/ martes 15 de octubre de 2019

La economía es el talón de Aquiles

Carlos Anguiano

Si bien la política es en esencia comunicación, el gobierno cede supremacía a la economía. El estudio de los movimientos sociales, sus orígenes, causas y consecuencias, conllevan a una sentencia rígida: las guerras son económicas. Ya como nación independiente, México ha sufrido pasajes de precariedad económica que comprometieron a la soberanía y nos han entrampado en un escenario cambiante, dominado por el capital, donde como nación emergente hemos estado varias veces al borde del colapso. Nuestra deuda externa se ha vuelto tan normal que ya ni siquiera se menciona.

No es poco riguroso afirmar que la caída del sistema hegemónico del PRI Gobierno se debió a la situación económica posterior al mandato presidencial de Luis Echeverría Álvarez (1976) que frenó en seco las aspiraciones de los mexicanos, comprometió el futuro, agravo la crisis económica, resultando en pérdida del poder adquisitivo, menoscabo de la calidad de vida, inflación recurrente, depreciación de la moneda y otros efectos que acarrean consecuencias transgeneracionales.

La politización de la economía es inevitable. La globalización y el actual resurgimiento de estatismos melancólicos, así como la geo política que hacen de la economía mundial una nueva guerra fría sin armas, arrastra a México que sin poder manotear está inmerso en un esquema impuesto por los Estados Unidos en su intento de contener el vértigo asiático, el chino en especial, a un concepto de seguridad nacional expandido a continental, con estado de pánico, donde América Latina y El Caribe se consideran agregados de facto para sostener la doctrina Monroe, sintetizada en la frase “América para los americanos”.

Podemos decir que la crisis de América Latina es global. Que la escalada norteamericana disputa con la Unión Europea, Rusia, China e India, la crisis del capitalismo y la contra ofensiva en disputa por el mercado, donde nos ha tocado ser consumidores, ensanchando la brecha del reparto de la riqueza.

Los gobiernos neo liberales de México obtuvieron en promedio durante 36 años 2.6% de crecimiento económico. Ahora la perspectiva de crecimiento es de 0.9% en 2019 que difícilmente alcanzaremos y de 1.9% para 2020 según datos del Fondo Monetario Internacional.

Hoy México vive una profunda incertidumbre que retrasa las decisiones de inversión. La caída de inversión pública contagió a la inversión privada. Nuestro gobierno debe servir para garantizar las necesidades de la población. Hay fórmulas económicas que aunque inexactas, han funcionado en experiencias anteriores en el mundo. Gastar en función de lo recaudado parece ser la política económica del actual régimen presidencial, pues los ingresos determinan los gastos, y la recaudación cayó en el país debido a que la gente esta gastando menos. No subir impuestos es correcto ante la contracción económica.

La desaceleración que puede llegar a recesión puede impactar no solamente en lo menos importante, como lo es el fracaso electoral del Presidente, sino que repercutirá si no logra enderezar el rumbo, en desempleo, carestía de productos básicos, tensión social, más inseguridad, más violencia, perdida de gobernabilidad.

La economía es la expresión concentrada del poder estratégico y de la política. Salir del atolladero no es cuestión de ideologías ni narrativas políticas. Es cuestión de empujar y destrabar la economía mexicana. De no hacerlo, este gobierno desperdiciara la oportunidad de transformar a la sociedad mexicana.



www.inteligenciapolitica.org

Carlos Anguiano

Si bien la política es en esencia comunicación, el gobierno cede supremacía a la economía. El estudio de los movimientos sociales, sus orígenes, causas y consecuencias, conllevan a una sentencia rígida: las guerras son económicas. Ya como nación independiente, México ha sufrido pasajes de precariedad económica que comprometieron a la soberanía y nos han entrampado en un escenario cambiante, dominado por el capital, donde como nación emergente hemos estado varias veces al borde del colapso. Nuestra deuda externa se ha vuelto tan normal que ya ni siquiera se menciona.

No es poco riguroso afirmar que la caída del sistema hegemónico del PRI Gobierno se debió a la situación económica posterior al mandato presidencial de Luis Echeverría Álvarez (1976) que frenó en seco las aspiraciones de los mexicanos, comprometió el futuro, agravo la crisis económica, resultando en pérdida del poder adquisitivo, menoscabo de la calidad de vida, inflación recurrente, depreciación de la moneda y otros efectos que acarrean consecuencias transgeneracionales.

La politización de la economía es inevitable. La globalización y el actual resurgimiento de estatismos melancólicos, así como la geo política que hacen de la economía mundial una nueva guerra fría sin armas, arrastra a México que sin poder manotear está inmerso en un esquema impuesto por los Estados Unidos en su intento de contener el vértigo asiático, el chino en especial, a un concepto de seguridad nacional expandido a continental, con estado de pánico, donde América Latina y El Caribe se consideran agregados de facto para sostener la doctrina Monroe, sintetizada en la frase “América para los americanos”.

Podemos decir que la crisis de América Latina es global. Que la escalada norteamericana disputa con la Unión Europea, Rusia, China e India, la crisis del capitalismo y la contra ofensiva en disputa por el mercado, donde nos ha tocado ser consumidores, ensanchando la brecha del reparto de la riqueza.

Los gobiernos neo liberales de México obtuvieron en promedio durante 36 años 2.6% de crecimiento económico. Ahora la perspectiva de crecimiento es de 0.9% en 2019 que difícilmente alcanzaremos y de 1.9% para 2020 según datos del Fondo Monetario Internacional.

Hoy México vive una profunda incertidumbre que retrasa las decisiones de inversión. La caída de inversión pública contagió a la inversión privada. Nuestro gobierno debe servir para garantizar las necesidades de la población. Hay fórmulas económicas que aunque inexactas, han funcionado en experiencias anteriores en el mundo. Gastar en función de lo recaudado parece ser la política económica del actual régimen presidencial, pues los ingresos determinan los gastos, y la recaudación cayó en el país debido a que la gente esta gastando menos. No subir impuestos es correcto ante la contracción económica.

La desaceleración que puede llegar a recesión puede impactar no solamente en lo menos importante, como lo es el fracaso electoral del Presidente, sino que repercutirá si no logra enderezar el rumbo, en desempleo, carestía de productos básicos, tensión social, más inseguridad, más violencia, perdida de gobernabilidad.

La economía es la expresión concentrada del poder estratégico y de la política. Salir del atolladero no es cuestión de ideologías ni narrativas políticas. Es cuestión de empujar y destrabar la economía mexicana. De no hacerlo, este gobierno desperdiciara la oportunidad de transformar a la sociedad mexicana.



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