/ jueves 27 de diciembre de 2018

Claroscuros de la democracia

María Alejandra Vizcarra Ruiz *

El año de 2018 será un año de gran impacto en la historia del mundo, comparable en algún sentido a lo que fue el año de 1933, cuando por un lado Hitler asumió el poder el Alemania, y por otro lado Roosevelt hizo lo propio en Estados Unidos, un demócrata antifascista con un proyecto de profundas reformas sociales.

De cierta forma, la llegada de estos gobiernos contrapuestos desencadenaron a su vez, por un lado, un proceso de descomposición de la democracia en Europa, que conllevó al establecimiento de dictaduras filonazis en varios países, mientras en que en otros se crearon alianzas de los partidos políticos en defensa de sus democracias y partidarios de reformas sociales, bajo el nombre de Frentes Populares.

El detonante del ascenso del fascismo fueron las consecuencias de la crisis de 1929, aunque aquél había comenzado a hacerse presente desde que Mussolini ascendió al poder en 1922, en pleno auge de las democracias en Europa tras el fin de la Primera Guerra Mundial.

La respuesta a la oleada del nazismo y el fascismo en los años treinta fueron las coaliciones de diversos agrupamientos partidarios de la democracia y de combatir los efectos de dicha crisis con reformas y políticas sociales. El autoritarismo y el totalitarismo nacionalista se presentó en ese entonces como la solución al cierre de empresas, la pobreza y el desempleo.

Se buscó un culpable por parte de los lideres nazis y fascistas y este fue el pueblo judío. Las consecuencias todos las conocemos. En esta ocasión fue el arribo de Trump, un ultranacionalista antiinmigrante, al gobierno en Estados Unidos el año anterior, lo que en este 2018 desató el auge de los partidos ultranacionalistas, fascistoides o francamente fascistas en Europa y América Latina.

De esta manera se hicieron presentes en los parlamentos, partidos con un lenguaje de nacionalismo extremo, xenófobos, que culpaban a los migrantes del desempleo, los bajos salarios y la pobreza creciente, que habían sido consecuencia de la crisis de 2008, pero que como antes a los judíos, ahora se ensañaron sobre quienes eran desplazados por las guerras y la pobreza extrema a migrar hacia países más desarrollados.

Así, en Finlandia, lo mismo que en Suecia, en Alemania, al igual que España, partidos que habían permanecido en la marginación electoral, como Verdaderos Finlandeses, Demócratas Suecos, Alternativa por Alemania o Vox, pasaron a ser de la noche a la mañana factores importantes para la formación de gobiernos nacionales o locales.

El caso más impactante es el de Austria, donde el Partido Liberal (FPO) forma parte del gobierno en coalición con el Partido Popular, y en Italia, donde la Liga del Norte también formó gobierno con el Movimiento Cinco Estrellas.

Mención aparte merece el Frente Nacional francés, de larga tradición entre la derecha xenófoba francesa, que disputó en 2017 la presidencia a Macrón y que en las encuestas de este año se ha colocado con las mayores posibilidades de ganar las elecciones en su país para el Parlamento Europeo.

En América Latina, luego del triunfo de Iván Duque, el delfín del ex presidente Álvaro Uribe, opuesto al proceso de paz que llevó a cabo el presidente saliente Santos, en Brasil ganó las elecciones un candidato abiertamente simpatizante de la dictadura militar, apologista de la tortura, contrario a los derechos humanos y las políticas de bienestar social, Joao Bolsonaro, cuyo discurso hace palidecer al del mismo Trump.

Pero por otro lado, este mismo año, el Presidente Putin volvió a ganar las elecciones, con una votación inédita que rozó el 74% de los votos y sosteniendo su candidatura en un Frente Popular, que no pudo ser contenido a pesar de la propaganda que los países de la OTAN realizaron internacionalmente contra él.

Lo que en el contexto internacional permite establecer un contrapeso a la hegemonía norteamericana. Por su parte, en América Latina también destaca en este año el triunfo electoral de López Obrador en México, que significa tanto un cambio de rumbo a la política neoliberal vigente desde 1982, como un viraje en la política exterior, hasta entonces alineada con la de Estados Unidos y con inusitado sometimiento a la de Trump, para recuperar los principios de No Intervención y Autodeterminación de los Estados.

De hecho, varios de los países que sienten amenazada su soberanía han expresado su convencimiento de que el nuevo gobierno mexicano podrá ser un muro de contención a la política intervencionista de la potencia del norte. El mundo comienza a realinearse entre las propuestas democráticas con reformas sociales y las autoritarias antimigrantes.

Hoy existe una conciencia de que una nueva guerra mundial conllevaría a la destrucción de la humanidad y por otro lado la democracia aun no está derrotada definitivamente en aquellos países donde las fuerzas neofascistas están haciéndose presentes. Esperemos que 2019 sea el inicio de una nueva ola democrática y de convivencia internacional.

* Profesora investigadora del Departamento de Estudios Sobre Movimientos Sociales UdeG

María Alejandra Vizcarra Ruiz *

El año de 2018 será un año de gran impacto en la historia del mundo, comparable en algún sentido a lo que fue el año de 1933, cuando por un lado Hitler asumió el poder el Alemania, y por otro lado Roosevelt hizo lo propio en Estados Unidos, un demócrata antifascista con un proyecto de profundas reformas sociales.

De cierta forma, la llegada de estos gobiernos contrapuestos desencadenaron a su vez, por un lado, un proceso de descomposición de la democracia en Europa, que conllevó al establecimiento de dictaduras filonazis en varios países, mientras en que en otros se crearon alianzas de los partidos políticos en defensa de sus democracias y partidarios de reformas sociales, bajo el nombre de Frentes Populares.

El detonante del ascenso del fascismo fueron las consecuencias de la crisis de 1929, aunque aquél había comenzado a hacerse presente desde que Mussolini ascendió al poder en 1922, en pleno auge de las democracias en Europa tras el fin de la Primera Guerra Mundial.

La respuesta a la oleada del nazismo y el fascismo en los años treinta fueron las coaliciones de diversos agrupamientos partidarios de la democracia y de combatir los efectos de dicha crisis con reformas y políticas sociales. El autoritarismo y el totalitarismo nacionalista se presentó en ese entonces como la solución al cierre de empresas, la pobreza y el desempleo.

Se buscó un culpable por parte de los lideres nazis y fascistas y este fue el pueblo judío. Las consecuencias todos las conocemos. En esta ocasión fue el arribo de Trump, un ultranacionalista antiinmigrante, al gobierno en Estados Unidos el año anterior, lo que en este 2018 desató el auge de los partidos ultranacionalistas, fascistoides o francamente fascistas en Europa y América Latina.

De esta manera se hicieron presentes en los parlamentos, partidos con un lenguaje de nacionalismo extremo, xenófobos, que culpaban a los migrantes del desempleo, los bajos salarios y la pobreza creciente, que habían sido consecuencia de la crisis de 2008, pero que como antes a los judíos, ahora se ensañaron sobre quienes eran desplazados por las guerras y la pobreza extrema a migrar hacia países más desarrollados.

Así, en Finlandia, lo mismo que en Suecia, en Alemania, al igual que España, partidos que habían permanecido en la marginación electoral, como Verdaderos Finlandeses, Demócratas Suecos, Alternativa por Alemania o Vox, pasaron a ser de la noche a la mañana factores importantes para la formación de gobiernos nacionales o locales.

El caso más impactante es el de Austria, donde el Partido Liberal (FPO) forma parte del gobierno en coalición con el Partido Popular, y en Italia, donde la Liga del Norte también formó gobierno con el Movimiento Cinco Estrellas.

Mención aparte merece el Frente Nacional francés, de larga tradición entre la derecha xenófoba francesa, que disputó en 2017 la presidencia a Macrón y que en las encuestas de este año se ha colocado con las mayores posibilidades de ganar las elecciones en su país para el Parlamento Europeo.

En América Latina, luego del triunfo de Iván Duque, el delfín del ex presidente Álvaro Uribe, opuesto al proceso de paz que llevó a cabo el presidente saliente Santos, en Brasil ganó las elecciones un candidato abiertamente simpatizante de la dictadura militar, apologista de la tortura, contrario a los derechos humanos y las políticas de bienestar social, Joao Bolsonaro, cuyo discurso hace palidecer al del mismo Trump.

Pero por otro lado, este mismo año, el Presidente Putin volvió a ganar las elecciones, con una votación inédita que rozó el 74% de los votos y sosteniendo su candidatura en un Frente Popular, que no pudo ser contenido a pesar de la propaganda que los países de la OTAN realizaron internacionalmente contra él.

Lo que en el contexto internacional permite establecer un contrapeso a la hegemonía norteamericana. Por su parte, en América Latina también destaca en este año el triunfo electoral de López Obrador en México, que significa tanto un cambio de rumbo a la política neoliberal vigente desde 1982, como un viraje en la política exterior, hasta entonces alineada con la de Estados Unidos y con inusitado sometimiento a la de Trump, para recuperar los principios de No Intervención y Autodeterminación de los Estados.

De hecho, varios de los países que sienten amenazada su soberanía han expresado su convencimiento de que el nuevo gobierno mexicano podrá ser un muro de contención a la política intervencionista de la potencia del norte. El mundo comienza a realinearse entre las propuestas democráticas con reformas sociales y las autoritarias antimigrantes.

Hoy existe una conciencia de que una nueva guerra mundial conllevaría a la destrucción de la humanidad y por otro lado la democracia aun no está derrotada definitivamente en aquellos países donde las fuerzas neofascistas están haciéndose presentes. Esperemos que 2019 sea el inicio de una nueva ola democrática y de convivencia internacional.

* Profesora investigadora del Departamento de Estudios Sobre Movimientos Sociales UdeG