/ lunes 22 de mayo de 2023

Picapleitos

El Diccionario de la Real Academia Española, define al Estadista, como una persona con gran saber y experiencia en los asuntos del Estado.

Lamentable y tristemente, el señor presidente López Obrador no es un Estadista. Ocupa, sí, el cargo de jefe del Ejecutivo Federal despacha asuntos desde Palacio Nacional y mueve los hijos de su partido político, pero... definitivamente no es un Estadista.

Jean Luccioni en su obra, el Pensamiento político de Platón, atribuye a este filósofo clásico, la siguiente frase que es contundente y por demás dolorosa porque aplica al caso como anillo al dedo: "esos hombres de estado, tan gallitos y orgullosos, han sido incapaces de enseñar los propios valores políticos de las funciones que cumplen".

El presidente López, como le llamaron desde Perú y Guatemala, representa a nuestro País; es la voz de los casi 127 millones de mexicanos pero por desgracia a todos nos involucra en sus bravatas personales y sus proyectos mesiánicos.

No tiene porqué andar de buscabullas. Si tiene que entregar la Alianza del Pacífico debe hacerlo y no entrar en polémicas innecesarias con el Gobierno de Perú calificándolo de espurio y entrometiéndose en la vida soberana de otra Nación, cuando exige el respeto a la soberanía de la nuestra en un abierto contrasentido.

Tampoco tiene que andar de redentor implorando clemencia en Guatemala para un asesino confeso o entrometerse en el caso de Julián Assange que tantos dolores de cabeza ha dado.

Menos, después de tantos años de superada la dificultad, exigir disculpas a la Corona Española por las atrocidades de la conquista; o al Vaticano o al gobierno Austriaco por no querernos regresar el penacho del Emperador Moctezuma.

Un Estadista, busca guiar con sabiduría y prudencia las riendas de su gobierno interior; debe manejar las relaciones internacionales con plena cordialidad y respeto con los demás países buscando en todo el bien y prosperidad de su pueblo, justo como lo prometió en su protesta de lay cuando asumió el cargo.

Pareciese que hay una deficiente lectura de "El Príncipe" de Niccole Macchiavello, porque el titular del ejecutivo federal, quiere mantener su popularidad y liderazgo político dividiendo, polarizando, mintiendo, y pretendiendo explotar el nacionalismo, buscando pleitos con todos y es un camino equivocado. Jamás lo haría un Estadista.

Es el presidente en quien 30 millones de mexicanos depositaron su confianza porque dizque el y su partido eran "la esperanza de México". Hoy tristemente se ha convertido en un picapleitos que siembra discordia y causa animadversión hacia nuestro pueblo. Cuantas cosas se han destruido en estos cuatro años y medio de actividad pendenciera.

El Diccionario de la Real Academia Española, define al Estadista, como una persona con gran saber y experiencia en los asuntos del Estado.

Lamentable y tristemente, el señor presidente López Obrador no es un Estadista. Ocupa, sí, el cargo de jefe del Ejecutivo Federal despacha asuntos desde Palacio Nacional y mueve los hijos de su partido político, pero... definitivamente no es un Estadista.

Jean Luccioni en su obra, el Pensamiento político de Platón, atribuye a este filósofo clásico, la siguiente frase que es contundente y por demás dolorosa porque aplica al caso como anillo al dedo: "esos hombres de estado, tan gallitos y orgullosos, han sido incapaces de enseñar los propios valores políticos de las funciones que cumplen".

El presidente López, como le llamaron desde Perú y Guatemala, representa a nuestro País; es la voz de los casi 127 millones de mexicanos pero por desgracia a todos nos involucra en sus bravatas personales y sus proyectos mesiánicos.

No tiene porqué andar de buscabullas. Si tiene que entregar la Alianza del Pacífico debe hacerlo y no entrar en polémicas innecesarias con el Gobierno de Perú calificándolo de espurio y entrometiéndose en la vida soberana de otra Nación, cuando exige el respeto a la soberanía de la nuestra en un abierto contrasentido.

Tampoco tiene que andar de redentor implorando clemencia en Guatemala para un asesino confeso o entrometerse en el caso de Julián Assange que tantos dolores de cabeza ha dado.

Menos, después de tantos años de superada la dificultad, exigir disculpas a la Corona Española por las atrocidades de la conquista; o al Vaticano o al gobierno Austriaco por no querernos regresar el penacho del Emperador Moctezuma.

Un Estadista, busca guiar con sabiduría y prudencia las riendas de su gobierno interior; debe manejar las relaciones internacionales con plena cordialidad y respeto con los demás países buscando en todo el bien y prosperidad de su pueblo, justo como lo prometió en su protesta de lay cuando asumió el cargo.

Pareciese que hay una deficiente lectura de "El Príncipe" de Niccole Macchiavello, porque el titular del ejecutivo federal, quiere mantener su popularidad y liderazgo político dividiendo, polarizando, mintiendo, y pretendiendo explotar el nacionalismo, buscando pleitos con todos y es un camino equivocado. Jamás lo haría un Estadista.

Es el presidente en quien 30 millones de mexicanos depositaron su confianza porque dizque el y su partido eran "la esperanza de México". Hoy tristemente se ha convertido en un picapleitos que siembra discordia y causa animadversión hacia nuestro pueblo. Cuantas cosas se han destruido en estos cuatro años y medio de actividad pendenciera.