Una de las panificadoras con más tradición en Guadalajara desde 1968 es El Panqué que endulza el paladar de los tapatíos. Es toda una variedad de sabores, las favoritas son las semas que se pueden combinar con prácticamente todo, al igual que los bisquets.
“Me dicen que las semas se las comen con nata, con frijoles, como pan de hamburguesa, como lonche o torta, con cosas dulces como mermeladas”, explicó Martha Sahagún, gerente de Recursos Humanos de la tradicional panificadora.
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Lo dice entre risas al recordar todo lo que ha leído en las redes sociales sobre cómo se comen las semas que fabrican ahí. Otro de los preferidos es el bisquet que se puede disfrutar solo o abierto por la mitad con un poco de mantequilla luego de calentar en horno casero y untarle un poco de mermelada.
Su iniciador narra que fue el señor Francisco nacido en Teocuitatlán de Corona, un municipio a casi dos horas de Guadalajara donde vivió hasta cumplir 13 años cuando su familia decidió buscar mejores oportunidades en el barrio de San Felipe, ya en la capital jalisciense. Cuentan que cuando él tenía 17 años se fue a trabajar en Estados Unidos y aprendió el arte del pan en una empresa del vecino país del norte donde su buen desempeño le mereció que los patrones le pagaran un curso para especializarse en la elaboración de pan y casi dos décadas después volvió a Guadalajara donde conoció a su esposa.
“El creador de El Panqué fue un guerrero, un líder nato y no todos tenemos esa estrella y como él refiere no es tanto eso, sino el trabajo porque si quieres lograr tus sueños con esfuerzo se llega y eso nos llena de orgullo. Él le dijo a su esposa que veía que en Estados Unidos había unas papitas muy ricas y doraditas y aquí todavía no llegaban las papitas y ella le dijo que era mejor ‘el pan nuestro de cada día' y es cuando emprendieron”.
De esa manera empezaron a hornear en la casa de sus papás y lo primero que hicieron fueron panqués, aunque ahora lo que más venden son las semas y los bisquets. Hay muchas versiones respecto a la icónica foto de la bebé con la carita verde, pero de eso también platicamos con Martha, quien conoce la historia real. Se trata de Cristy, la hija mayor de los propietarios de la panificadora pues cuando ella tenía seis meses de edad les pidieron registrar un logotipo y la foto de la pequeña les gustó para representar a la marca.
Desde ese entonces la niña se convirtió en la imagen, aunque llegaron 4 integrantes más pero la carita ya estaba posicionada. “La historia más curiosa la he visto en redes sociales y dicen que es una niña que se le perdió al dueño de la panificadora cuando era chiquita, pero no es cierto".