/ miércoles 3 de junio de 2020

La otra pandemia


Abel Campirano Marin

El SARS-COV-2 ha sido indudablemente la peor pandemia de que se tenga memoria desde principios del siglo XX, desde la influenza española.

Los medios de comunicación han dado cuenta de la gran devastación sanitaria y económica que sigue dejando a su paso, sin respetar sexos, edades, religiones, posiciones económicas ni ideológicas. A todos con el mismo rasero.

La manera de enfrentar el virus, su control, el manejo sanitario y la implementación de medidas ha sido distintas en cada País, con mayor o menor éxito y está más que visto que el Covid-19 permanecerá asediando a la población por un buen tiempo, tanto que ya se están diseñando las estrategias para una nueva forma de vida después de la destrucción de las estructuras sobre las que descansaba.

Comercio, Educación, Justicia, Diversión, Religión, Deportes, Espectáculos, todas y cada una de las actividades de los seres humanos sufrirán modificaciones mas o menos trascendentales y tendremos que adaptarnos a una nueva forma de vida muy distinta a la primer década del siglo XXI.

Privilegiar la estadía en la casa parece ser la regla, diseñando estrategias de trabajo, educación, relaciones interpersonales y comerciales y tal vez hasta el gobierno de forma remota será esa modalidad impulsada por la necesidad.

Pero hay otra pandemia, igual o más letal que el Covid-19 y sus efectos colaterales son tanto o más consecuenciales y los esfuerzos por combatirla y prevenirla son completamente inútiles.

Esa pandemia es la de la violencia, que cada día crece más y en forma exponencial.

En México, la criminalidad alcanza cifras inimaginables en un País en el que no existe guerra civil ni conflicto bélico internacional; el número de muertos en los últimos dos sexenios y en lo que va de éste, es completamente inconcebible y evidentemente inadmisible.

La violencia intrafamiliar, acentuada por el confinamiento; la violencia contra las mujeres, vista de soslayo e incluso con reticencia por el propio Presidente al ver opacada en el mes de marzo su campaña para la rifa de un premio inexistente, también ha ido in crescendo.

Las medidas de control de la seguridad han sido completamente ineficientes, e inútiles; no parece evitarse con el reiterado e inocuo discurso de prodigar abrazos, de lanzar advertencias y moniciones mas propias de un líder espiritual que de un estadista mientras la delincuencia mantiene oídos sordos y su acción perniciosa.

En Jalisco, la violencia se agudiza y desafortunadamente los datos duros nos presentan una realidad virtual; la poca cultura de la denuncia, alimentada por su intrascendencia por el poco seguimiento y la nula eficacia en el castigo al delincuente, hace que los números registrados difieran de la realidad; la percepción ciudadana es exactamente opuesta, nos sentimos cada día más inseguros.

La otra Pandemia debe ser objeto de especial y privilegiada atención por el Estado, dado que si bien es cierto que es completamente aveno al Covid-19, en la Pandemia de la inseguridad es absolutamente responsable de su diseminación y carencia de control.

Ese es su trabajo y no lo está haciendo bien.


Abel Campirano Marin

El SARS-COV-2 ha sido indudablemente la peor pandemia de que se tenga memoria desde principios del siglo XX, desde la influenza española.

Los medios de comunicación han dado cuenta de la gran devastación sanitaria y económica que sigue dejando a su paso, sin respetar sexos, edades, religiones, posiciones económicas ni ideológicas. A todos con el mismo rasero.

La manera de enfrentar el virus, su control, el manejo sanitario y la implementación de medidas ha sido distintas en cada País, con mayor o menor éxito y está más que visto que el Covid-19 permanecerá asediando a la población por un buen tiempo, tanto que ya se están diseñando las estrategias para una nueva forma de vida después de la destrucción de las estructuras sobre las que descansaba.

Comercio, Educación, Justicia, Diversión, Religión, Deportes, Espectáculos, todas y cada una de las actividades de los seres humanos sufrirán modificaciones mas o menos trascendentales y tendremos que adaptarnos a una nueva forma de vida muy distinta a la primer década del siglo XXI.

Privilegiar la estadía en la casa parece ser la regla, diseñando estrategias de trabajo, educación, relaciones interpersonales y comerciales y tal vez hasta el gobierno de forma remota será esa modalidad impulsada por la necesidad.

Pero hay otra pandemia, igual o más letal que el Covid-19 y sus efectos colaterales son tanto o más consecuenciales y los esfuerzos por combatirla y prevenirla son completamente inútiles.

Esa pandemia es la de la violencia, que cada día crece más y en forma exponencial.

En México, la criminalidad alcanza cifras inimaginables en un País en el que no existe guerra civil ni conflicto bélico internacional; el número de muertos en los últimos dos sexenios y en lo que va de éste, es completamente inconcebible y evidentemente inadmisible.

La violencia intrafamiliar, acentuada por el confinamiento; la violencia contra las mujeres, vista de soslayo e incluso con reticencia por el propio Presidente al ver opacada en el mes de marzo su campaña para la rifa de un premio inexistente, también ha ido in crescendo.

Las medidas de control de la seguridad han sido completamente ineficientes, e inútiles; no parece evitarse con el reiterado e inocuo discurso de prodigar abrazos, de lanzar advertencias y moniciones mas propias de un líder espiritual que de un estadista mientras la delincuencia mantiene oídos sordos y su acción perniciosa.

En Jalisco, la violencia se agudiza y desafortunadamente los datos duros nos presentan una realidad virtual; la poca cultura de la denuncia, alimentada por su intrascendencia por el poco seguimiento y la nula eficacia en el castigo al delincuente, hace que los números registrados difieran de la realidad; la percepción ciudadana es exactamente opuesta, nos sentimos cada día más inseguros.

La otra Pandemia debe ser objeto de especial y privilegiada atención por el Estado, dado que si bien es cierto que es completamente aveno al Covid-19, en la Pandemia de la inseguridad es absolutamente responsable de su diseminación y carencia de control.

Ese es su trabajo y no lo está haciendo bien.