/ viernes 14 de septiembre de 2018

El poder de la palabra de Dios

De acuerdo con las Sagradas Escrituras, el primer registro que se tiene de la voz de Dios fue la expresión creativa “Sea la luz”. Sin embargo, otros textos bíblicos indican que antes de la creación de la luz por la Palabra de Dios, el poder de ésta creó de la nada los cielos y la tierra. El siguiente texto lo demuestra:

“Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca” (Salmos 33:6).

En el mismo sentido escribió el apóstol Pedro a los fieles de la Iglesia primitiva: “Estos ignoran voluntariamente, que en el tiempo antiguo fueron hechos por la palabra de Dios los cielos, y también la tierra, que proviene del agua y por el agua subsiste” (2 Pedro 3:5).

Me remontaré una vez más al principio de la creación, en el que Dios hizo todo lo que hoy existe, sólo para manifestar que la ilimitada capacidad de Dios no necesitó de materia prima para crear todo lo que nuestros ojos ven. Aquí la cita bíblica que lo demuestra:

“Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía” (Hebreos 11:3).

Para el autor de la epístola antes mencionada, Dios hizo todas las cosas de la nada, es decir, sin necesidad de materia prima extraída de la naturaleza o de alguna otra cosa creada. Ese Dios, a diferencia de los seres humanos, no necesita nada de lo que existe para poder crear; tampoco ocupa la ayuda de nadie, pues el poder de su Palabra lo hace todo.

Los hombres con talento o creatividad necesitan materia prima para transformar a ésta en productos o bienes de consumo. Mencionaré sólo algunos ejemplos, que no son los únicos: el carpintero necesita madera para hacer muebles; el zapatero utiliza cuero para fabricar zapatos y demás artículos de piel; el orfebre echa mano del oro para crear diversos tipos de joyas; el químico farmacéutico ocupa de sustancias extraídas de las plantas para elaborar medicamentos o fármacos.

Dios no es hombre. Él mismo nos lo dice en Oseas 11:9: “Dios soy, y no hombre”. Tampoco es mujer, ni tiene las conocidas limitaciones de los humanos. Él es Espíritu perfecto, tal como lo enseñó Jesucristo en el ejercicio de su Ministerio: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4:24).

La fuerza creativa de ese Dios radica en su Palabra, la cual hizo de lo que no se veía todas las cosas maravillosas y hermosas que hoy existen, incluidas aquéllas que no vemos, es decir las espirituales, entre las que se cuentan ángeles, arcángeles, querubines y serafines, así como todo lo que pertenece a la creación invisible de Dios.

Esta verdad la entienden perfectamente bien los fieles de la Iglesia La Luz del Mundo, quienes están convencidos por la fe no sólo de la existencia de Dios, sino también de que Él es el Creador único de lo que existe.

Quiero señalar, por último, que el poder de la Palabra de Dios no se limitó a crear únicamente en la creación. Esa Palabra sigue creando hasta el día de hoy, y principalmente en este tiempo de dispensación apostólica, en el que Dios envía su Palabra a través del Apóstol de Jesucristo Naasón Joaquín García, receptor único de la revelación de Dios.

Esa Palabra revelada crea o establece en los corazones de los hombres principios y valores que contribuyen a la formación de mejores ciudadanos para Dios y mejores ciudadanos para el mundo. Así lo dijo el Apóstol de Jesucristo el pasado 3 de junio en Las Vegas, Nevada: Esa Palabra nos ha enseñado a respetar y a amar nuestra patria, gobierno y lábaros patrios (quedará constancia de ello en las fiestas patrias de este mes en Hermosa Provincia); nos ha enseñado a consolidar una familia, a amar la vida, a tener una relación fraternal más duradera; nos ha inculcado la superación personal, familiar y laboral; nos ha enseñado a cuidar a nuestros hijos y el respeto a los adultos mayores y enfermos. Nos ha enseñado la compasión por los enfermos y los presos, a dar y desprendernos de nuestros bienes. Nos ha enseñado a ser agradecidos y a recibir la ciencia como un don de Dios. Nos ha enseñado a ser pacientes y a no desesperar, a respetar y a honrar al sexo opuesto. Nos ha enseñado a esperar la vida eterna.

El día de hoy, millones de fieles escucharán esa Palabra de labios del Enviado de Dios en 58 naciones del mundo. Al oírla y ponerla por obra, seguirán creciendo en valores y principios para ser mejores en todos los sentidos.


De acuerdo con las Sagradas Escrituras, el primer registro que se tiene de la voz de Dios fue la expresión creativa “Sea la luz”. Sin embargo, otros textos bíblicos indican que antes de la creación de la luz por la Palabra de Dios, el poder de ésta creó de la nada los cielos y la tierra. El siguiente texto lo demuestra:

“Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca” (Salmos 33:6).

En el mismo sentido escribió el apóstol Pedro a los fieles de la Iglesia primitiva: “Estos ignoran voluntariamente, que en el tiempo antiguo fueron hechos por la palabra de Dios los cielos, y también la tierra, que proviene del agua y por el agua subsiste” (2 Pedro 3:5).

Me remontaré una vez más al principio de la creación, en el que Dios hizo todo lo que hoy existe, sólo para manifestar que la ilimitada capacidad de Dios no necesitó de materia prima para crear todo lo que nuestros ojos ven. Aquí la cita bíblica que lo demuestra:

“Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía” (Hebreos 11:3).

Para el autor de la epístola antes mencionada, Dios hizo todas las cosas de la nada, es decir, sin necesidad de materia prima extraída de la naturaleza o de alguna otra cosa creada. Ese Dios, a diferencia de los seres humanos, no necesita nada de lo que existe para poder crear; tampoco ocupa la ayuda de nadie, pues el poder de su Palabra lo hace todo.

Los hombres con talento o creatividad necesitan materia prima para transformar a ésta en productos o bienes de consumo. Mencionaré sólo algunos ejemplos, que no son los únicos: el carpintero necesita madera para hacer muebles; el zapatero utiliza cuero para fabricar zapatos y demás artículos de piel; el orfebre echa mano del oro para crear diversos tipos de joyas; el químico farmacéutico ocupa de sustancias extraídas de las plantas para elaborar medicamentos o fármacos.

Dios no es hombre. Él mismo nos lo dice en Oseas 11:9: “Dios soy, y no hombre”. Tampoco es mujer, ni tiene las conocidas limitaciones de los humanos. Él es Espíritu perfecto, tal como lo enseñó Jesucristo en el ejercicio de su Ministerio: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4:24).

La fuerza creativa de ese Dios radica en su Palabra, la cual hizo de lo que no se veía todas las cosas maravillosas y hermosas que hoy existen, incluidas aquéllas que no vemos, es decir las espirituales, entre las que se cuentan ángeles, arcángeles, querubines y serafines, así como todo lo que pertenece a la creación invisible de Dios.

Esta verdad la entienden perfectamente bien los fieles de la Iglesia La Luz del Mundo, quienes están convencidos por la fe no sólo de la existencia de Dios, sino también de que Él es el Creador único de lo que existe.

Quiero señalar, por último, que el poder de la Palabra de Dios no se limitó a crear únicamente en la creación. Esa Palabra sigue creando hasta el día de hoy, y principalmente en este tiempo de dispensación apostólica, en el que Dios envía su Palabra a través del Apóstol de Jesucristo Naasón Joaquín García, receptor único de la revelación de Dios.

Esa Palabra revelada crea o establece en los corazones de los hombres principios y valores que contribuyen a la formación de mejores ciudadanos para Dios y mejores ciudadanos para el mundo. Así lo dijo el Apóstol de Jesucristo el pasado 3 de junio en Las Vegas, Nevada: Esa Palabra nos ha enseñado a respetar y a amar nuestra patria, gobierno y lábaros patrios (quedará constancia de ello en las fiestas patrias de este mes en Hermosa Provincia); nos ha enseñado a consolidar una familia, a amar la vida, a tener una relación fraternal más duradera; nos ha inculcado la superación personal, familiar y laboral; nos ha enseñado a cuidar a nuestros hijos y el respeto a los adultos mayores y enfermos. Nos ha enseñado la compasión por los enfermos y los presos, a dar y desprendernos de nuestros bienes. Nos ha enseñado a ser agradecidos y a recibir la ciencia como un don de Dios. Nos ha enseñado a ser pacientes y a no desesperar, a respetar y a honrar al sexo opuesto. Nos ha enseñado a esperar la vida eterna.

El día de hoy, millones de fieles escucharán esa Palabra de labios del Enviado de Dios en 58 naciones del mundo. Al oírla y ponerla por obra, seguirán creciendo en valores y principios para ser mejores en todos los sentidos.