/ domingo 5 de mayo de 2019

¿Buen gobierno o popularidad en el vacío?

Carlos Anguiano Zamudio

Gobernar es una tarea compleja que implica atender las necesidades prioritarias de la población, gestionar recursos públicos y privados para solventarlas, generar inversión económica para que el Estado fortalezca sus condiciones de equidad social, procurando mejores niveles de calidad de vida, superación de los rezagos sociales que engendra la histórica pobreza, promover el crecimiento económico facilitando desde el sector público el bienestar del sector privado para con ello obtener prosperidad y desarrollo social.

Agréguese a lo anterior, administrar los dineros públicos, priorizando necesidades, promoviendo programas y servicios gubernamentales de impacto colectivo y garantizando que los servicios públicos lleguen a toda la población, haciendo énfasis en los más desprotegidos, que requieren apoyo del Estado para vencer la marginación, la desigualdad y la falta de oportunidades.

Gobernar bien implica satisfacer las necesidades y redirigir el aparato público hacia el aspiracional social. Ser aclamado y reconocido debe ser emocionante pero no siempre las acciones de Gobierno y las políticas públicas de urgente e inmediata necesidad de aplicación, son populares. Nuestra sociedad debe ser protegida y auxiliada en la búsqueda permanente de su bienestar por el Estado, lo que es una responsabilidad de los gobernantes.

Es cierto que la popularidad que disfruta el Presidente de México es útil si se utiliza para lograr un mayor grado de cooperación y coordinación social entre el Estado y los principales actores económicos, políticos y sociales, lo cual no precisamente se está logrando, pero podría alcanzarse para generar estabilidad institucional y una mayor efectividad en la toma de decisiones del Gobierno. No obstante ello, pareciera que diversos actores económicos tienen una relación rota con el Ejecutivo y su gabinete, por lo cual, los puntos porcentuales en las encuestas no significan logros reales en la búsqueda de la gobernabilidad democrática.

Aun siendo un Gobierno popular, como hasta ahora lo tenemos, la disputa constante entre legitimidad y legalidad genera turbulencia y enrarecimiento político que ha originado bandazos en la conducción política. Temas como la Reforma Educativa han generado cabildeos y concertaciones políticas y sociales que no enriquecen a la sociedad en pleno, sino a grupos, organizaciones particulares y liderazgos aliados, restando credibilidad, mermando legitimidad, variando la percepción de buen Gobierno.

Sin embargo, más allá del carisma, la imagen pública, la relación de aprobación a las acciones iniciales del Gobierno de México, alcanzar la gobernabilidad democrática debe superar aún la prueba más dura y la aduana que pesa, mide, evidencia y exhibe si se está haciendo un buen o un mal Gobierno: La eficiencia y la eficacia gubernamental, indicador que le será exigido en un plazo corto de tiempo al régimen y de cuyo examen se desprenderá el análisis racional, no emotivo de los hechos, de los actos y de la calidad de las políticas públicas impulsadas, así como de los errores y de los aciertos que le sean justamente conferidos a su gestión presidencial.

Entre tanto, deberíamos aumentar la cultura política de nuestro pueblo, que es bien intencionado pero fácil de manipular y desinformar, defendamos las libertades y la Constitución del país, que impone límites a los deseos personales y a los intereses de grupo, salvaguardando la soberanía popular de la nación.


www.inteligenciapolitica.org

Carlos Anguiano Zamudio

Gobernar es una tarea compleja que implica atender las necesidades prioritarias de la población, gestionar recursos públicos y privados para solventarlas, generar inversión económica para que el Estado fortalezca sus condiciones de equidad social, procurando mejores niveles de calidad de vida, superación de los rezagos sociales que engendra la histórica pobreza, promover el crecimiento económico facilitando desde el sector público el bienestar del sector privado para con ello obtener prosperidad y desarrollo social.

Agréguese a lo anterior, administrar los dineros públicos, priorizando necesidades, promoviendo programas y servicios gubernamentales de impacto colectivo y garantizando que los servicios públicos lleguen a toda la población, haciendo énfasis en los más desprotegidos, que requieren apoyo del Estado para vencer la marginación, la desigualdad y la falta de oportunidades.

Gobernar bien implica satisfacer las necesidades y redirigir el aparato público hacia el aspiracional social. Ser aclamado y reconocido debe ser emocionante pero no siempre las acciones de Gobierno y las políticas públicas de urgente e inmediata necesidad de aplicación, son populares. Nuestra sociedad debe ser protegida y auxiliada en la búsqueda permanente de su bienestar por el Estado, lo que es una responsabilidad de los gobernantes.

Es cierto que la popularidad que disfruta el Presidente de México es útil si se utiliza para lograr un mayor grado de cooperación y coordinación social entre el Estado y los principales actores económicos, políticos y sociales, lo cual no precisamente se está logrando, pero podría alcanzarse para generar estabilidad institucional y una mayor efectividad en la toma de decisiones del Gobierno. No obstante ello, pareciera que diversos actores económicos tienen una relación rota con el Ejecutivo y su gabinete, por lo cual, los puntos porcentuales en las encuestas no significan logros reales en la búsqueda de la gobernabilidad democrática.

Aun siendo un Gobierno popular, como hasta ahora lo tenemos, la disputa constante entre legitimidad y legalidad genera turbulencia y enrarecimiento político que ha originado bandazos en la conducción política. Temas como la Reforma Educativa han generado cabildeos y concertaciones políticas y sociales que no enriquecen a la sociedad en pleno, sino a grupos, organizaciones particulares y liderazgos aliados, restando credibilidad, mermando legitimidad, variando la percepción de buen Gobierno.

Sin embargo, más allá del carisma, la imagen pública, la relación de aprobación a las acciones iniciales del Gobierno de México, alcanzar la gobernabilidad democrática debe superar aún la prueba más dura y la aduana que pesa, mide, evidencia y exhibe si se está haciendo un buen o un mal Gobierno: La eficiencia y la eficacia gubernamental, indicador que le será exigido en un plazo corto de tiempo al régimen y de cuyo examen se desprenderá el análisis racional, no emotivo de los hechos, de los actos y de la calidad de las políticas públicas impulsadas, así como de los errores y de los aciertos que le sean justamente conferidos a su gestión presidencial.

Entre tanto, deberíamos aumentar la cultura política de nuestro pueblo, que es bien intencionado pero fácil de manipular y desinformar, defendamos las libertades y la Constitución del país, que impone límites a los deseos personales y a los intereses de grupo, salvaguardando la soberanía popular de la nación.


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