confirma lo que ya sabemos de él: su tremenda incapacidad para admitir que la “realidad” que ve no corresponde a la que padece la gente en las calles y colonias. Por ejemplo, mientras que para él la crisis sanitaria derivada del dengue fue ocasionada por el cambio climático, la población afectada acusa a este gobierno de negligente, omiso y corrupto. Pero para Enrique esto no es verdad, pues se trata de una conspiración mediática.

Así pues, estimo conveniente que estemos muy alerta al comportamiento de estos dos actores del poder público, porque estoy seguro que detrás de sus palabras, en al menos uno de ellos, podrían ocultarse los más impíos sentimientos.