/ miércoles 1 de enero de 2020

2020: De la cerrazón al diálogo

Muy probablemente en la cena navideña o en las posadas, el gobierno de AMLO fue tema prohibido o que provocó discordia entre sus familiares y amigos; algunos a favor y otros en contra, como lo ha sido durante todo este año.

En Julio 2019, a un año de las elecciones, hablábamos de los claroscuros dentro de las acciones del gobierno federal y muchos analistas coincidían en que había matices alrededor de la 4T. Hoy podemos afirmar que esos claroscuros y escala de grises, se traducen en una polarización de blancos y negros, promovida en gran medida desde Palacio Nacional y la oposición.

Se le pueden criticar a Andrés Manuel López Obrador demasiadas cosas, pero lo que no podemos negar, es que sin duda es un líder con un gran capital social y político, que le ha permitido conservar una buena aprobación durante su primer año de gobierno con 68%, según El Financiero, cifras que contrastan con la aprobación de los dos últimos presidentes. En este sentido, podemos hablar sobre una percepción distinta de cómo se ejerce el poder desde la administración pública; sin embargo algunos indicadores y sucesos, nos hacen pensar que en efecto, el partido político que gobierna México cambió, pero que viejas prácticas políticas se enquistaron en él y se repiten y replican bajo otros nombres, escenarios y personajes.

La violencia y la inseguridad han ido a la alza desde hace dos sexenios, y al ritmo que vamos, parece ser que este sexenio seguirá con esa tendencia. Y es que de la estrategia de seguridad basada en componentes preventivos, no hay mucho a la vista; la estrategia del combate de drogas permanece sin cambios de fondo, la despenalización del consumo de la mariguana está detenida y el país vive una militarización disfrazada de guardia nacional, sin que se vea el fortalecimiento de policías locales y mejora de las instituciones encargadas de impartir justicia.

Por otro lado, algo que ha caracterizado a este gobierno, en contraste con la opulencia del anterior, son las medidas de austeridad, con las que se han ahorrado 145 mil millones de pesos, en este sentido, la cobertura de los distintos programas sociales del actual gobierno, alcanzó a 21 millones de personas. Sin embargo, estas medidas han generado recortes en distintos rubros, lo que ha provocado despidos y malestar en varios sectores de la población.

En lo legislativo, se aprobaron importantes reformas constitucionales enfocadas a la paridad de género en los tres poderes y órdenes de gobierno, la extinción de dominio, la revocación de mandato, la consulta popular y la democracia sindical.

Contrario a las predicciones de muchos, no nos volvimos Venezuela, pero seguimos con un endeble equilibrio macroeconómico, con 0% de crecimiento y una incertidumbre en la inversión extranjera. A pesar de esto, se aumentó el salario mínimo, beneficiando a miles de familias, sin que hasta ahora esto dispare una inflación.

Estos son tan solo algunos de los ejemplos de lo que vimos durante este año. Más allá de nombrar uno por uno, los aciertos y errores, algo que es importante señalar es la falta de objetividad que ha caracterizado el arranque de este sexenio. Desde la postura oficialista observamos cerrazón e ignominia, toda crítica se traduce en descalificación, aunque ésta venga de grupos que históricamente han luchado por ideales muy similares a los que promueve Morena. Por otro, desde la oposición, la falta de argumentos estructurados y una preocupación real por el país y no por intereses propios, genera que ésta se diluya ante los sectores populares que apoyan al gobierno. En resumen tenemos a quienes critican todo y a quienes alaban todo: blanco y negro.

Para 2020, no podemos seguir manteniéndonos en esta balanza, es necesario que existan contrapesos críticos, pero también funcionarios humildes y con capacidad de autocrítica. La transformación del país no se dará si no es con la suma de esfuerzos más allá de las afinidades; urge fortalecer al Estado y a sus instituciones, a través de la escucha y el diálogo, no desde la descalificación y la imposición.

* Coordinador de análisis y comunicación del PAN Jalisco

Muy probablemente en la cena navideña o en las posadas, el gobierno de AMLO fue tema prohibido o que provocó discordia entre sus familiares y amigos; algunos a favor y otros en contra, como lo ha sido durante todo este año.

En Julio 2019, a un año de las elecciones, hablábamos de los claroscuros dentro de las acciones del gobierno federal y muchos analistas coincidían en que había matices alrededor de la 4T. Hoy podemos afirmar que esos claroscuros y escala de grises, se traducen en una polarización de blancos y negros, promovida en gran medida desde Palacio Nacional y la oposición.

Se le pueden criticar a Andrés Manuel López Obrador demasiadas cosas, pero lo que no podemos negar, es que sin duda es un líder con un gran capital social y político, que le ha permitido conservar una buena aprobación durante su primer año de gobierno con 68%, según El Financiero, cifras que contrastan con la aprobación de los dos últimos presidentes. En este sentido, podemos hablar sobre una percepción distinta de cómo se ejerce el poder desde la administración pública; sin embargo algunos indicadores y sucesos, nos hacen pensar que en efecto, el partido político que gobierna México cambió, pero que viejas prácticas políticas se enquistaron en él y se repiten y replican bajo otros nombres, escenarios y personajes.

La violencia y la inseguridad han ido a la alza desde hace dos sexenios, y al ritmo que vamos, parece ser que este sexenio seguirá con esa tendencia. Y es que de la estrategia de seguridad basada en componentes preventivos, no hay mucho a la vista; la estrategia del combate de drogas permanece sin cambios de fondo, la despenalización del consumo de la mariguana está detenida y el país vive una militarización disfrazada de guardia nacional, sin que se vea el fortalecimiento de policías locales y mejora de las instituciones encargadas de impartir justicia.

Por otro lado, algo que ha caracterizado a este gobierno, en contraste con la opulencia del anterior, son las medidas de austeridad, con las que se han ahorrado 145 mil millones de pesos, en este sentido, la cobertura de los distintos programas sociales del actual gobierno, alcanzó a 21 millones de personas. Sin embargo, estas medidas han generado recortes en distintos rubros, lo que ha provocado despidos y malestar en varios sectores de la población.

En lo legislativo, se aprobaron importantes reformas constitucionales enfocadas a la paridad de género en los tres poderes y órdenes de gobierno, la extinción de dominio, la revocación de mandato, la consulta popular y la democracia sindical.

Contrario a las predicciones de muchos, no nos volvimos Venezuela, pero seguimos con un endeble equilibrio macroeconómico, con 0% de crecimiento y una incertidumbre en la inversión extranjera. A pesar de esto, se aumentó el salario mínimo, beneficiando a miles de familias, sin que hasta ahora esto dispare una inflación.

Estos son tan solo algunos de los ejemplos de lo que vimos durante este año. Más allá de nombrar uno por uno, los aciertos y errores, algo que es importante señalar es la falta de objetividad que ha caracterizado el arranque de este sexenio. Desde la postura oficialista observamos cerrazón e ignominia, toda crítica se traduce en descalificación, aunque ésta venga de grupos que históricamente han luchado por ideales muy similares a los que promueve Morena. Por otro, desde la oposición, la falta de argumentos estructurados y una preocupación real por el país y no por intereses propios, genera que ésta se diluya ante los sectores populares que apoyan al gobierno. En resumen tenemos a quienes critican todo y a quienes alaban todo: blanco y negro.

Para 2020, no podemos seguir manteniéndonos en esta balanza, es necesario que existan contrapesos críticos, pero también funcionarios humildes y con capacidad de autocrítica. La transformación del país no se dará si no es con la suma de esfuerzos más allá de las afinidades; urge fortalecer al Estado y a sus instituciones, a través de la escucha y el diálogo, no desde la descalificación y la imposición.

* Coordinador de análisis y comunicación del PAN Jalisco