Cerrar los ojos al problema no lo elimina; al contrario, lo agrava pues se ignoran sin resolver el tema, lo acentúa y posterga, se patea la lata para que otro se encargue.
Algo así sucede en Zapopan con la idea de cambiar de nombre a la Avenida “Niño Obrero” cuando, sin considerar el sentido original, lo interpreta con óptica obtusa y limitada.
El término “Niño Obrero” nace de la crítica a la existencia de un sector de la población que fue parte integral de la fuerza laboral hasta bien entrada la Revolución Industrial. Conceptos de “niñez” o “infancia” son de cuño reciente y nacen para catalogar a la población económicamente activa y a los que no deben trabajar, sino instruirse.
La idea de “Niño Obrero” no es un elogio a que niñas y niños trabajen sino recordar que hubo una época en que no se reconocía su derecho a la infancia y que, antes aún, fueron parte de las primeras fábricas en condiciones miserables.
Mantener la nomenclatura “Niño obrero” es tener conciencia de que existe un problema y hay que combatirlo, a pesar que alguien niegue la realidad e “imagine” que ese problema no existe; es pensar que la niñez escapó de ser parte de la fuerza laboral o peor aún, que es parte de la explotación laboral.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) define el “trabajo infantil” como el “trabajo que priva a los niños de su niñez, su potencial y su dignidad, y que es perjudicial para su desarrollo físico y psicológico”.
Según datos del INEGI, en nuestro país existen 29 millones de niños, niñas y adolescentes de entre 5 y 17 años. De éstos, 2.1 millones, (+7% de nuestra infancia), realizan trabajos no permitidos: 1.2 millones llevan cabo “trabajo peligroso” (de riesgo) y 800 mil tienen menos de 17 años (edad mínima según la ley mexicana). Según INEGI, Jalisco cuenta con 181,902 personas de ese rango de edad que están en condición de “trabajo infantil”.
Pensar que sólo con declarar “la ciudad de las niñas y los niños” resuelve el problema, muestra la falta de respeto a la verdad. Recorrer las avenidas de Zapopan verifica la cantidad de niños que en cruceros hacen malabares, limpian vidrios, venden dulces o piden dinero pero que no son vistos ni por la Secretaria de Trabajo y Previsión Social ni mucho menos por las autoridades municipales.
Señalar que el nombre vulnera acuerdos internacionales es voltear a otro lado sin atender el problema. Considerar que un slogan resuelve el problema es no saber ni siquiera cuál es. Al escuchar declarar a autoridades del tema nos damos cuenta quiénes fomentan el problema.
Hace falta consciencia histórica y cívica. Necesitamos responsabilidad social. Urgen acciones contra el trabajo infantil.
“Niño Obrero” no es ni deseo ni aspiración sino una realidad que no se atiende y de la que no se da cuenta el Secretario del Trabajo del Estado que se supone es el encargado de resolver tal situación y no bautizar calles evitando abordar el tema.
Regidora de Morena Zapopan*
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