/ lunes 23 de octubre de 2023

La nueva doctrina Estrada

Desde los inicios de la nueva administración de López Obrador, la política exterior de México se centró en recuperar un lugar que había perdido por el sometimiento casi total a Estados Unidos. El lugar al cual retornar estaba claro – hacia la soberanía nacional, para que México pudiera decidir con la mayor libertad posible cómo relacionarse con el mundo. El objetivo era sencillo - defender los intereses nacionales.

México tiene intereses nacionales claramente definidos. Enlistarlos ayuda a entender las tomas de postura que ha fijado López Obrador y también las situaciones en las cuales dichas tomas de postura han tardado en llegar o se han apegado mucho más a una ortodoxia de la Doctrina Estrada.

El elemento de interés nacional más importante para México es cuidar del bienestar de su gran diáspora en Estados Unidos. El flujo de remesas a México es fuente de estabilidad e ingresos para nuestro país. Ese interés define en su conjunto las sucesivas tomas de postura de López Obrador, varias frontales y agresivas respecto a los congresistas estadounidenses que atacan a los migrantes o residentes mexicanos en EE.UU.

El otro elemento es mantener relaciones comerciales fuertes con Estados Unidos, por la dependencia económica entre ambos países, donde México está en clara desventaja. Por ello, la cooperación no se puede romper por completo y a pesar de haber cancelado los mecanismos anteriores de sometimiento de la política de seguridad mexicana, existen canales como el “Diálogo de Alto Nivel” para que los funcionarios estadounidenses desahoguen sus quejas, ansiedades y prejuicios respecto de sus problemas sociales de los que culpan a México, como la crisis de consumo de opioides o la migración latinoamericana.

Derivado de esto último, México debe equilibrar esos dos elementos de su interés con la solicitud de Estados Unidos de endurecer su política migratoria. La presión que México debe soportar es mayúscula – la dependencia económica y comercial se transforma en un arma fácilmente a través de obligaciones que nuestro país no puede eludir fácilmente, por ejemplo, el T-MEC.

La cumbre de presidentes latinoamericanos que se llevó a cabo en Palenque muestra la necesidad de que México comience a hacer un bloque mucho más robusto en América Latina. Si México tarda más en lograrlo, se sujetará al incierto tiempo que la alineación de izquierda dure en nuestro continente. La primera impresión de por qué México no lo hace, es porque las consecuencias más graves de no gestionar la presión estadounidense recaerán primordialmente en nuestro país.

Por eso mismo, el presidente Obrador no emite una toma de postura tan fuerte como la del presidente Petro ante las críticas de Israel: México lidia con presiones distintas de parte de Estados Unidos y ante todo, la doctrina del Presidente Obrador ha sido la de economía de esfuerzos y de no tomar posturas firmes cuando ellas no redundan en un claro beneficio para México.

Sin embargo, la cumbre más reciente de Palenque, producto indirecto de la presión estadounidense, exige que la diplomacia mexicana arroje una nueva doctrina de política exterior que lleve a una más amplia cooperación latinoamericana. Si México logra crear un bloque eficaz que asuma estos principios de economía de esfuerzos para defender el interés de cada país latinoamericano de forma coordinada, abrirá nuevas posibilidades para México mismo. Por ejemplo, podrá negociar una más amplia y mejor defensa de los intereses de su propia diáspora, mientras se protege mejor a través del propio bloque de naciones.

Así, por ejemplo, podríamos pasar de una etapa de diplomacia del subsidio con Cuba a la defensa conjunta de la no intervención en los territorios de ambos países. Podríamos adoptar marcos jurídicos de referencia similares en defensa de la explotación nacional del litio con Chile. Podríamos cooperar en materia de seguridad para la desmovilización de grandes grupos de la violencia organizada a través de procesos de pacificación con Colombia. Evidentemente, para ello es necesario garantizar la estabilidad del proceso de la Cuarta Transformación primero.

Si ello sucede, la agenda para la diplomacia mexicana deberá ampliarse para recuperar el internacionalismo de izquierda que durante mucho tiempo, fue la única fuerza capaz de oponerse al intervencionismo estadounidense. La soberanía es el fundamento, pero solo ese internacionalismo podrá proteger a México de su agresivo vecino, que como durante toda su historia, ahora mismo mantiene abiertos dos frentes bélicos para someter a aquellos países que percibe como débiles. Por eso, Palestina ha logrado resistir tanto como lo ha hecho – por la solidaridad internacional. México se debe a sí mismo y a naciones como la Palestina fortalecerse, para liberarse de esa agresión, ayudar a los demás a que hagan lo mismo y que su soberanía sea fuente de una verdadera libertad nacional.


Desde los inicios de la nueva administración de López Obrador, la política exterior de México se centró en recuperar un lugar que había perdido por el sometimiento casi total a Estados Unidos. El lugar al cual retornar estaba claro – hacia la soberanía nacional, para que México pudiera decidir con la mayor libertad posible cómo relacionarse con el mundo. El objetivo era sencillo - defender los intereses nacionales.

México tiene intereses nacionales claramente definidos. Enlistarlos ayuda a entender las tomas de postura que ha fijado López Obrador y también las situaciones en las cuales dichas tomas de postura han tardado en llegar o se han apegado mucho más a una ortodoxia de la Doctrina Estrada.

El elemento de interés nacional más importante para México es cuidar del bienestar de su gran diáspora en Estados Unidos. El flujo de remesas a México es fuente de estabilidad e ingresos para nuestro país. Ese interés define en su conjunto las sucesivas tomas de postura de López Obrador, varias frontales y agresivas respecto a los congresistas estadounidenses que atacan a los migrantes o residentes mexicanos en EE.UU.

El otro elemento es mantener relaciones comerciales fuertes con Estados Unidos, por la dependencia económica entre ambos países, donde México está en clara desventaja. Por ello, la cooperación no se puede romper por completo y a pesar de haber cancelado los mecanismos anteriores de sometimiento de la política de seguridad mexicana, existen canales como el “Diálogo de Alto Nivel” para que los funcionarios estadounidenses desahoguen sus quejas, ansiedades y prejuicios respecto de sus problemas sociales de los que culpan a México, como la crisis de consumo de opioides o la migración latinoamericana.

Derivado de esto último, México debe equilibrar esos dos elementos de su interés con la solicitud de Estados Unidos de endurecer su política migratoria. La presión que México debe soportar es mayúscula – la dependencia económica y comercial se transforma en un arma fácilmente a través de obligaciones que nuestro país no puede eludir fácilmente, por ejemplo, el T-MEC.

La cumbre de presidentes latinoamericanos que se llevó a cabo en Palenque muestra la necesidad de que México comience a hacer un bloque mucho más robusto en América Latina. Si México tarda más en lograrlo, se sujetará al incierto tiempo que la alineación de izquierda dure en nuestro continente. La primera impresión de por qué México no lo hace, es porque las consecuencias más graves de no gestionar la presión estadounidense recaerán primordialmente en nuestro país.

Por eso mismo, el presidente Obrador no emite una toma de postura tan fuerte como la del presidente Petro ante las críticas de Israel: México lidia con presiones distintas de parte de Estados Unidos y ante todo, la doctrina del Presidente Obrador ha sido la de economía de esfuerzos y de no tomar posturas firmes cuando ellas no redundan en un claro beneficio para México.

Sin embargo, la cumbre más reciente de Palenque, producto indirecto de la presión estadounidense, exige que la diplomacia mexicana arroje una nueva doctrina de política exterior que lleve a una más amplia cooperación latinoamericana. Si México logra crear un bloque eficaz que asuma estos principios de economía de esfuerzos para defender el interés de cada país latinoamericano de forma coordinada, abrirá nuevas posibilidades para México mismo. Por ejemplo, podrá negociar una más amplia y mejor defensa de los intereses de su propia diáspora, mientras se protege mejor a través del propio bloque de naciones.

Así, por ejemplo, podríamos pasar de una etapa de diplomacia del subsidio con Cuba a la defensa conjunta de la no intervención en los territorios de ambos países. Podríamos adoptar marcos jurídicos de referencia similares en defensa de la explotación nacional del litio con Chile. Podríamos cooperar en materia de seguridad para la desmovilización de grandes grupos de la violencia organizada a través de procesos de pacificación con Colombia. Evidentemente, para ello es necesario garantizar la estabilidad del proceso de la Cuarta Transformación primero.

Si ello sucede, la agenda para la diplomacia mexicana deberá ampliarse para recuperar el internacionalismo de izquierda que durante mucho tiempo, fue la única fuerza capaz de oponerse al intervencionismo estadounidense. La soberanía es el fundamento, pero solo ese internacionalismo podrá proteger a México de su agresivo vecino, que como durante toda su historia, ahora mismo mantiene abiertos dos frentes bélicos para someter a aquellos países que percibe como débiles. Por eso, Palestina ha logrado resistir tanto como lo ha hecho – por la solidaridad internacional. México se debe a sí mismo y a naciones como la Palestina fortalecerse, para liberarse de esa agresión, ayudar a los demás a que hagan lo mismo y que su soberanía sea fuente de una verdadera libertad nacional.