/ lunes 4 de diciembre de 2023

La transformación de la Sedena

La Sedena se convirtió en la Secretaría de Negocios diseñada Ad-Hoc por el presidente Andrés Manuel López Obrador. Es la supersecretaría de la 4T encargada de la administración de las aduanas, la creación, operación y modificación de fideicomisos, construcción de hoteles, centros vacacionales, trenes, aeropuertos, distribución de medicinas, construcción en general, obras públicas y cuenta con el plus de ser el brazo armado de la 4T.

Ni más ni menos. La otrora muy respetable Secretaría, se ha ido transformando paulatinamente y para mal, porque ha invadido espacios civiles y la fuerza que ha adquirido bajo la administración del presidente López Obrador es descomunal pues ha ido acaparando un inmenso poder y hace negocios con el respaldo innegable que proporcionan las armas, dejando de lado sus labores prioritarias de garantizar y preservar la seguridad del país.

El presidente nos prometió que regresaría al ejército a sus cuarteles y nos mintió. Nos engañó. Lejos de hacerlo, prefirió hacer negocios, fideicomisos, bancos, obras esplendorosas e ineficaces, con el trabajo y el apoyo de las fuerzas armadas, convirtiendo a la Secretaría de la Defensa Nacional en su Supersecretaría de Negocios y obras estratégicas.

Mi admiración y respeto por el ejército es total. Los enormes sacrificios de nuestros soldados en sus trabajos de ayuda a la población cuando se implementa el Plan DN-III en caso de desastres tienen todo mi reconocimiento y mi profundo agradecimiento.

La entrega sin parangón es incuestionable y digna de orgullo es también su absoluta lealtad y disciplina; tanta, que a pesar de sufrir vejaciones por grupos delincuenciales que los han sometido, han soportado estoicamente las humillaciones sufridas, en aras de su deber de obediencia al Comandante Supremo quien absurdamente les ha ordenado los abrazos y les ha prohibido los balazos. En eso estriba precisamente su grandeza y mi reconocimiento a su dignidad.

Pero esa es la tropa, aquellos que están entregados a las tareas encomendadas sin importar cansancio, dolor, clima, enfermedad, riesgo ni insomnio y pueden estar horas y horas, bajo los rayos inclementes del sol o en lodazales, pantanos, selvas y montes, valles y ríos, firmes, leales entre los leales; de ellos me siento profundamente orgulloso y agradecido porque no importa clima, orografía, día o noche, cumplen órdenes y allí están, ayudando a la población en los desastres y cumpliendo y ejecutando las ordenes de sus superiores.

Pero los otros, los de élite, los que forman el clan de negocios son otra cosa; tienen prebendas y canonjías; ésos tienen choferes, cómodas oficinas, lujos, aire acondicionado, bebidas frías o calientes a contentillo, alimentos de calidad, no duermen en el suelo ni sufren de frío ni calor, están ocupados en hacer negocios, y cuentan con la anuencia y complacencia del presidente y gozan de las mieles del poder, ellos no son el pueblo uniformado; sí, hay niveles; también en la 4T hay machuchones y raspa.

Contrariamente a lo ofrecido y prometido en su campaña electoral, el señor López Obrador traicionó a su palabra y a través de la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes, tiene su complaciente agencia ejecutora de negocios, una secretaría a su servicio.

Recién, asignó otros tres aeropuertos más a la empresa del ejército denominada “Grupo Aeroportuario, Ferroviario, de Servicios Auxiliares y Conexos, Olmeca-Maya-Mexica”, la que también tiene derecho a explotar las obras de infraestructura construidas en esta administración con recursos públicos como el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles y el Tren Maya.

Los aeropuertos que ahora pasarán también a la administración de la secretaría de negocios, son los internacionales de Campeche, el de Nogales en Sonora, Ciudad Victoria, Tamaulipas, y se agregan a los que ya tenía en su poder como los de Uruapan, Michoacán, Palenque, Chiapas, el Hermanos Serdán en Puebla y los de Chetumal y Tulum en Quintana Roo, el ya mencionado Aeropuerto Internacional Felipe Angeles, en la Ciudad de México y el control del Benito Juárez también en la capital del país más el Tren Maya, el Tren transítsmico y lo que siga.

La Secretaría de la Defensa Nacional, con las facultades que se le han estado otorgando mediante títulos de asignación, puede administrar, operar, explotar y en su caso, construir instalaciones adicionales en los aeropuertos ya cedidos; un entramado hecho a ciencia y paciencia de todos los que confiamos ciegamente en las falsas promesas que nos llevaron el 2018 a una decisión equivocada que no se debe repetir.

La administración, operación y explotación de empresas que estaban a cargo de particulares y que con mayor vigilancia y supervisión del gobierno mexicano podría haber seguido en manos de civiles es un paso más en el excesivo control que pretende establecer la administración de López Obrador y su sucesora, para eliminar el sistema de libertades de nuestro país. Ha convertido a la Secretaría de la Defensa Nacional, en un seguro inversionista que no distribuirá sus utilidades con el pueblo, son negocios pariculares, pero hechos por el Estado con la fuerza que dan las armas y a servicio del presidente con el disfraz de que son dizque para el pueblo bueno y sabio; es su eficiente y obediente operador financiero; mientras, la delincuencia sigue bañando en sangre al país y el pueblo no tiene más que aguantarse y sufrir en silencio su triste destino, a menos que en 2024 las cosas cambien.

La Sedena se convirtió en la Secretaría de Negocios diseñada Ad-Hoc por el presidente Andrés Manuel López Obrador. Es la supersecretaría de la 4T encargada de la administración de las aduanas, la creación, operación y modificación de fideicomisos, construcción de hoteles, centros vacacionales, trenes, aeropuertos, distribución de medicinas, construcción en general, obras públicas y cuenta con el plus de ser el brazo armado de la 4T.

Ni más ni menos. La otrora muy respetable Secretaría, se ha ido transformando paulatinamente y para mal, porque ha invadido espacios civiles y la fuerza que ha adquirido bajo la administración del presidente López Obrador es descomunal pues ha ido acaparando un inmenso poder y hace negocios con el respaldo innegable que proporcionan las armas, dejando de lado sus labores prioritarias de garantizar y preservar la seguridad del país.

El presidente nos prometió que regresaría al ejército a sus cuarteles y nos mintió. Nos engañó. Lejos de hacerlo, prefirió hacer negocios, fideicomisos, bancos, obras esplendorosas e ineficaces, con el trabajo y el apoyo de las fuerzas armadas, convirtiendo a la Secretaría de la Defensa Nacional en su Supersecretaría de Negocios y obras estratégicas.

Mi admiración y respeto por el ejército es total. Los enormes sacrificios de nuestros soldados en sus trabajos de ayuda a la población cuando se implementa el Plan DN-III en caso de desastres tienen todo mi reconocimiento y mi profundo agradecimiento.

La entrega sin parangón es incuestionable y digna de orgullo es también su absoluta lealtad y disciplina; tanta, que a pesar de sufrir vejaciones por grupos delincuenciales que los han sometido, han soportado estoicamente las humillaciones sufridas, en aras de su deber de obediencia al Comandante Supremo quien absurdamente les ha ordenado los abrazos y les ha prohibido los balazos. En eso estriba precisamente su grandeza y mi reconocimiento a su dignidad.

Pero esa es la tropa, aquellos que están entregados a las tareas encomendadas sin importar cansancio, dolor, clima, enfermedad, riesgo ni insomnio y pueden estar horas y horas, bajo los rayos inclementes del sol o en lodazales, pantanos, selvas y montes, valles y ríos, firmes, leales entre los leales; de ellos me siento profundamente orgulloso y agradecido porque no importa clima, orografía, día o noche, cumplen órdenes y allí están, ayudando a la población en los desastres y cumpliendo y ejecutando las ordenes de sus superiores.

Pero los otros, los de élite, los que forman el clan de negocios son otra cosa; tienen prebendas y canonjías; ésos tienen choferes, cómodas oficinas, lujos, aire acondicionado, bebidas frías o calientes a contentillo, alimentos de calidad, no duermen en el suelo ni sufren de frío ni calor, están ocupados en hacer negocios, y cuentan con la anuencia y complacencia del presidente y gozan de las mieles del poder, ellos no son el pueblo uniformado; sí, hay niveles; también en la 4T hay machuchones y raspa.

Contrariamente a lo ofrecido y prometido en su campaña electoral, el señor López Obrador traicionó a su palabra y a través de la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes, tiene su complaciente agencia ejecutora de negocios, una secretaría a su servicio.

Recién, asignó otros tres aeropuertos más a la empresa del ejército denominada “Grupo Aeroportuario, Ferroviario, de Servicios Auxiliares y Conexos, Olmeca-Maya-Mexica”, la que también tiene derecho a explotar las obras de infraestructura construidas en esta administración con recursos públicos como el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles y el Tren Maya.

Los aeropuertos que ahora pasarán también a la administración de la secretaría de negocios, son los internacionales de Campeche, el de Nogales en Sonora, Ciudad Victoria, Tamaulipas, y se agregan a los que ya tenía en su poder como los de Uruapan, Michoacán, Palenque, Chiapas, el Hermanos Serdán en Puebla y los de Chetumal y Tulum en Quintana Roo, el ya mencionado Aeropuerto Internacional Felipe Angeles, en la Ciudad de México y el control del Benito Juárez también en la capital del país más el Tren Maya, el Tren transítsmico y lo que siga.

La Secretaría de la Defensa Nacional, con las facultades que se le han estado otorgando mediante títulos de asignación, puede administrar, operar, explotar y en su caso, construir instalaciones adicionales en los aeropuertos ya cedidos; un entramado hecho a ciencia y paciencia de todos los que confiamos ciegamente en las falsas promesas que nos llevaron el 2018 a una decisión equivocada que no se debe repetir.

La administración, operación y explotación de empresas que estaban a cargo de particulares y que con mayor vigilancia y supervisión del gobierno mexicano podría haber seguido en manos de civiles es un paso más en el excesivo control que pretende establecer la administración de López Obrador y su sucesora, para eliminar el sistema de libertades de nuestro país. Ha convertido a la Secretaría de la Defensa Nacional, en un seguro inversionista que no distribuirá sus utilidades con el pueblo, son negocios pariculares, pero hechos por el Estado con la fuerza que dan las armas y a servicio del presidente con el disfraz de que son dizque para el pueblo bueno y sabio; es su eficiente y obediente operador financiero; mientras, la delincuencia sigue bañando en sangre al país y el pueblo no tiene más que aguantarse y sufrir en silencio su triste destino, a menos que en 2024 las cosas cambien.