/ domingo 23 de junio de 2019

La ASEJ bajo sospecha

Óscar Ábrego


Cuando el 15 de diciembre del 2017, Jorge Alejandro Ortiz Ramírez, fue electo titular de la Auditoría Superior del Estado de Jalisco (ASEJ) por el Poder Legislativo, nadie pensó que en muy poco tiempo estaría bajo el escrutinio de la opinión pública. Y es que desde su pomposa llegada, con el respaldo de un grupito denominado Comité de Participación Ciudadana del mal llamado Sistema Estatal Anticorrupción, no hay nada que pueda destacarse de su labor.

En realidad conocemos muy poco de dicha entidad fiscalizadora, salvo dos situaciones que merecen nuestra atención. Una de ellas es la que se refiere a que bajo la dirección de Jorge Ortiz el ambiente laboral en esas oficinas es poco menos que insoportable. Ha trascendido que su estilo abona a la tensión y el fastidio, cosa no menor en un ente que si bien requiere de disciplina y concentración, también necesita de una atmósfera que fomente el profesionalismo y la eficiencia.

La otra, por supuesto, es la concerniente a los señalamientos de la diputada emecista Mirza Flores Gómez, quien en su calidad de presidenta de la Comisión Legislativa de Vigilancia, acusó tráfico de información y sobornos por parte de auditores que prestan sus servicios tanto en la Auditoría como para despachos privados. La versión de la legisladora no debe tomarse a la ligera, sabemos que puede ser imprudente, pero no mentirosa. Recordemos que sus declaraciones nos brindaron las primeras pistas sobre la putrefacción en las entrañas del Programa “A Toda Máquina”.

Ahora bien, como ya se ha informado, derivado de lo anterior, el señor Ortiz anunció una serie de acciones para investigar el asunto y se comprometió a impedir actos de corrupción en ese organismo. Puso como ejemplo la creación de un órgano fiscalizador interno, lo que significa –en términos reales- que la ASEJ se auditará a sí misma para evitar incurrir en conductas delictivas. Así pues, que no nos extrañe que en breve se contrate a firmas consultoras para que auditen al órgano fiscalizador interno.

Pero más allá de los absurdos que arroja esta coyuntura, bien vale la pena preguntarnos qué resultados ofrece esta dependencia, porque si lo más relevante es haber signado un convenio con el ITEI, eso y nada es lo mismo.

Es en esta misma tesitura que resulta conveniente retomar varios asuntos que podrían explicar el bajo perfil con el que se ha conducido Ortiz Ramírez. Y para ello se imponen algunas preguntas que deben ser aclaradas no sólo por el susodicho.

¿Cuándo acreditará de manera pública y oficial que laboró por varios años en la Auditoría Superior de la Federación? ¿Es cierto que en realidad es nula su experiencia como auditor, en virtud de que sólo colaboró en ayudantías para el PRD en el seno de la Unidad de Vigilancia de la Cámara Federal de Diputados? Y dos cuestiones más, ¿por qué no hay registro en internet de su cédula con grado de Doctor? ¿Es real –como lo afirman algunos empleados de la ASEJ- que se perdieron todas las certificaciones nacionales e internacionales que tenía la institución al momento en que la recibió?

Mis fuentes al interior del Congreso del Estado, me aseguran que en cosa de días estallará la verdad y que entonces los apóstoles de la transparencia que lo propusieron harán el ridículo de su vida. Ya veremos.


Óscar Ábrego


Cuando el 15 de diciembre del 2017, Jorge Alejandro Ortiz Ramírez, fue electo titular de la Auditoría Superior del Estado de Jalisco (ASEJ) por el Poder Legislativo, nadie pensó que en muy poco tiempo estaría bajo el escrutinio de la opinión pública. Y es que desde su pomposa llegada, con el respaldo de un grupito denominado Comité de Participación Ciudadana del mal llamado Sistema Estatal Anticorrupción, no hay nada que pueda destacarse de su labor.

En realidad conocemos muy poco de dicha entidad fiscalizadora, salvo dos situaciones que merecen nuestra atención. Una de ellas es la que se refiere a que bajo la dirección de Jorge Ortiz el ambiente laboral en esas oficinas es poco menos que insoportable. Ha trascendido que su estilo abona a la tensión y el fastidio, cosa no menor en un ente que si bien requiere de disciplina y concentración, también necesita de una atmósfera que fomente el profesionalismo y la eficiencia.

La otra, por supuesto, es la concerniente a los señalamientos de la diputada emecista Mirza Flores Gómez, quien en su calidad de presidenta de la Comisión Legislativa de Vigilancia, acusó tráfico de información y sobornos por parte de auditores que prestan sus servicios tanto en la Auditoría como para despachos privados. La versión de la legisladora no debe tomarse a la ligera, sabemos que puede ser imprudente, pero no mentirosa. Recordemos que sus declaraciones nos brindaron las primeras pistas sobre la putrefacción en las entrañas del Programa “A Toda Máquina”.

Ahora bien, como ya se ha informado, derivado de lo anterior, el señor Ortiz anunció una serie de acciones para investigar el asunto y se comprometió a impedir actos de corrupción en ese organismo. Puso como ejemplo la creación de un órgano fiscalizador interno, lo que significa –en términos reales- que la ASEJ se auditará a sí misma para evitar incurrir en conductas delictivas. Así pues, que no nos extrañe que en breve se contrate a firmas consultoras para que auditen al órgano fiscalizador interno.

Pero más allá de los absurdos que arroja esta coyuntura, bien vale la pena preguntarnos qué resultados ofrece esta dependencia, porque si lo más relevante es haber signado un convenio con el ITEI, eso y nada es lo mismo.

Es en esta misma tesitura que resulta conveniente retomar varios asuntos que podrían explicar el bajo perfil con el que se ha conducido Ortiz Ramírez. Y para ello se imponen algunas preguntas que deben ser aclaradas no sólo por el susodicho.

¿Cuándo acreditará de manera pública y oficial que laboró por varios años en la Auditoría Superior de la Federación? ¿Es cierto que en realidad es nula su experiencia como auditor, en virtud de que sólo colaboró en ayudantías para el PRD en el seno de la Unidad de Vigilancia de la Cámara Federal de Diputados? Y dos cuestiones más, ¿por qué no hay registro en internet de su cédula con grado de Doctor? ¿Es real –como lo afirman algunos empleados de la ASEJ- que se perdieron todas las certificaciones nacionales e internacionales que tenía la institución al momento en que la recibió?

Mis fuentes al interior del Congreso del Estado, me aseguran que en cosa de días estallará la verdad y que entonces los apóstoles de la transparencia que lo propusieron harán el ridículo de su vida. Ya veremos.