/ lunes 20 de noviembre de 2023

Marcelo Ebrard, el perdedor inmóvil


La política es el juego de hacer posible lo imposible, de hacer que las cosas sucedan, de tragar sapos sin hacer gestos. Dicen los adagios, que en política nunca estás donde quieres, sino donde puedes; que no llegaras a donde te mereces sino a donde negocias. El filosofo Cicerón sentenciaba que, en política, lo único seguro es que no hay nada seguro. Tratados, disertaciones, clases, practica y experiencias vivenciales rodean el contexto del desenvolvimiento político.

Marcelo Ebrard Casaubon, ex secretario de relaciones exteriores durante 5 años en el gabinete de Andrés Manuel López Obrador topó con pared. Aún con el antecedente de haber sucedido en la jefatura de gobierno del Distrito Federal, hoy CDMX al hoy presidente, y a pesar de haber sido el ciervo más leal, entregado, abnegado y defensor a ultranza del presidente, no le alcanzó para ganarse la confianza de un hombre para el que ello lo es todo: confianza, la palabra clave.

No fue el emerger vertiginoso de las mujeres y la protección de la paridad la que lo alejó de la candidatura presidencial. Tampoco fue su falta de estructuras de tierra, aunque fue el mejor miembro del gabinete presidencial en la estrategia de aire durante todo el sexenio. Por supuesto que no se debe su bajada a que no penetró en las bases morenistas ni consiguió dominar territorios para fincar su fuerza estructural. Que Marcelo no haya sido elegido para encabezar los comités de defensa de la cuarta transformación en México, se debió a que, aunque tuvo en el pasado, hoy no tiene la confianza del presidente López Obrador.

En cambio, Su rival directa durante 5 años, Claudia Scheinbaum, jugando con un perfil bajo, resolviendo temas de una ciudad inmensamente compleja, avanzando día con día en el mejoramiento de su imagen pública, empacando un equipo integrado en una jefatura de gobierno con miembros heterogéneos en los mandos, en la conducción, en las afinidades políticas, logró convencer al gran elector de ser una persona confiable, leal, que garantiza la defensa de los intereses políticos de Andrés Manuel y de su familia.

Hoy, Marcelo quemo sus carabelas y se metió en la inmovilidad, cómoda para Scheinbaum, que administrará y dosificará el futuro político de Marcelo. Tras agotarse la posibilidad de ser propuesto candidato presidencial por Movimiento Ciudadano, Marcelo se quedó vestido y alborotado, dejando una cantidad importante de aliados, amigos y coequiperos desencajados, desprotegidos y sin ruta. En el partido Morena, no caben expresiones, ni fracciones ni grupos al interior. Es un bloque monolítico con una sola dirección, unidad de mando, voluntad y confianza que no le son ni propicias ni afines.

Habiendo sido un jugador de primera línea, la ficha mayor en el gabinete presidencial, hoy su camino se ve denso. Una encrucijada que es difícil saber si podrá sortear, aguantando 6 años la distancia con las fuentes del poder, que enfrían ánimos y complican el futuro. Queda la idea de que fue presa fácil de su exceso de confianza para el presidente, así como de la pérdida de confianza del presidente hacia su persona.

Quizá se mantenga en el juego político como Senador de la República, escaño desde donde podría reconstruir su juego político, sabedor de que en política nada es para siempre, ni siquiera las derrotas, pues es en este escenario en donde se han levantado fichas perdidas y vuelto a la vida con utilidad para la vida publica de la nación. Una incógnita, que se resolverá al paso de los meses.


La política es el juego de hacer posible lo imposible, de hacer que las cosas sucedan, de tragar sapos sin hacer gestos. Dicen los adagios, que en política nunca estás donde quieres, sino donde puedes; que no llegaras a donde te mereces sino a donde negocias. El filosofo Cicerón sentenciaba que, en política, lo único seguro es que no hay nada seguro. Tratados, disertaciones, clases, practica y experiencias vivenciales rodean el contexto del desenvolvimiento político.

Marcelo Ebrard Casaubon, ex secretario de relaciones exteriores durante 5 años en el gabinete de Andrés Manuel López Obrador topó con pared. Aún con el antecedente de haber sucedido en la jefatura de gobierno del Distrito Federal, hoy CDMX al hoy presidente, y a pesar de haber sido el ciervo más leal, entregado, abnegado y defensor a ultranza del presidente, no le alcanzó para ganarse la confianza de un hombre para el que ello lo es todo: confianza, la palabra clave.

No fue el emerger vertiginoso de las mujeres y la protección de la paridad la que lo alejó de la candidatura presidencial. Tampoco fue su falta de estructuras de tierra, aunque fue el mejor miembro del gabinete presidencial en la estrategia de aire durante todo el sexenio. Por supuesto que no se debe su bajada a que no penetró en las bases morenistas ni consiguió dominar territorios para fincar su fuerza estructural. Que Marcelo no haya sido elegido para encabezar los comités de defensa de la cuarta transformación en México, se debió a que, aunque tuvo en el pasado, hoy no tiene la confianza del presidente López Obrador.

En cambio, Su rival directa durante 5 años, Claudia Scheinbaum, jugando con un perfil bajo, resolviendo temas de una ciudad inmensamente compleja, avanzando día con día en el mejoramiento de su imagen pública, empacando un equipo integrado en una jefatura de gobierno con miembros heterogéneos en los mandos, en la conducción, en las afinidades políticas, logró convencer al gran elector de ser una persona confiable, leal, que garantiza la defensa de los intereses políticos de Andrés Manuel y de su familia.

Hoy, Marcelo quemo sus carabelas y se metió en la inmovilidad, cómoda para Scheinbaum, que administrará y dosificará el futuro político de Marcelo. Tras agotarse la posibilidad de ser propuesto candidato presidencial por Movimiento Ciudadano, Marcelo se quedó vestido y alborotado, dejando una cantidad importante de aliados, amigos y coequiperos desencajados, desprotegidos y sin ruta. En el partido Morena, no caben expresiones, ni fracciones ni grupos al interior. Es un bloque monolítico con una sola dirección, unidad de mando, voluntad y confianza que no le son ni propicias ni afines.

Habiendo sido un jugador de primera línea, la ficha mayor en el gabinete presidencial, hoy su camino se ve denso. Una encrucijada que es difícil saber si podrá sortear, aguantando 6 años la distancia con las fuentes del poder, que enfrían ánimos y complican el futuro. Queda la idea de que fue presa fácil de su exceso de confianza para el presidente, así como de la pérdida de confianza del presidente hacia su persona.

Quizá se mantenga en el juego político como Senador de la República, escaño desde donde podría reconstruir su juego político, sabedor de que en política nada es para siempre, ni siquiera las derrotas, pues es en este escenario en donde se han levantado fichas perdidas y vuelto a la vida con utilidad para la vida publica de la nación. Una incógnita, que se resolverá al paso de los meses.