/ lunes 11 de marzo de 2024

La barata de primavera


Hace muchos años, existía en la Ciudad de Guadalajara un establecimiento comercial muy afamado fundado por León Fortoul, Adrián Berlie, Desiderio Bonnafoux y Joseph Chapuy, a los que después se les sumó el hermano de León, Louis Fortoul y en 1888, se sumó al proyecto Auguste Bec, haciendo de Las Fábricas de Francia un verdadero emporio, uno de los grandes almacenes de la Ciudad que se decía era el lujo de la sociedad Tapatía.

Dentro de las políticas de venta, destacó anualmente una campaña publicitaria que se llamaba La barata ForBec, nombre compuesto por las primeras letras de los apellidos de los socios Louis Fortoul y Auguste Bec. Y dentro de esa campaña de ventas destacaba sin duda el gran festival de las fragancias, en el que la sociedad tapatía se volcaba a conocer y adquirir la perfumería ultramarina, sobre todo francesa.

La variedad era extraordinaria y las empleadas se desvivían para mostrar a damas y caballeros las fragancias de moda e incluso le obsequiaban algunas réplicas para conocer la quintaesencia de le elegancia y distinción en cuando a perfumería se refiera, era el gran festival de las fragancias.

Ese aromático recuerdo de La Bella Época, vino a mi mente en forma fugaz, pero me ha servido para título y tema de esta colaboración.

Iniciaron las campañas electorales oficialmente, porque de hecho arrancaron desde la corcholatiza del presidente, cuando puso a competir a cuatro ilusos y una in pectore a una carrera que de antemano tenía una ganadora definida, pero sirvió como una más de las estrategias de distracción en que se especializa el primer mandatario para cambiar el enfoque de los grandes problemas nacionales a temas más frívolos y de su interés particular, que sin embargo marcaban la agenda nacional.

Las campañas electorales se asemejan a esos festivales como la Barata FORBEC en la que se ofrecían a los clientes sets de perfumería, que incluían, crema de manos, talco, loción corporal, gel de ducha, jabón de tocador, el lujoso estuche, y los obsequios tradicionales, labiales, cremas de afeitar, maletines, paraguas, sombrillas, mascadas y todo género de estramancias, todo con el fin de que el cliente adquiriera un perfume o una agua de colonia, que muchas veces ni siquiera era de su gusto pero la infinidad de regalos incorporados al artículo, tenían un enorme poder de seducción.

Así estamos ahora, en donde las demostradoras son todos los candidatos, que se desviven con sus potenciales electores, para prometerles cuanta ocurrencia viene a sus mentes, por más estrambótica que resulte.

De dar risa algunas de ellas, porque son tan irreales que reducen a un mal chiste; sin embargo, el problema es que si no tiene el elector la mente aguda para saber si lo que le están prometiendo es verdaderamente factible, y lo pueden cumplir, sucumbirá como el cliente de los perfumes, sin saber cómo lo engatusaron a comprarlo, seducido por las palabras de la vendedora y los obsequios que son la red que lo captura.

Camisetas, gorros, vasos, plumas, cuadernos, viseras, banderitas, bolsas ecológicas para el mandado, mochilas, tarjetas para despensa, y sus mensajes repetitivos y cansones, las cancioncitas pegajosas, y no pueden faltar los desplantes como la firma notarial o el pacto de sangre, o los dedos meñiques entrelazados de las pinky promise y otras ridiculeces en las que no tienen empacho los seductores candidatos para echarse a la bolsa voluntades distraídas con palabras huecas y regalitos que sabrá Dios donde irán a parar.

Hay cosas que el sentido común debería alertar a la mente del sufragista como para fruncir el ceño y reflexionar de fondo; el candidato que anda mal montado en el caballo con un sombrero puesto a la fuerza en la testa y ahí anda recorriendo el pueblo y el campo prometiendo que traerá el agua del río al poblado y cuando alguien le dice que no hay un río cercano, con la sonrisa a flor de piel y levantándose con estilo la punta del sombrero, promete poner un río, ¡faltaba más!

La pregunta es obligada: ¿Volverá como funcionario a recorrer las mismas calles en las que cabalga como candidato?

Y andan en los mercados acomodando la fruta, en la construcción, en medio de los albañiles batiendo la mezcla y comiendo taquitos de frijoles. ¿Volverán al puesto cuando lleguen al Puesto?

¿Son verdaderamente hijos del pueblo o serán unos hijos de la campaña?

El festival de las campañas. En los electores está el comprar conscientemente o irse a las primeras de cambio entregando la riqueza de su voto a cambio de los espejitos de la barata de primavera.


Hace muchos años, existía en la Ciudad de Guadalajara un establecimiento comercial muy afamado fundado por León Fortoul, Adrián Berlie, Desiderio Bonnafoux y Joseph Chapuy, a los que después se les sumó el hermano de León, Louis Fortoul y en 1888, se sumó al proyecto Auguste Bec, haciendo de Las Fábricas de Francia un verdadero emporio, uno de los grandes almacenes de la Ciudad que se decía era el lujo de la sociedad Tapatía.

Dentro de las políticas de venta, destacó anualmente una campaña publicitaria que se llamaba La barata ForBec, nombre compuesto por las primeras letras de los apellidos de los socios Louis Fortoul y Auguste Bec. Y dentro de esa campaña de ventas destacaba sin duda el gran festival de las fragancias, en el que la sociedad tapatía se volcaba a conocer y adquirir la perfumería ultramarina, sobre todo francesa.

La variedad era extraordinaria y las empleadas se desvivían para mostrar a damas y caballeros las fragancias de moda e incluso le obsequiaban algunas réplicas para conocer la quintaesencia de le elegancia y distinción en cuando a perfumería se refiera, era el gran festival de las fragancias.

Ese aromático recuerdo de La Bella Época, vino a mi mente en forma fugaz, pero me ha servido para título y tema de esta colaboración.

Iniciaron las campañas electorales oficialmente, porque de hecho arrancaron desde la corcholatiza del presidente, cuando puso a competir a cuatro ilusos y una in pectore a una carrera que de antemano tenía una ganadora definida, pero sirvió como una más de las estrategias de distracción en que se especializa el primer mandatario para cambiar el enfoque de los grandes problemas nacionales a temas más frívolos y de su interés particular, que sin embargo marcaban la agenda nacional.

Las campañas electorales se asemejan a esos festivales como la Barata FORBEC en la que se ofrecían a los clientes sets de perfumería, que incluían, crema de manos, talco, loción corporal, gel de ducha, jabón de tocador, el lujoso estuche, y los obsequios tradicionales, labiales, cremas de afeitar, maletines, paraguas, sombrillas, mascadas y todo género de estramancias, todo con el fin de que el cliente adquiriera un perfume o una agua de colonia, que muchas veces ni siquiera era de su gusto pero la infinidad de regalos incorporados al artículo, tenían un enorme poder de seducción.

Así estamos ahora, en donde las demostradoras son todos los candidatos, que se desviven con sus potenciales electores, para prometerles cuanta ocurrencia viene a sus mentes, por más estrambótica que resulte.

De dar risa algunas de ellas, porque son tan irreales que reducen a un mal chiste; sin embargo, el problema es que si no tiene el elector la mente aguda para saber si lo que le están prometiendo es verdaderamente factible, y lo pueden cumplir, sucumbirá como el cliente de los perfumes, sin saber cómo lo engatusaron a comprarlo, seducido por las palabras de la vendedora y los obsequios que son la red que lo captura.

Camisetas, gorros, vasos, plumas, cuadernos, viseras, banderitas, bolsas ecológicas para el mandado, mochilas, tarjetas para despensa, y sus mensajes repetitivos y cansones, las cancioncitas pegajosas, y no pueden faltar los desplantes como la firma notarial o el pacto de sangre, o los dedos meñiques entrelazados de las pinky promise y otras ridiculeces en las que no tienen empacho los seductores candidatos para echarse a la bolsa voluntades distraídas con palabras huecas y regalitos que sabrá Dios donde irán a parar.

Hay cosas que el sentido común debería alertar a la mente del sufragista como para fruncir el ceño y reflexionar de fondo; el candidato que anda mal montado en el caballo con un sombrero puesto a la fuerza en la testa y ahí anda recorriendo el pueblo y el campo prometiendo que traerá el agua del río al poblado y cuando alguien le dice que no hay un río cercano, con la sonrisa a flor de piel y levantándose con estilo la punta del sombrero, promete poner un río, ¡faltaba más!

La pregunta es obligada: ¿Volverá como funcionario a recorrer las mismas calles en las que cabalga como candidato?

Y andan en los mercados acomodando la fruta, en la construcción, en medio de los albañiles batiendo la mezcla y comiendo taquitos de frijoles. ¿Volverán al puesto cuando lleguen al Puesto?

¿Son verdaderamente hijos del pueblo o serán unos hijos de la campaña?

El festival de las campañas. En los electores está el comprar conscientemente o irse a las primeras de cambio entregando la riqueza de su voto a cambio de los espejitos de la barata de primavera.