/ viernes 15 de junio de 2018

Cumbre Kim-Trump

Agustín Hernández González

Que dijo mi mamá que siempre sí y hete aquí que luego de las veleidades y caprichos del inestable Presidente de los Estados Unidos, Donald “el cambiante” Trump, se llevó a cabo en Singapur el pasado 12 de junio el encuentro entre dicho mandatario y el líder de Corea del Norte, Kim-Jon-Un.

Kim ciertamente ha mostrado una mayor disposición y madurez que su colega norteamericano al actuar con una aparente y esperanzadora prudencia, que finalmente contribuyó a la realización de tan histórico y anhelado momento, el cual presumiblemente acabará con más de 70 años de tensiones entre ambos países, mismas que han contaminado a otros países y ha sido argumento para mantener fuerzas armadas diversas en estado de permanente alerta no sólo a lo largo de la frontera entre ambas coreas, sino en gran parte de la región del Pacífico occidental, desde Rusia al extremo norte, hasta China, y que de vez en vez ha sido motivo de graves sobresaltos premonitorios hasta de una guerra nuclear. He ahí la trascendencia y profundo valor de esta reunión cumbre, la cual estuvo a punto de naufragar precisamente por las contradictorias actitudes del tal Donald, que además venía de terminar abrupta y groseramente otro encuentro en Canadá con los líderes que integran el llamado G-7, quienes desconcertados y alterados por las necedades del magnate y su desprecio a las reglas de urbanidad y a la diplomacia, tuvieron que armarse de paciencia a fin de responder con sensatez y discreción a sus tropelías y agresiones.

Veremos en los próximos días y semanas si la reunión de Singapur se traduce en resultados y opciones concretas, o si sólo fue para tomarse la foto y pasar a la historia así y tal vez hasta conseguir de este modo un Premio Nobel de la Paz. Tenemos que ver para creer que la paz está en efecto al alcance de la mano, esto es, que Norcorea habrá de desnuclearizarse, destruyendo la totalidad del arsenal que de ese tipo presume tener, a cambio de que Estados Unidos y sus aliados asiáticos cancelen sus ejercicios militares y navales en esa región, y contribuyan al desarrollo económico de Corea del Norte. Es decir, dar pasos concretos y efectivos hacia la distensión para enseguida generar condiciones de estabilidad y certeza que favorezcan inversiones en infraestructura de desarrollo económico y social.

Así pues, falta mucho camino por recorrer, pero si estos primeros pasos han sido dados con sinceridad, significan verdaderamente una posibilidad real de caminar exitosamente hacia un destino cierto y seguro, que se consolidará a medida que ambos dirigentes continúen dialogando personalmente en el marco de futuras visitas que harán a Washington y a Pyonyang, según las invitaciones que mutuamente formuláronse con grandes sonrisas y optimismo. El mundo mira así alborozado hacia ese horizonte limpio, deseando que las constantes y erráticas conductas del presidente estadounidense no lo ensombrezcan.

Por su parte, el líder coreano ha mostrado una inesperada y admirable actitud, a grado tal que bien puede afirmarse fue ella la que salvó a la Cumbre. Conocido también por sus frecuentes cambios de humor y altibajos caprichosos, mostró ahora, sin embargo, un alto nivel que a sus 35 años de edad no hubiésemos concebido dada su trayectoria autoritaria, voluble y superficial. Enhorabuena, pero no cantemos aun victoria. Estamos ante dos personajes impredecibles que un día pueden amanecer con ganas de destruir lo alcanzado. Ojalá que las otras potencias en aquel continente y también Corea del Sur, hagan lo suyo para seguir impulsando este buen inicio.


Agustín Hernández González

Que dijo mi mamá que siempre sí y hete aquí que luego de las veleidades y caprichos del inestable Presidente de los Estados Unidos, Donald “el cambiante” Trump, se llevó a cabo en Singapur el pasado 12 de junio el encuentro entre dicho mandatario y el líder de Corea del Norte, Kim-Jon-Un.

Kim ciertamente ha mostrado una mayor disposición y madurez que su colega norteamericano al actuar con una aparente y esperanzadora prudencia, que finalmente contribuyó a la realización de tan histórico y anhelado momento, el cual presumiblemente acabará con más de 70 años de tensiones entre ambos países, mismas que han contaminado a otros países y ha sido argumento para mantener fuerzas armadas diversas en estado de permanente alerta no sólo a lo largo de la frontera entre ambas coreas, sino en gran parte de la región del Pacífico occidental, desde Rusia al extremo norte, hasta China, y que de vez en vez ha sido motivo de graves sobresaltos premonitorios hasta de una guerra nuclear. He ahí la trascendencia y profundo valor de esta reunión cumbre, la cual estuvo a punto de naufragar precisamente por las contradictorias actitudes del tal Donald, que además venía de terminar abrupta y groseramente otro encuentro en Canadá con los líderes que integran el llamado G-7, quienes desconcertados y alterados por las necedades del magnate y su desprecio a las reglas de urbanidad y a la diplomacia, tuvieron que armarse de paciencia a fin de responder con sensatez y discreción a sus tropelías y agresiones.

Veremos en los próximos días y semanas si la reunión de Singapur se traduce en resultados y opciones concretas, o si sólo fue para tomarse la foto y pasar a la historia así y tal vez hasta conseguir de este modo un Premio Nobel de la Paz. Tenemos que ver para creer que la paz está en efecto al alcance de la mano, esto es, que Norcorea habrá de desnuclearizarse, destruyendo la totalidad del arsenal que de ese tipo presume tener, a cambio de que Estados Unidos y sus aliados asiáticos cancelen sus ejercicios militares y navales en esa región, y contribuyan al desarrollo económico de Corea del Norte. Es decir, dar pasos concretos y efectivos hacia la distensión para enseguida generar condiciones de estabilidad y certeza que favorezcan inversiones en infraestructura de desarrollo económico y social.

Así pues, falta mucho camino por recorrer, pero si estos primeros pasos han sido dados con sinceridad, significan verdaderamente una posibilidad real de caminar exitosamente hacia un destino cierto y seguro, que se consolidará a medida que ambos dirigentes continúen dialogando personalmente en el marco de futuras visitas que harán a Washington y a Pyonyang, según las invitaciones que mutuamente formuláronse con grandes sonrisas y optimismo. El mundo mira así alborozado hacia ese horizonte limpio, deseando que las constantes y erráticas conductas del presidente estadounidense no lo ensombrezcan.

Por su parte, el líder coreano ha mostrado una inesperada y admirable actitud, a grado tal que bien puede afirmarse fue ella la que salvó a la Cumbre. Conocido también por sus frecuentes cambios de humor y altibajos caprichosos, mostró ahora, sin embargo, un alto nivel que a sus 35 años de edad no hubiésemos concebido dada su trayectoria autoritaria, voluble y superficial. Enhorabuena, pero no cantemos aun victoria. Estamos ante dos personajes impredecibles que un día pueden amanecer con ganas de destruir lo alcanzado. Ojalá que las otras potencias en aquel continente y también Corea del Sur, hagan lo suyo para seguir impulsando este buen inicio.


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