/ lunes 18 de septiembre de 2023

Prudencia política


www.youtube.com/c/carlosanguianoz


Los mexicanos vivimos una etapa singular en la historia democrática de nuestro país: la polarización aguda entre nuestra población. Un escenario que a nadie sirve, de perder -perder, pues impide la construcción de acuerdos, la estabilidad nacional, inhibe la participación ciudadana y su involucramiento en la cosa pública, rompe con nuestros valores e identidad nacional y por si fuera poco, complica la construcción de una nueva cultura ciudadana más ética, más democrática, más crítica y racional.

El año electoral transcurre con una agitación inédita, dónde el país ha perdido rumbo cierto y quienes lo notan desean romper el rumbo actual pese a todas las cosas. Por su parte, los partidarios de la continuidad rechazan las señales de crisis y reducen su raciocinio a niveles de sometimiento, admiración ciega y ceguera ante las evidencias.

El gobierno de México basa su operación en el culto personal al presidente. Aunque sabemos que la esperanza no es método. El pueblo mexicano está muy necesitado de un líder a quien seguir, en quien confiar, a quién apoyar, lo cual genera las condiciones favorables para la aparición de liderazgos carismáticos, adoctrinantes y aprovechados de la ignorancia y de la necesidad social de pertenencia y de conducción externa. La generalidad de nuestro pueblo opta por apoyar y seguir en lugar de liderar y marcar el camino. Partidos políticos, personajes de la alta clase política, religiosa, económica, militar o criminal, se despachan perversamente repartiendo territorios, beneficios, privilegios, lujos, negocios y rapacerías, como antes pero con mayor descaro, sin esconderse y bajo el consentimiento del presidente en turno.

Rumbo a las elecciones de sucesión presidencial de junio de 2024, empiezan a definirse ya quienes competirán como candidatos por las diversas marcas y alianzas partidistas. Señales de traición, de deslealtad, de odio, de revancha, marcan la ruta que habrán de transitar nuestros políticos, situación que también nos afecta, incluye e involucra a todas y todos los ciudadanos.

Con las ideologías perdidas, el pragmatismo simplón a flor de piel, la mentira como eje discursivo generalizado, la ignorancia como clave para dominar al electorado y el dinero sucio imperando en la forma de hacer campañas, conquistar conciencias y comprar los votos ilegalmente, el elector deberá ser hábil para analizar encuestas, información y propuestas. Los mexicanos deberemos de ser aún más inteligentes para descubrir trampas, engaños y actos simulados para confundir y manipular la información. Además, deberá controlar sus emociones para que deje la toma de decisiones a su mente racional, eligiendo lo que más le convenga.

Generalizar es insano. No todo es bueno no todo es malo. Antes y hoy, más se parecen. Mismas acciones, diferentes disfraces. La corrupción, el endeudamiento, el saqueo, el narcotráfico, la inseguridad, la pérdida de valor adquisitivo existen y son como fueron, con acentos y crisis crónica. Defender a nuestros preferidos exige evitar caer en ser radical, en fantasear con atributos irreales, en confiar a ciegas.

La prudencia existe cuando se piensa, se dice y se actúa con congruencia, sin imponer a los demás nuestra personal opinión, conversando, abiertos al debate y al diálogo democrático. Todos cabemos, pues hay más tareas y necesidades que exigen unión, acuerdo, trabajo colectivo, objetivos comunes y prudencia política. El llamado a la unidad, a agruparnos en torno a un solo México es una voz razonable, con sentido, que busca cicatrizar las afrentas y retomar el bue rumbo para que nuestra sociedad logre mayores beneficios que mediante la división, la polarización y el conflicto. Usted decide.


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Los mexicanos vivimos una etapa singular en la historia democrática de nuestro país: la polarización aguda entre nuestra población. Un escenario que a nadie sirve, de perder -perder, pues impide la construcción de acuerdos, la estabilidad nacional, inhibe la participación ciudadana y su involucramiento en la cosa pública, rompe con nuestros valores e identidad nacional y por si fuera poco, complica la construcción de una nueva cultura ciudadana más ética, más democrática, más crítica y racional.

El año electoral transcurre con una agitación inédita, dónde el país ha perdido rumbo cierto y quienes lo notan desean romper el rumbo actual pese a todas las cosas. Por su parte, los partidarios de la continuidad rechazan las señales de crisis y reducen su raciocinio a niveles de sometimiento, admiración ciega y ceguera ante las evidencias.

El gobierno de México basa su operación en el culto personal al presidente. Aunque sabemos que la esperanza no es método. El pueblo mexicano está muy necesitado de un líder a quien seguir, en quien confiar, a quién apoyar, lo cual genera las condiciones favorables para la aparición de liderazgos carismáticos, adoctrinantes y aprovechados de la ignorancia y de la necesidad social de pertenencia y de conducción externa. La generalidad de nuestro pueblo opta por apoyar y seguir en lugar de liderar y marcar el camino. Partidos políticos, personajes de la alta clase política, religiosa, económica, militar o criminal, se despachan perversamente repartiendo territorios, beneficios, privilegios, lujos, negocios y rapacerías, como antes pero con mayor descaro, sin esconderse y bajo el consentimiento del presidente en turno.

Rumbo a las elecciones de sucesión presidencial de junio de 2024, empiezan a definirse ya quienes competirán como candidatos por las diversas marcas y alianzas partidistas. Señales de traición, de deslealtad, de odio, de revancha, marcan la ruta que habrán de transitar nuestros políticos, situación que también nos afecta, incluye e involucra a todas y todos los ciudadanos.

Con las ideologías perdidas, el pragmatismo simplón a flor de piel, la mentira como eje discursivo generalizado, la ignorancia como clave para dominar al electorado y el dinero sucio imperando en la forma de hacer campañas, conquistar conciencias y comprar los votos ilegalmente, el elector deberá ser hábil para analizar encuestas, información y propuestas. Los mexicanos deberemos de ser aún más inteligentes para descubrir trampas, engaños y actos simulados para confundir y manipular la información. Además, deberá controlar sus emociones para que deje la toma de decisiones a su mente racional, eligiendo lo que más le convenga.

Generalizar es insano. No todo es bueno no todo es malo. Antes y hoy, más se parecen. Mismas acciones, diferentes disfraces. La corrupción, el endeudamiento, el saqueo, el narcotráfico, la inseguridad, la pérdida de valor adquisitivo existen y son como fueron, con acentos y crisis crónica. Defender a nuestros preferidos exige evitar caer en ser radical, en fantasear con atributos irreales, en confiar a ciegas.

La prudencia existe cuando se piensa, se dice y se actúa con congruencia, sin imponer a los demás nuestra personal opinión, conversando, abiertos al debate y al diálogo democrático. Todos cabemos, pues hay más tareas y necesidades que exigen unión, acuerdo, trabajo colectivo, objetivos comunes y prudencia política. El llamado a la unidad, a agruparnos en torno a un solo México es una voz razonable, con sentido, que busca cicatrizar las afrentas y retomar el bue rumbo para que nuestra sociedad logre mayores beneficios que mediante la división, la polarización y el conflicto. Usted decide.